Si le vieran caminar con sus dos botellas bajo el brazo, con la cabeza casi balanceándose como un péndulo, vestido como un estibador, creerían que era un pobre imbécil, pero no era así, era el Chango, el más pendejo de todo aquel barrio, cargando sus dos botellas de leche de tigre que era para la resaqueada de la noche anterior, y no se vaya a pensar que era para él, no, no era así, sino era para vendérselas a sus amigos resaqueados, pues ya se había tomado la mitad, la otra la había cubierto con un poco de harina de chuño, para solapar, pe... Y bueno, el Chango caminaba por la madrugada cuando vio a dos tombos que frenaron el auto y fueron tras sus patas. El pendejo dejó a un costado las botellas, corrió como siempre, casi volando. Saltó una verja y cayó sobre un basural. Allí al costado había una montaña de mierda de perros, borrachos y gatos... El Chango no lo pensó más. Se tiró de cabeza y se metió en toda la mierda que pudo en la cabeza, como una peluca... Y así, se paró y salió del basural, campante, rumbo hacia los policías. Apenas le vieron, los tombos pensaron que el Chango había enrubiado, pero a medida que se le acercaba, llenaba todo el ambiente de un olor a huevos podridos. Luego, cuando descubrieron de lo que estaba cubierto, se dieron media vuelva y se largaron, lanzando maldiciones... El chango sonrió con su risa medio estúpida, volvió por sus botellas, y vio que se había rociado una poca. Se sacó el pincho y orinó un poquito adentro de las botellas, tan solo para cubrir el restante, y volvió su caminata hasta llegar a su casucha. Entró, se bañó, y salió rumbo a donde sus amigotes... Apenas lo vieron, le recibieron, le pagaron y el Chango sonrió, contento, se dio media vuelta no sin antes mirar a la novia de uno de ellos y pedirle una tarde de intimidad. Todo esto le dijo con sus ojos grandes y descolgados de idiota, y esa sonrisa de tonto vivo. El salió primero, y luego, ella... Fue todo un trancazo, una enredadera de serpientes que duró hasta noche... Agotado, el pendejo se vistió, y luego, mandó a la chica a tirar por la calle. La mitad chica ¿eh?, dijo el pendejo... Sí, la mitad, dijo ella... La vio salir mientras apretaba los billetes en sus manos, que le había arrebatado de su cartera…
San isidro, agosto de 2006