Dos viajeros, por distintos caminos, se dirigian del pueblo a la ciudad, ambos desconocian el camino el cual estaba bordeado de árboles frondosos y arbustos floreados. De vuelta a casa los dos viajeros se extraviaron y ambos haciendo uso de sus recuerdos en el camino de ida pudieron encontrar el camino de vuelta. Uno recordó un rosal florecido que le brindó su aroma por largo trecho del camino; el otro recordó de igual manera un rosal florecido que le hincó sus espinas cuándo rozó su tallo.
Cuántos de nosotros seremos viajeros de la vida, que para poder proseguir nuestro camino tenemos que valernos de los recuerdos, malos o buenos.