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Eco era un marciano que tenía dos siglos de edad. En su mundo, dos siglos era muy poco tiempo, así que todavía era un niño.
Eco tenía muchos amiguitos con los cuales jugaba siempre por todos los espacio de Marte.
Le gustaba jugar a todo, pero adoraba ir a las colinas de arenas rojas para lanzarse rodando por ellas y llenarse de tierra. Así, el tono naranja de su piel se tornaba más intenso. Eso le fascinaba.
Un día estaba Eco jugando con sus amigos y escuchó un sonido extraño y muy fuerte detrás de la colina.
Fueron a ver de qué se trataba y no podían creer lo que vieron: era una nave, una nave ¡extramarciana!
Se asustaron mucho, pero no podían dejar de mirar. De repente la nave emitió un ruido metálico y se abrió una compuerta. Por ella salió un ser que tenía el doble del tamaño de una persona marciana.
Ese ser tenía la piel blanca y la cabeza transparente, la luz de las estrellas se reflejaba en la cabeza de esa criatura. Llevaba puestos unos enormes zapatos y no caminaba, sino que saltaba.
Además, en su espalda parecía cargar con algo que se conectaba a su cabeza.
Eco y sus amigos temblaban del susto y salieron corriendo, cuando vieron que la criatura se acercaba saltando hacia ellos.
Eco llegó muy cansado a su casa y al entrar le dijo a su mamá:
– No me vas a creer mamá: acabo de ver una nave extramarciana y de ella salió algo. Una criatura…- y le contó todo lo que había visto.
– Dame un momento cariño. Enseguida regreso. No te preocupes que aquí estarás a salvo – le dijo su mamá mientras caminaba hacia la cocina.
Ya en la cocina, presionó un botón rojo y se transportó en forma de holograma a la sala de reuniones con su papá y la alcaldesa de la localidad, que se llamaba RQ124.
La madre de Eco contó lo sucedido y la alcaldesa, tras escuchar todo, dijo:
– Tranquilos, vamos a enviar a una comisión para que investigue lo sucedido. Por lo pronto díganle a los niños que se queden en sus casas.
La señora Ratzy, madre de Eco, se desconectó y volvió con su hijo para acompañarlo y distraerlo viendo sus programas favoritos.
Sin embargo, Eco sintió mucha curiosidad y cuando su mama se descuidó fue a llamar a sus amigos para animarlos a investigar qué era lo que pasaba.
Decidieron salir a escondidas al sitio donde vieron a la criatura por primera vez. Una vez en el sitio, notaron que el extramarciano seguía allí, como si los hubiera estado esperando.
Como pudo, el extramarciano les hizo saber que necesitaba ayuda con su nave.
Los niños marcianos, asustados, no le creyeron al principio, pero luego se dieron cuenta de que en verdad tenía problemas, así que decidieron volver a la aldea y encontrar apoyo.
Al contarle a sus padres lo ocurrido, tuvieron que escuchar un regaño por desobedecer y por haberse expuesto sin la compañía de sus padres. Pero después, aceptaron asomarse a ver de qué se trataba.
Al llegar al lugar del “encuentro”, notaron al extramarciano intentando sin éxito reparar la nave y, aunque no dejaban de sentir miedo, lo ayudaron.
Después de un rato de señas, dibujos y trabajo en equipo, lograron dar con el fallo de la nave y repararla. El extramarciano subió a su nave, agradeció la ayuda y se fue.
Todos se quedaron mirando a las alturas del espacio y pensando en cuándo volverían a vivir algo parecido.
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