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Categoría: Aventuras

El Color del Sentimiento

La puerta de su choza estaba apolillada, pero aun cumplía su militar función, de guardar su secreta y pequeña intimidad. Era las diez de la mañana y sintío pocas ganas de vivir; los años a cuestas eran ya muy pesados; deseó dormirse por siempre…, pensaba que había hecho lo necesario…esperando y esperando, y si algo había aprendido era que no había un sólo dia en que no fuera igual de aburrido y gris que el dia anterior. Como un bicho, un sentimiento aún chispeaba en su alma, como un rayito de luz, era aquella inquietud, el anhelo de que algún dia, y quizás hoy todo sería diferente; aquel brillo dorado de esperanza, de felicidad, de bienestar, de aquello que no sabía que era, lo empujaba todos los dias a salir hacia el gris y descolorido mundo, en la busqueda de su destino, de su vida, de aquello que le de color a su vida.
- Si podría ser hoy - Con esa desición, se paró, cogió sus viejas ropas y salió de su casa
rumbo a la calle.
El Sol brillaba, y sus rayos cegaron los ojos tristes del viejo, sintió seca su garganta; tapandose la vista fue en busca de un poco de agua. Caminó hacia la cañeria, y en su andar veía a muchachos tirados por el arenal al borde de cada esquina, gente viviendo dentro de chozas de latón y cartón…
- La Miseria…Todo gris – suspiró; llegó al cañó y sació su sed, lavó su cara y con sus
ropas secose el rostro. Los perros callejeros se acercaron, jaloneandole las ropas, pidiendole agua; el viejo les dió de beber sintiendose bien consigo mismo, comenzó acariciarlos y el afecto fue compartido; los perros lamieronle las manos y la cara; el viejo se paró y los perros lo siguieron por un momento, luego se alejaron del hombre en busqueda de alimento.
Bajó de los polvorientos cerros y ya en la calle buscó el camino que lo llevaría a su esquina, lugar en donde durante años vendía golosinas y gaseosas. Llegó a un garage y buscó su carretilla de trabajo, pagó al guardian del garage y la sacó rumbo a su puesto en la esquina de siempre, luego de instalarse comenzó a cantar…
- Caramelos…Jugos…Dulces…Señor…Señorita - su voz era como un aullido cargado de
soledad y tristeza.
Las personas pasaban apuradas y algunos de ellos comprabanle alguna golosina o jugo, lo saludaban cordialmente pues lo veían como parte de la calle, parte de la sociedad, un extremo de la pobreza, el equilibrio entre los que tienen y no tienen; excepto aquel instinto de supervivencia. El viejo miró su caja de dinero, que poco a poco al cabo de algunas horas comenzó a llenarlas de monedas; se tomó un jugo tratando de saciar su sed ante el abrazador Sol que calentaba despiadadamente a todas las criaturas del lugar. De pronto el chirriar de unos frenos y el sonido sordo de un choque le llamó la atención, vió como todas las gentes miraban hacia el lugar de aquel suceso, todos quedaron inmoviles sin esbozar palabra alguna; el correr de una manada de muchachos rompieron el encanto del momento, vioseles llegar al lugar del incidente; sin razón alguna el viejo dejó su carreta y con el jugo aun en la mano fue hacia aquella ronda animada. Vió en el centro del circulo a una niña tirada por el piso, al costado a una mujer muda de espanto junto a su coche; el viejo se acercó y cruzó el anillo humano, llegó hasta la mujer, la miró, y luego se agachó hacia la niña, la cargo y acarició su tierna cara; de pronto la niña abrió los ojos y como despertando de un oscuro sueño lo primero que vió fue el rostro del viejo, cruzaron sus miradas, y una chispa de luz iluminó sus almas. El viejo le dió de su jugo y la niña despues de beber rompió a llorar. Al momento llegaron los paramédicos arrancándole a la niña de sus brazos, empujándolo a un rincón; rompiendo aquel brillante momento en que dos almas se tocaban.
Poco a poco, las gentes, los muchachos empezaron a seguir sus usuales caminos, él fue de regresó a su esquina y con un sabor amargo en el alma, clamó:
- Jugos…Caramelos…Chocolates…Señ..or…Seño..ri..ta.. – no pudo seguir, su corazón se
le oprimió y, lágrimas caían de sus ojos sin poder contenerlas, como si hubiera caído al fondo de su alma, encontrando un oceano de tristeza y soledad; el dique que contenía sus sentimientos se quebraban poco a poco y, un mar de lágrimas y llanto salían del fondo de su ser. No supo cuanto tiempo pasó, solo recordó que sentado se encontró, al borde de su vieja carretilla – Nadié me ha visto, felizmente, que verguenza – pensaba. Comenzó a sentirse más limpio y ligero, como si hubiera expulsado algún demonio que moraba en su interior. Sonrió, secose la cara y dispuso a guardar su carreta.
