Después de viajar y viajar, dejando atrás su pasado y pesar, vio a la distancia, el lugar que tanto había soñado. Profundamente aspiró aquellos aires virginales, y, como un forastero, se introdujo al interior de aquel enjambre verde de estáticos seres. Y llegando a un claro del boscaje, clavó las estacas disponiéndose a acampar. Cuando la noche llegó, la soledad y el recuerdo, le penetraban como bichos el alma, tratando de nublar su nueva aventura; y escapando de aquel tormento, salió a caminar por el monte en busca de tranquilidad.
Mientras paseaba, la luna iluminaba aquella verde frondosidad, y podía escuchar los gañidos de sus moradores; y de pronto, el silencio de la noche estrellada le inundó de paz... Satisfecho y agotado, regresó a su carpa a reposar.
En uno de sus noctámbulos paseos, encontró un árbol tan grande, como muchos árboles juntos, y tan viejo, como el mismo tiempo... De lo imponente que era, le miró de arriba a abajo, y de un lado al otro, y después de abrazarlo y medirlo, se echó arrobado a dormir en su regazo...
De pronto, el viejo árbol sintió un extraño calor en sus raíces; abrió sus ocultos ojos cubiertos por ramas, y encontró a una hermosa y extraña criatura que reposaba a sus pies; y en lo hondo de sus raíces, sintió el impulso por cobijarlo, y con el movimiento de una de sus ramas, hizo caer gran cantidad de hojas secas, protegiéndole del frío y la humedad. Luego de realizado esto, llamó urgido a los habitantes del bosque.
Cuando todos llegaron, vieron a un extraño y bello animal en el regazo del viejo árbol. Las aves, los lobos, los insectos, los reptiles y demás plantas, se juntaron a su alrededor para hablar del extranjero; unos decían que, había que escucharle, y luego, hablarle; otros, que había que cuidarle; otros, que habría que devorarle... Hubo tanta controversia que el sabio búho intervino diciéndoles que había que observarle, midiéndole sus pasos, con actitud previsora... Mientras tanto, había que esperar. Todos le escucharon, y guardaron silencio.
Fue uno de los lobos quien contó que le había visto pasear por las noches, contemplando la luz de la luna, y al igual que él, en total soledad, pero, percibía su olor cautivante, y por ello le temía... La ardillas contaron que lo vieron trabajando sin parar a la luz del Sol, al igual que ellos, pero, veían en sus ojos un extraño brillo, como el día y la noche, y cuando hablaba, parecía como si el cielo cantara, y por ello, le miraban con cautela... Los bichos y reptiles murmuraron que aquella criatura estaba poseído por un demonio que lo empujaba de un lugar hacia otro, sin ningún orden ni dirección, y por ello, era una muy peligroso... Después de escucharse, unos a otros; todos decidieron aceptar los consejos del búho.
Todos se fueron dispersando cuando ya amanecía, mientras los insectos, sin hacer caso a la sabia decisión, le inundaron y pincharon en uno de sus brazos, causando su nervioso despertar, y de un solo manotazo, aplastó a los molestosos bichos... Se paró, y contempló al arcaico tronco, y aspirando el aire matutino, retornó a su hogar.
A la mañana siguiente, fue nuevamente hacia el viejo árbol, y con una gran hacha en los brazos, comenzó a derrumbarle, ante la mirada alarmada de todos sus habitantes. Y cuando cayó sobre la tierra, un temblor resonó en todas las almas del bosque; jurándose que nunca más volverían a hablar de aquel hermoso, extraño y peligroso animal...

JOE 06/10/03