Salí como siempre de casa, con mi lonchera, maletín y las llaves de casa y del auto rumbo hacia la oficina. Ya en la calle y manejando el coche vi parada en una esquina a una chica que me pareció conocerla. Por suerte, pensé, paré el auto justo a su lado. La miré fijamente y ella me clavó los ojos. No pude entender pero esa mirada la había visto anteriormente, pero no podía recordar… Estaba con esos pensamientos, cuando la chica se me acercó y me pidió si podía llevarla. Normalmente no gusto jalar a nadie, pero esta tipa, aparte de parecerme conocida, era guapa. Le abrí la puerta y ella con gran confianza, subió y arrancamos.
- Disculpa – le dije – ¿hacia dónde vas?
- Lejos – respondió.
Ante aquella respuesta, pensé que era una loca, pero… estaba guapa, aunque mal vestida, mejor dicho, descuidada. Sus largos cabellos rubios estaban revueltos, sus labios despintados, y las uñas de sus dedos a medio despintar… “Está loca o será de esas que viven sin saber hacia donde van”, pensé.
Ya estaba por llegar a mi oficina cuando le pregunté si la conocía de algún lado. Increíblemente, ella pronunció mi nombre y dijo que sí. Me sentí extraño, confundido pero su extraña belleza me impedía pensar con cordura.
- ¿Cómo te llamas y de dónde nos conocemos? – pregunté, pero ella no respondió ni se inmutó.
Me fijé que su mirada estaba como perdida, cansada pero al mismo tiempo parecía pensar claramente lo que deseaba o quería. De pronto, en un semáforo cerca a mi trabajo abrió la puerta y salió diciéndome “gracias”. Sentí como un desaire y antes de partir le dije si podía verla de nuevo. Ella me dijo que sí, que vivía en el parque central y que me esperaba por la noche. Se dio media vuelta y comenzó a caminar. Esperé a que cambiara las luces del semáforo y cuando estaba por arrancar, miré por el espejo retrovisor y la vi que detenía otro carro y de lo más natural subía al coche como si se tratara de un amigo de siempre.
Toda la tarde estuve pensando en la chica de cabellos dorados, pensando en la noche, en el parque, en sus moldeadas piernas, y en la suerte que podría tener si volviese a encontrarla. Cuando sonó el reloj de salida, hice un poco de tiempo. Había decidido buscarla y esperarla en el parque. Me fijé en el reloj y cuando ya era más de las seis y media salí caminando rumbo hacia mi cita…
No bien llegué al parque la vi a lo lejos sentada sobre una banca fumando y leyendo una revista. Me acerqué con sigilo, quería darle una sorpresa, y cuando estaba por taparle los ojos, ella se paró y me dio un beso en los labios… Fue tan extraño, pero me dejé llevar por aquella estúpida escena de pasión. Increíblemente parecía – para ella – que no hubiera nadie más que los dos en aquel lugar, porque comenzó a tratar de quitarme la ropa.
- Alto, pequeña – le dije – Mejor vayamos a un hotel. ¿No te parece?
Me miró de una manera extraña y sin decirme nada se dio media vuelta y comenzó a caminar rumbo hacia la salida del parque. Traté de detenerla pero no pude, sobre todo cuando vi que sus ojos comenzaron a redondearse y volverse rojizos como si fuera un vampiro… La solté y vi como se alejaba de mí, y cuando llegó a la pista la vi subir al mismo auto en que la vi subir por la mañana… “Está loca”, pensé.
Comencé a caminar hacia mi auto y cuando llegué ya no estaba. Cierto, me habían robado… “La chica”, pensé. Fui a la policía y presenté una denuncia por robo, luego, me fui a mi casa… Y cuando llegué vi que mi auto estaba en la puerta de mi hogar. Al principio me alegré, pero cuando me di cuenta que las luces de mi casa estaban prendidas, me asusté. Llamé a la policía y les dije que me estaban robando…
Cuando entramos con la policía, vi que sobre la cama de mi cuarto estaba la chica totalmente desnuda, y dormida… Los policías la detuvieron y se la llevaron a la fuerza, pues ella decía que era mi novia. Me negué, y luego, se la llevaron. Mas tranquilo, me bañé, mudé mis ropas y me fui a dormir… Ya estaba dormitando cuando sentí que alguien se metía bajo la manta y se acostaba a mi lado. Asustado, prendí las luces y era ella, la loca del auto… La verdad es que quise botarla pero esos ojos, esos rubios cabellos revueltos, ese color bronceado de su piel, taponaron mis dudas y pensamientos. Hicimos el amor en silencio total y con gran delicadeza, parecía estar con una geisha de película japonesa…
A la mañana siguiente, desperté muy tranquilo y totalmente solo... Me bañé, cogí mi lonchera, maletín, las llaves de la casa y del auto y salí rumbo a mi oficina… Les contaré que vi a una chica que me parecía haberla conocido en alguna parte, no sé, pero esos ojos, esos rubios cabellos revueltos, esa manera descuidada de vestirse me hizo pensar que antes la había conocido, pero no podía recordarlo… Increíblemente, la hermosa chica levantó la mano como para que la jalara… no sé, pero algo familiar estaba ocurriéndome…
Surquillo, enero del 2005.