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Para comenzar a armar su nueva familia después del matrimonio, Arcelia y Sergio buscaban una casa la cual convertir en el hogar de sus sueños. Hubo una en especial que captó su atención pues era de arquitectura americana que resaltaba de entre las demás, junto a eso tenía también un ático, cosa que ninguna otra de las que habían visto podía ofrecer, de inmediato imaginaron que Sergio podía instalar ahí sus maquetas personalizadas y sus más de 200 trenes, gusto que también le inculcaría al hijo que esperaban.
Amueblaron poco a poco su casa durante varios meses, los detalles de decoración le quedaron a Arcelia mientras Sergio subía al ático tan solo 45 minutos diarios, no mas, pues también quería dedicarle tiempo a su familia en formación.
Una tarde en la que Arcelia acomodaba las compras del mercado escuchó algunos ruidos en el ático, pensando que era Sergio que al llegar temprano había aprovechado para tener lista la maqueta antes de la llegada del bebé tomó los ruidos como algo natural. Unos minutos después su marido entró por la puerta de enfrente, ella un poco desconcertada le dijo de lo sucedido pidiéndole que pusiera trampas porque no quería encontrarse con alguna rata entre su comida.
Cuando Sergio subió a instalar sus trenes revisó un poco, pero no pudo encontrar rastros de ratas, fueron a dormir con tranquilidad, pero a mitad de la noche el ruido no los dejaba pegar los ojos, -Sergio ve a ver qué haces con esas ratas o si no tendré que subir yo- dijo la mujer un poco fastidiada –no mi amor tienes prohibido ir allá con esa pancita, no quiero que les vaya a pasar algo a ti y al bebe-. Sergio se levantó entonces tomando una escoba para al menos acabar con las ratas a golpes.
Cuando Sergio subió no pudo ver ninguna rata, pero sí que los trenes volaban por el ático, que las piezas de sus maquetas caían y que en la caja de su tren favorito parecía que alguien buscara algo con desesperación sacándolo todo y arrojándolo los lados, por más que intentó ver que o quien los causaba, nada se reveló ante sus ojos, bajó entonces con el rostro algo desencajado y cuando Arcelia le preguntó por lo sucedido el dijo –Es mas de una rata, mañana traigo las trampas después del trabajo, si quieres ve con tu hermana un par de días mientras las atrapo-, la mujer accedió, pues no quería toparse con alguno de esos indeseables animales.
Sergio y Arcelia salieron temprano por la mañana, la dejó en casa de su hermana y el volvió con algo de preocupación a la casa, pues mientras salían pudo ver por la ventana del ático un niño que agitando su mano se despedía de ellos.
Cuando subió al ático no podía ver nada, pero las risas del niño se acuchaban alrededor de él, -Jugamos a las escondidas- Le dijo una voz –De acuerdo pero primero necesito verte- -Encuéntrame- , un poco desesperado Sergio buscó por cada rincón, sin suerte alguna, pero; mientras abría la caja de su tren favorito, el niño saltó sobre él, con el rostro lleno de cicatrices, algo pálido, el cabello reseco y maltratado le dijo –Me gustan mucho tus trenes- Sergio no podía creer lo que veía, el niño no parecía un fantasma, si nomas bien un pequeño algo descuidado, desnutrido, por su delgadez y palidez. Aunque su rostro estaba chupado y sus ojos saltones, Sergio olvidó el miedo de pronto. Le ofreció al niño los trenes a cambio de que se fuera de ahí porque Arcelia podría no entender y temerle un poco. –No quiero irme de aquí- el niño gritó enojado, flotando por la habitación como bolsa en el viento, tiraba todo a su paso, su cuerpo se hacía traslucido, y una especie de polvo lo rodeaba, los ojos salieron de sus cuencas, la lengua colgaba fuera de su boca llena de colmillos afilados que le hacía sangrar los labios. En el momento que Sergio quiso huir, lo tomó por los pies, tirándolo al piso se sentó sobre él y viéndolo fijo a los ojos le dijo –Yo te escogí a ti para que seas mi papi, cuando traigas al bebe tendré un cuerpo más bonito-. El Hombre dio un grito de horror tan fuerte que el rostro del niño voló como polvo al soplarlo, su cuerpo se deshizo sobre Sergio llenando su boca y dejándole un sabor muy amargo…
No permitió que su esposa volviera a casa, la olvidaron por completo, no sacaron de ella ni una sola cosa, de hecho nadie lo hizo, porque se puede ver por la ventana el fantasma en el ático, su rostro expresa profunda tristeza y la ira para aquellos que se acercan no tiene fronteras.
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