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Otros Dos

(Para Pame, Chellín y Lian)

En esta ocasión a Pócolo le pesaron un poquito sus ochocientos años y le pidió a un amigo un poco más joven.
- ¿Más joven?
- ¿Qué tanto más joven?
- Bueno pues no mucho, apenas unos doscientos años.
- ¡Doscientos!
- Nada más
- No son muchos ya que sí nos referimos a la edad del Gnomo mayor verás que eso no es nada.
- Mh, tal vez tienes razón
- ¿Y cómo se llama?
- Se llama “Honigaugen”
- ¿Y qué significa?
- No sé, pero lo que si sé es que es un Gnomo alemán
- Entonces debe ser grandote
- ¡Imaginate1 Es cuatro veces más grande que yo
- ¡Uf! Si que es grande
- Pues cuando yo me tomo un litro de leche, ¿Cuánto crees que Él necesita?
- Pues, cuatro
- No, necesita nada más y nada menos que; ¡Sesenta y cuatro litros!
- Pues si que van tener problemas los muchachos.
- ¿Cuáles muchachos?
- Pues quién Pame, Lian y Chellín
- ¡Ah! Eso no será problema para ellos ya que llevará sus propias provisiones.
- Menos mal, porque iba a dejar a toda la tropa sin alimentos.
- Bueno, pues yo me voy a descansar un ratito que bien merecido lo tengo.
- ¡Espera, espera! ¿Y cuándo llega?
- Mira al sol del ocaso y lo verás.
Efectivamente, pulsando un acordeón se vislumbró a la distancia lo que primeramente fue un punto incoloro, que se tornó en verde y cuando estaba cerca, ¡Apareció “Honigaugen”! Y vaya si que era alto, más alto que cualquier Gnomo de los conocidos o al menos de los que han ido apareciendo. Tenía unas manasas que el tocar su acordeón bien parecía un juguete siendo que al menos al extender sus brazos debía de alcanzar al menos un metro de longitud.
Cubría con un pequeño sombreo en color verde, mismo que hacía juego con su atavío, una relativa escasa cabellera que a pesar de su corta edad, mostraba una incipiente calvicie, Pócolo lo bromeaba y le decía que eso era el resultado de tanto pensar
Sus zapatos además de ser de un número extraordinario se prolongaban aún más unos cuantos centímetros de manera que Chellín pensó que al caminar lo primero que asomarían en las esquinas serían precisamente las puntas de sus zapatos.
Por lo demás su traje estaba impecablemente limpio y sin arruga alguna tal cual hubiese salido en ese momento de un proceso de planchado al vapor o recién salido del guardarropa.



A cierta distancia los seguía una “Niña Gnomo” que escasamente le sobrepasaba la cintura, morena, ojos grandes, calzaba unas zapatillas con tacones b-a-s-t-a-n-t-e altos y por cierto cuidaba en exceso de los detalles del entorno, tenía las orejas puntiagudas como todos los Gnomos y tenía una sonrisa que alegraba la vida de aquel que la mirase. Llevaba repartidas por todo el pelo una especie de lucecillas de colores que lo hacían brillar y su piel era de un color moreno. En esencia era la más feliz del mundo o eso es lo que parecía.
Por cierto que cuando se trataba de alimentarse, “Honigaugen” era el encargado de proveer verdaderos manjares ya que en ese campo, “Kleine Wuanze” que por cierto era el nombre de aquella Gnomo, era capaz de quemar el agua misma y eso no era una exageración.
Mientras esto sucedía en el país de Barkly, en Foresta, Pame, Lian escoltadas cual celoso cancerbero por Chellín y que llegaban con la idea de acampar.
Desde varios metros antes de hacer su arribo, escucharon cánticos, risas y una algarabía que en breve descubrieron el motivo de lo mismo;

Era un grupo de jóvenes excursionistas. Bueno en realidad no eran jóvenes sino que realmente eran niños que se divertían.
La reunión era con motivo del tradicional Festejo Anual de Concurso de Papalotes.
Los había de todos colores y por supuesto de múltiples formas. Así vieron entre otros; un halcón, una serpiente, una víbora, libélulas, calamares, pulpos, loros, guacamayas y hasta un ferrocarril y un trailer y otros que propiamente mantenían las formas tradicionales, es decir; rombos, círculos con dibujos de mariposas, cubos, cilindros, etc.
Honigaugen se unió a la algarabía e inició a tocar varias melodías que hicieron bailar a todos los concurrentes.
A la algarabía se unieron varios animalitos que fueron apareciendo unas veces solos y en otras acompañados. Así se fueron integrando búfalos, lobos, gacelas, castores, y hasta unos . . . ¡Elefantes!
- ¿Elefantes?
- Si son elefantes aunque son unos niños.
El alboroto era tal que hasta el sol se integró a la reunión que se prolongó por todo el día.

“Honigaugen” no paraba de pulsar su acordeón a la vez que entonaba canciones que no eran del todo desconocidas para Pame, Lian y Chellín los que mantenían junto con sus casuales compañeros de campamento danzando alrededor de una fogata que fue menester encender ya que la noche

Se venía encima.


A cierta distancia un grupo de troperos los saludaba a los mas avezados se atrevían a atravesar el río hacía la Isla de los Gnomos en busca de aventuras.

Así transcurrió gran parte de la noche, cantando, bailando, asando malvaviscos, bromas y uno que otro cuento de terror, de esos que le encantaban a Pame y sobretodo los que versaban sobre vampiros.
“Honigaugen” siempre se mantuvo a la expectativa sin dejar de vigilar a Pame, Lian y Chellín ya que esa había sido la encomienda de Pócolo que placido dormía

En lo más profundo de la Cueva de Anthares. Parecía que el reconfortante sueño le devolvía una apariencia más juvenil. Aparentaba que ahora tenía unos doscientos años menos.
Este es el relato de la aparición de “Honigaugen” y “Kleine Wuanze”, desde hoy compañeros de Pócolo y no por que este se sintiera viejo sino que cuidar a tres es una labor de cuando menos otros dos Gnomos.

Marzo de 2010
Datos del Cuento
  • Categoría: Infantiles
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