En camino a su casa, y en la subida a su polvoriento cerro, los perros y las gentes del lugar acompañaron con sus miradas, el pesado andar del viejo solitario; cuando entró a su choza captó que no entraba solo…había como un calor…una presencia…
Después de comer, dispusose a dormir, aunque estaba cochambroso sentiase depurado; se tumbó en su lecho y antes de cerrar los ojos rezó a Dios que lo haga descansar y no lo despierte mas.
Tuvo un sueño; se hallaba en una inmensa casa, llena de salones y muebles, iluminados por bellas lamparas suspendidas al techo, que pintaban todo, de un color celestial; las amplias paredes estaban adornadas por cuadros con escenas de paisajes naturales, y personas dichosas; caminaba por aquel lugar que extrañamente lo sentía como suyo. En una de las esquinas vió al centro de un salón una entrada en forma de arco, y de ella irradiaba un magnetismo y un resplandor atrayente; sin dudar un instante se encaminó hacia el umbral, de pronto el ruido del respirar y el movimiento de cuerpos inquietos prendieronle el foco interno de la intriga. Asomó la cabeza y vió a un grupo de personas que visiblemente lo esperaban.
- Pase adelante por favor – escuchó una voz calida y femenina, pasó y pudo ver a un gran
grupo de mujeres, todas desnudas, irradiando un ligero color rojo que entornaban sus bellos cuerpos, todas de bellos rostros, ojos dulces y calidas sonrisas. Se vió como un transgresor en medio de seres angelicales.
- Tome asiento por favor – escuchó nuevamente la misma voz; buscó su mirada y vió que
era la más hermosa de todas; parada delante de todo el singular grupo. Caminó y buscó un lugar en donde sentarse, encontró un sillon blanco y al costado, una mesa con un jarron con un liquido de color rojo; de pronto escuchó la misma voz que preguntabale – Quién es Usted?
- Yo? – respodió el viejo, que por alguna razón no podía recordar su nombre, su pasado, ni
nada; se rascó la cara y con ingenuidad respondió – No lo sé… - todas la bellas mujeres anotaron la respuesta que el viejo daba sobre extraños objetos, como un tablero pequeño de color rojo.
- A que se dedica usted Señor? – continuó preguntando la misma mujer.
- Yo? – se quedó aun mas atolondrado; al no saber que decir, exclamó con vigor – No lo sé!
- igualmente anotaron su respuesta, con total tranquilidad, mirandolo con ojos llenos de
afecto.
- Tiene usted un anhelo, Señor? – prosiguió la bella fémina.
- Yo… - cerró los ojos y comenzó a buscar dentro de si mismo alguna luz que le indicara la
respuesta a la pregunta que le hiciera la dulce e inquisidora mujer. No encontraba nada; de pronto apretó los puños impotentemente, y le salió una voz como un quejido – Dios mio! – al instante sintió una calida luz que le calmaba, lo llenaba; sintiose Bien. Abrió los ojos y respodióle tímidamente – Quiero…Sentirme…Bien…Bienestar – la bellas mujeres se miraron unas a otras, se juntaron y conversaron breves momentos, luego la mujer que preguntaba se le acercó, y le dijo:
- Señor, si ese es su anhelo, aquí le entregó un encargo de una vieja amistad, que nos
pidió concederle su mas sincero deseo – el anciano no tenía idea de que amistad se refería; extendió su mano y recibió un sobre de carta cerrado, quizo abrirla al instante…De pronto sintió unos golpes en aquel lugar celestial que tronaban como campanas… Y de golpe despertó. Abrió los ojos y comenzo a fijarse en donde se hallaba; la ventana que por la fuerza del viento se abria y cerraba, golpeaba la casa del viejo; lentendió que estaba en su casa; los dolores de su gastado cuerpo, el olor fetido de su choza, lo hizo entender que había soñado…habia vuelto a su gris realidad.
