Comentario del autor: Mondo era homosexual, por esa razón necesitaba tanto de los servicios de Jonathan+Jonathan el Gusarapo).
Mondo Liviano, que era su nombre completo, homosexual confeso y declarado, era negociante audaz, organizado, astuto y muy conocedor de los negocios de bebidas, pero esa noche del 03 de Enero del 2002 no alcanzaba a entender que estaba pasando en su establecimiento, la Discoteca Emotion Disco Club, o barra Mondo como se le llamaba popularmente. A la Una de la noche las mesas estaban vacías, no había entrado un solo cliente.
--Llégate donde la Haitiana, recomendó Mondo, con evidente preocupación, a Mildred, la Cajera, quien también estaba desconsolada, por las propinas del bar, que en los códigos no escritos de estas entidades eran usufructuadas por ella, en su condición de cajera, --e investiga lo que está ocurriendo- ordenó.
--Ya Indagué Mondo. --Llegaron Los Adecuanes y se instalaron de nuevo en la casa de la Abuela, contestó Mildred, nerviosamente.
-Yo sospechaba que a esos los habían matados, pensó, y un sudor frío le recorrió el cuerpo entero; su rostro se encenizó y sus piernas vacilaban de tal manera que estuvo a punto de caer, siendo visible el temblor y las gotas gruesas de sudor que salían de sus anilladas manos, y en un ademán desusado se acariciaba el pelo con una mano, al mismo tiempo que se retorcía el bigote con la otra. --Soy hombre muerto-- Tartamudeó para si mismo.
-No voy a cerrar por la llegada de los Adecuanes. Cualquiera de ellos que llegue al negocio, -ordenó- no le cobren ni el derecho de admisión, ni el consumo, ni mucho menos la salida de la muchacha que elijan, y continuó visiblemente nervioso: --Díganle al gorila que lo estaré esperando mañana a las 11:00 de la mañana- finalizó y luego se marchó reparando que había una soledad total en aquellas calles a las que su negocio de bebidas habían convertido en un constante jolgorio nocturno.
Mondo, ya rumbo a su casa, muy turbado por la llegada de Los Adecuanes, seguía hablando en voz baja. --Soy un hombre muerto, definitivamente, --soy un hombre muerto, y pensaba en su Discoteca, en su mujer, en sus tres hijos, en su mansión, en su colección de carros de lujos. Y volvía a cavilar --tanto trabajo, tantas malas noches para terminar así, --que sea lo que Dios quiera, balbuceó resignadamente.
Mario Adecuan, el Gorila y Miguel Adecuan, el Sigiloso, siempre fueron un misterio para las personas con las que habían tenido relaciones. Nadie conocía su origen, ni su familia, ni su pasado. Estando unos jovenzuelos, 19 y 21 años se aparecieron en la casa de Doña Felicidad, a quien se les identificaron como sus nietos. Doña Felicidad, que no disfrutaba de muy buena memoria por cuanto no recordaba haber tenido nietos, ni siquiera hijos, pero como vivía sola, (su esposo había muerto unos meses antes fruto de un accidente laboral) recibió con mucho agrado la llegada de estos dos jovencitos, y empezó a tratarlos como tales, como sus nietos. Además, se comentaba que eran hijos de uno de los generales más sangrientos de los 12 años.
Eran fornidos, corpulentos y enérgicos. Mostraron sus agallas el mismo día de su llegada. Esa noche tomaron alcohol hasta más no poder en la Barra Mondo y cuando le llevaron la factura, escribieron sobre esta el mensaje: “Los adecuanes No pagan, los Adecuanes protegen”. Cuando Mondo protestó, en vez de amedrentarse le exigieron dinero a este, dizque para proteger su negocio de Policías macuteros, ladrones, fulleros, y del tal Jonathan+Jonathan el Gusarapo, un bisexual, que según las malas lenguas convivía con Mondo, quien no llamó a la Policía, porque creía que ciertamente eran nietos de Doña Felicidad e hijos de un general carnicero.
La misma noche de su primera llegada poncharon las 4 gomas de todos los vehículos que encontraron aparcados en la calle, y le dieron una descomunal paliza a Federico La Cobra, de quien se decía que era el matatan del barrio antes de su llegada. Federico trató de defender a Tino, ya que estos, los Adecuanes, se comieron cuantos hamberguers y emparedados soportaron sus enormes estómagos y Tino, propietario del negocio, no aceptó el argumento aquel de que los adecuanes protegen. Antes de llegar a la casa de Doña Felicidad voltearon todos los zafacones de basura que encontraron en la ruta.
Obviamente, el vecindario compuesto por obreros, profesionales, técnicos, es decir, gente sana y laboriosa empezó a temerles. Los Adecuanes eran altaneros y vanidosos, aunque de poco hablar. Vestían al último grito de la moda, se desconocía donde conseguían dinero para ropas tan costosas. Aunque casi nunca pagaban en los negocios de bebidas que acostumbraban a frecuentar, dejaban buenas propinas a las mujeres que les atendían, y les daban una buena suma de dinero a las muchachas que se perdían en moteles y cabañas con ellos.
