EL CORAZÓN DE LA GUITARRA

Había una vez un niño que se llamaba Pío y era muy rico y malcriado, porque pidiera lo que pidiera sus tres mayordomos se lo daban al instante.
Así pues, el día en que el chico cumplía once años le regalaron una guitarra. La miró y se fue con ella a su habitación y empezó a tocar.
Como nadie nace sabiendo, a él no le salía como en los conciertos que había visto. Se enfadó y dijo:
-¡¡MAÑANA MISMO TE LLEVO AL VERTEDERO!!
Y acto seguido rompió en llanto. Siguió llorando toda la noche al igual que la guitarra, aunque de eso nadie se enteró. A la mañana siguiente se despertó el primero y se fue a las escondidas, por si las moscas con el instrumento bajo el brazo.
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Conozcamos a otro de los personajes:
El tataratataratataratatarasobrino-nieto de Aladín. Se llamaba Chema. No era árabe como su antepasado, pero si era pobrísimo como Aladín.
Solía robar e ir al vertedero porque allí la policía no entraba por cosas como las ratas, el olor, el asco...
Chema encontró la guitarra y como una vez leyó un libro que en su tapa estaba escrito en unas grandes y relucientes letras doradas y plateadas:
“INSTRUMENTOS DE CUERDA“
Lo leyó y por eso sabía tocarlos. Su deseo siempre fue tocar uno y por ello se puso muy contento.
La cogió, la tocó y grito con una sonrisa de oreja a oreja:
-¡Ni Andrés Segovia!
Se fue a una academia para concierto como los que oía Pío en su carísimo discman para niños.
Por supuesto que lo aceptaron.
Chema tenía la misma edad que Pío.
Pasaron 10 años.
Chema era muy famoso con su grupo:
“EL CORAZÓN DE LA GUITARRA”
Un día, el grupo de Chema actuó en la ciudad en la que residía Pío, este fue, obviamente estaba en el palco.
Cuando el grupo de Chema entró al escenario, Pío fijó sus ojos en algo. Y ese algo era:
¡¡¡¡SU GUITARRA!!!!
Y así Pío se dio cuenta que alguien con más empeño que recursos económicos pudo usar bien el corazón de la guitarra.