Amanece: El bosque es diferente, de distinta manera, cada día que pasa. Lot, el macho dominante, parece cosumido por un hondo pesar; ni su hembra, ni la más joven de la tribu, tiene nada que decir al gran jefe. Sólo aquella "Poca Cosa" rescatada al pantano, parece atraer de manera obstensible su atención.
Miranda, dice llamarse, anda como ellos a dos patas, pero con una variante; mucho más ergida y simpre es así. Carece de pelo en el lomo, que la proteja de las inclemencias del tiempo, ni cuatro manos para trepar sim problemas..., en una palabra "Aquella Cosa" es en verdad, insinificante, tanto que bastara con dejarla una noche a la interperie para ocasionarle la muerte, según piensa el clan. Pero, no es así,"La Cosa" ni muerede frío, ni de hambre, ella sola se abastece de cuanto le es necesario y de forma tan silenciosa que el bullicioso grupo de ominodos, ni lo advierte.
Y esto es lo que mantiene a Lot si sueño: La hembra, no hay duda, es menos dotadas que las de su clan, para supervivi, y mira por donde lo hace sin ayuda. Decide visitarla. Le debe la vida y es de cortesía que le atienda. De no ser así, con estrujarle el pezcuezo asunto concluido. Al menos eso piensa, Lot.
Lo primero que le admira del habítaculo de la intrusa, es el orden. Y algo realmente asombroso, fuego conservado en un recipiente que nunca viera ni pensara existiera.
Tan absorto está que no escucha las pisadas "De la Cosa" a sus espaldas.
-Sois los hombres más feos que vi en mi vida -dice para el mayor desconcierto de Lot en lenguaje entendible-, y de vuestras hembras..., para que contar.
Contesta Lot, molesto:
-Cuando te saque medio ahogada del pantano, no me entendias..., y aquí no había nada de todo esto..., que parecen herramientas.
-He tenido tiempo..., han pasado tres años y vosotros os expresais a critos. Lo que tanto te llama la atención ha sido un tabajito de hormigas.
-¿Años? -la ciuriosidad consume su espirítu-, ¿cómo haces para matener el fuego...?
-Nada cuando se consume, prendo otro.
-De que te alimentas.
-Cazo y pezco entre otras cosas.
-Te cubres con pieles de otros animales.
-Sí.
-Pero, eso es asqueroso.
-Peor sería morirme de frío.
Lot, se queda unos momentos mirandola en siencio. Pensativo.
-Tú tampoco me pareces hermosa -dice, pensativo-, pero, sí, muy despierta he inteligente. ¿quieres compartir mi territorio? Serás admitida entre mis hembras y bien tratada.
-No.
-¿No?
-No, nadie mandará jamás en Miranda, soy una mujer que se ha ganado su libertad.
-Ahora estás en mi teritorio.
-Tú pareces más inteligente que los otros..., podemos llegar a un acuerdo. Yo os proporciono fuego, y utiles para la pezca y caza; vosotros en cambio me protegéis de otras manadas.
Y llegaron a un acuerdo, más el corazón de Lot, etá prendado de Miranda. Día por día la encuentra más hermosa.
-La quiero en mi cueva -dice, el berraco, a su primera compañera.
-Haz lo que quieras ¡Si siquiera podrás despiojarla agusto, no tiene más pelo que en la cabeza -contesta resentida.
-Es asunto mio...
Y suyo fue, y no sencillo.
Fueron más de cien avances infrustuosos.
Una lluvia de piedras incandecente le salian al recido en sus torpes galanteos. Pero Lot, estaba a unas generaciones del hombre contemporaneo y no era obstuso, distraido con una brizna y desmañado que atrae a la mujeres de nuestro tiempo.
Decidió ganar al enemigo con muestras de rendid entreha; de tan extremosos desvarios, que la mujer capituló sin condiciones, ante aquellas especie de hombre con apariencia de monstruo prehistórico, correspondiendo con entusiasmo a sus atenciones.
Lot, va implantando gradualmente, en su pueblo, las constumbres de la nueva comoañera. He ahí, que los vecinos, conociendo las cosas en su nueva necesidad, adquirió para los demás, todo el valor oculto de aquellas cosas, hasta entonces. Con las consecuencias previsibles... Aquella "Cosa" deforme, era un bien preciso, y junto a los celos (que nunca brillan por discretos y comedidos) fueron causa y abono para que se rompiera el orden establecido.
Con muertes y violencia se luchó entre hermanos por la posesión del extraño ser, o su destrucción, que un mal día Lot, rescató de ente los escombros de un naufragio.
Lot, arrasó con su clan, sin gloria ni pena.
Cuentan los más viejos, pocos de ellos sobrevivieron: que de aquella cueva brotaba fuego y muerte a manos de los demonios de la tierra, sin dejar vivo animal, árbol a un kilómetro a la redonda. Poco después apareció un inmenso pajaro plateado que rescató de la cueva a la monstruosa pareja. Hay quien dice que a Lot, le hizaron hasta el interio del monstruo en una jaula de gruesos barrotes...
¡El eslabón perdido un extraterrestre! No esta nada más ¿qué esperaban ustedes? Muy bueno, Pilar. Aunque tiene un punto de humor maquiavélico.