Luego se conoció que eran gigoloes, (chulos) de profesión, tenían una red de alrededor de doscientas mujeres, prostitutas y “decentes” diseminadas en Barras, Cabarets, Casas de Citas, Cars Wash, y hasta en hoteles de 5 Estrellas, quienes les obsequiaban diariamente el equivalente al 50 por ciento de lo que ganaban en propinas o en su salidas con amigos. Los Adecuanes las protegían de aquellos que se extralimitaban o que no querían pagarles lo convenido o adecuado, y también sufragaban sus gastos y alimentaban a sus hijos en caso de enfermedad o muerte.
Disfrutaban haciéndole maldad a sus semejantes, pero no se conocía que hubieran cometido algún hecho delictivo mayor. Finalmente todas las muchachas de la Barra Mondo pasaron a sus nóminas, en especial Jennifer, la actual esposa y madre de los hijos de Mondo, cajera de entonces, morena hermosísima, que había estudiado en la Universidad y hasta donde se supo, fue Andrés Adecuan, el gorila, el primer y el único hombre que se le conoció, mientras estuvo trabajando en este tipo de negocio.
Para principios de los noventas ya eran los Amos y Señores indiscutibles de toda la zona oriental de la ciudad. Casaban parejas, curaban enfermos, aprobaban los planos de las casas que se construían en la zona, proporcionaban y anulaban permisos para cualquier clase de negocios, aprobaban la venta y compraventa de bienes muebles e inmuebles, apadrinaban infantes, y También se convirtieron en empresarios artísticos, amparaban orquestas, bailarines, y vedettes, incluyendo las que se presentaban en la Discoteca de Mondo.
Un día, para ser mas exacto, el 24 de Diciembre de 1996, desaparecieron tan misteriosamente como llegaron, dejando tras de si múltiples conjeturas. Nadie, absolutamente nadie supo jamás adonde se marcharon, ni siquiera los cincuenta o cien mensajeros que utilizaban los fines de semanas para cobrar el tributo que habían establecido a los comercios y negocios de la zona que ellos consideraban su territorio.
Algunos pensaban que se habían marchado a Europa, otros especulaban, que estaban en la cárcel, y algunos, como Mondo, opinaban que se los había tragado la tierra o los habían matado. La cuestión es que el temor que ellos representaban se fue diluyendo con el tiempo, de tal manera que Mondo, tuvo la osadía de casarse pomposamente con Jennifer, con quien ya tenia tres hijos, a pesar de la promesa que le hizo a Andrés Adecuan, el Gorila el 18 de Diciembre de aquel año de 1996, es decir 6 días antes de que desaparecieran:
--Mondo, no sé cuantas mujeres han pasado por mi vida; desconozco incluso cuantas mujeres conviven conmigo ahora, pero mi corazón solo late a un solo ritmo, al compás de la mirada, la sonrisa, la dulzura y el calor de Jennifer, le confeso Andrés, el Gorila, con los ojos llenos de lágrimas, y prosiguió: -- El hombre, Mondo, que se extralimite con Jennifer, será hombre muerto, hoy, mañana, o mientras yo, el Gorila, posea un hálito de vida. Te revelo esto Mondo porque es muy posible que mi hermano y yo realicemos un viaje largo. ¿Me juras por tu madre que me protegerás a Jennifer, mientras yo no esté? ¿que no permitirá que ningún hombre se le acerque? ¿me lo prometes Mondo?
--Te lo juro por Dios y por mi madre que así lo haré Andrés, te lo juro, contestó Mondo de manera enfática y con una voz convincente.
No Sabes cuanto te lo agradezco Mondo, enfatizó, mientras le giraba un cheque por el valor de un millón de pesos que este le había solicitado días antes en calidad de préstamo, y prosiguió: ---No son prestados Mondo, son tuyos, la gratitud vale, Mondo. Soy un hombre agradecido.
A las once (11:00 A.M.), del Viernes 04 de Enero del 2002, como se había convenido Mondo, esperaba solo en el despacho que utilizaba como Oficina en la Discoteca. Andrés el Gorila llegó puntual junto a su hermano Miguel, el Sigiloso. Se encerraron en la Oficina y conversaron por más de una hora. Aparentemente nadie que no fueran ellos tres tuvo acceso a esa conversación. A las 12:10:00 del mediodía se oyeron dos disparos provenientes de un arma muy potente por el sonido ensordecedor de las detonaciones.
Un rastro de sangre que se deslizaba por la puerta de atrás y continuaba su ruta hacia la acera serpenteando por la calzada, salía de la Oficina de Mondo, donde un hombre, que no era Mondo, vestido a lo You, con una camiseta amarilla que le llegaban casi a las rodillas y unos pantalones vaqueros tan anchos que podrían caber dos hombres, yacía ensangrentado, boca abajo, pudiéndose observar perfectamente que en su mano derecha empuñaba una fotografía tamaño 4 por 4 que mostraba una hermosa morena con tres niños que aparentaban unos 2 meses, el pequeñín, y 2 y 4 años los otros dos.
JOAN CASTILLO.
08/01/2003.-