Era el examen de inglés más difícil y como era su costumbre no había estudiado nada. Casi todos tenían la hoja a medio terminar, en cambio en la de Miguel sólo estaba su nombre. No le preocupaba eso , pues lo tenía todo planificado, cuando la maestra diera por finilizado el tiempo, haría pasar las pruebas de atrás hacia adelante y cuando llegara el turno de poner la hoja, disimuladamente Miguel la sacaría para luego arrugarla y guardala en el bolsillo de su pantalón, así, le reclamaría a la profesora por su exámen, y como lógicamente no lo encontraría haría que lo diera nuevamente. Llegó el momento de terminar y como lo suponía, la maestra dio la orden de pasar las pruebas hacia adelante, y al llegar hasta él las hojas, junto la suya y esperó a que el compañero de al lado hiciera lo mismo. Fue en ese momento cuando Miguel saco su prueba rápidamente para ponerla en su bolsillo, y respiró muy hondo, orgulloso de su hazaña. La maestra se retiró y él sacó del bolsillo la hoja del exámen y comenzó a estirarlo, su cara palideció y el asombro desfiguró sus facciones. La hoja llevaba por nombre Fernando Bascuñan.
La mediocridad nos hace incurrir en faltas que tarde o temprano se descubren. Buena suerte.