Se paró, miró sus manos y a su pesar no encontró ninguna carta; aun estaba oscuro como su entendimiento. Suspiró y se dijo a si mismo – Sólo fue un sueño…Sentirme…Bien…Como? - Miró el cielo infinito, sintiose tan pequeño y tan nada que comenzó a llorar desoladamente…Regresó a su lecho y trató de seguir durmiendo, esperando encontrarse con aquel deseado sueño, con su carta; tenía la esperanza de que en élla estaría la respuesta a su más grande anhelo; durmió pero no soñó nada especial.
Se levantó temprano, tuvo un impulso natural por salir fresco a la calle, y asi lo hizo, caminó y caminó sin rumbo fijo, olvidando por completo su diaria labor; después de andar largo rato vió cerca de un bello parque un Hospital muy grande y bonito a la vez; lo que más le llamó la atención fue el color rojo del dispensario. Se acercó y en la puerta encontró un guardián impidiendole la entrada; preguntole que deseaba y el viejo no supo que decir, entonces recordó el accidente del dia anterior; mintiole al guardian diciendo que venía a visitar a la niña accidentada. El hombre lo dejó pasar, y el viejo aun desconcertado pasó hasta hallarse en recepción con una enfermera; le hizo la misma pregunta y él le rspondió igual que al guardian. La mujer lo miró fijamente y le pidió que esperase un momento; tomó el fono avisando que alguien había venido por la niña; después de esperar breves momentos, el anciano vió acercarse a un sacerdote y a una enfermera en dirección suya, y cuando estuvieron frente a él; sintió que lo miraban fija y seriamente.
- Es usted pariente de la niña accidentada Señor? – preguntole el señor cura, con aire
desconfiado; el viejo miró al sacerdote y un poco asustado, por la situación en que se encontraba, movió la cabeza en señal afirmativa – Si es así – continuó el señor cura – Tengo una lamentable noticia …Señor la niña ha pasado a mejor vida…Le doy en el nombre de Dios mis más sentidas condolencias – el viejo se quedó helado, sintió que un puñal le atravesaba el corazón, llegando a doblarse por aquel hondo dolor, aun así se sobrepuso – Antes de irse de nosotros, - siguió el cura - la niña dejó escrita una “carta” que suponemos es para sus parientes; como hasta el momento no ha venido nadie mas que usted, asumimos que es su único pariente…Tenga la carta – le ofreció la carta, y el viejo con las manos temblorosas la cogió …era su “carta”; el cura le cogió de los hombros ante la mirada doliente de la enfermera y le dijo al viejo – Por favor señor, le ruego que pase a nuestras oficinas para firmar uno papeles... – el viejo se soltó de los brazos del sacerdote y comenzó alejarse del Hospital ante los gritos de la enfermera y el cura; no estaba hullendo, caminaba con su carta asida de su mano, con los ojos llorosos, con emociones encontradas, unas de pena y otras de alegría; salió y caminó hasta encontrar una banca en medio del hermoso parque; sentose y miró al cielo aun con los ojos llorosos, escuchó el canto de las avecillas que revoloteaban por los aires en juegos amorosos; la brisa del cielo que mecía las cabezas de los inmoviles arboles, que cubrían de sombra y filtraban pequeños rayos dorados que alumbraban caprichosamente la cara llorosa del anciano; cerró los ojos y con su mano secose su rostro aun mojado por las emociones, que poco a poco se apagaban; abrió la carta y desdobló un pequeño papel que decía:

“ Gracias…Gracias…
Que Diocito lo alumbre
Y llene sus dias de Sol
Y cuando caiga
Que encuentre en los ojos
El color de la Piedad…
Y así pueda caminar y caminar…
Hacia un lugar
En donde solo halla
El color de la Bondad”

Cerró la carta, y la guardó; respiró profundo…Algo en él le decía que: Todo esta Bien; un sentimiento lo inundó…llenando su alma de plenitud. Caminó hacia su casa, y cuando llegó comenzó a limpiarla y ordenarla; luego se bañó y limpió sus ropas. El atardecer ya caía sobre el mundo; el anciano abrió su puerta de par a par…Y vió que aun todo estaba sucio, desordenado, miserable; pero aun así…Sintió que Todo estaba Perfecto; sonrió y su corazón se abrió…Se tiró al suelo y besó la tierra…Una luz lo iluminaba, y pintaba su rostro del color transparente del agradecimiento…Sintiose vivo…por primera vez…
Datos del Cuento
  • Autor: joe
  • Código: 1168
  • Fecha: 26-01-2003
  • Categoría: Aventuras
  • Media: 4.24
  • Votos: 55
  • Envios: 6
  • Lecturas: 7471
  • Valoración:
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