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El Gato con Botas

En un pueblecito de la campiña vivía hace muchos, muchos años, un anciano molinero con sus tres hijos. Un desgraciado día el molinero falleció y deja en testamento: Al hijo mayor el molino; al segundo hijo el asno y al de menor edad su gato. Pasados unos días los hermanos mayores deciden asociarse para sacar mejor provecho a los bienes heredados.

Por el contrario, el menor de los tres no estaba satisfecho. Al llegar a casa toma sobre sus rodillas al gato y mirándole exclama:

-¡Esta es mi herencia!¡Pero que voy a hacer contigo, si no puedo mantenerme a mí mismo!

En ese momento, el gato que ve que su nuevo amo está pasándolo mal, habla:

-¡Eh! ¡No te preocupes amigo mío! Todo se solucionará. Te aseguro que puedo serte útil.

El joven sorprendido le dice: -¡Así que hablas! ¡Es un buen punto a tu favor! Pero eso no resuelve mis problemas.

-¡Al contrario! –  responde el astuto gato – ¡Confía en mí! Tan sólo necesito un bonito traje que favorezca mi figura, un sombrero con muchas plumas y un par de botas de mi número.

Cuando obtuvo lo que había pedido y se viste con su magnífica ropa, el gato inicia su plan.

Cogió un saco, una cuerda y un puñado de salvado del molino y se fue al bosque. Preparó una trampa y capturó unas codornices. Poco después con el saco a la espalda, silbando de alegría se presenta a las puertas del Palacio Real.

Ya en el salón, el gato se inclina ante el rey quitándose el sombrero de plumas.

-¡He aquí, Señor, unas deliciosas codornices, que mi amo El Marqués de Carabás ha cazado expresamente esta mañana para vos!

El Rey mira complacido y agradece el presente. Desde entonces no pasa un solo día sin que el gato se acercara a la corte, de una u otra manera, llevando caza o pesca para el Rey. Naturalmente, se suponía que todos aquellos presentes los había capturado el mismísimo Marqués de Carabás, el amo del gato con botas, tal y como llamaban todos a nuestro joven amigo. Durante varias mañanas, el gato, apostado en un árbol cercano al río, observa como la carroza real hace el mismo recorrido todos los días, y rápidamente, se lo hace saber a su amor para preparar el siguiente plan, diciéndole:

-Es absolutamente necesario que mañana por la mañana te des un baño en el río. ¡No preguntes y sigue confiando en mí! ¡Ah! Recuerda que tú eres un gran señor, El Marqués de Carabás.

Y así lo hicieron. A la mañana siguiente, mientras el joven se daba un baño en el río, el gato aprovecha un descuido y le esconde la ropa detrás de un matorral. Cuando ve que la carroza real se acerca al lugar, sale a su encuentro gesticulando y gritando:

-¡Ayuda! ¡A mi señor le han asaltado mientras tomaba un baño en el río, y le han robado sus preciadas ropas y la caza!

La Carroza Real se acerca hasta el lugar. El Rey y su hija salen al encuentro preocupados por el desafortunado incidente.

-¡Escudero! Acude presto a Palacio y trae uno de mis mejores trajes al Señor Marqués, para que se pueda vestir con arreglo a su linaje.

-Majestad, no sé cómo agradecéroslo –dice el supuesto Marqués, aún dentro del río-.

-¡Ah Señor! – le interrumpe el Rey- ¡Ni lo menciones! ¡Me he sentido muy halagado con los presentes que vuestro gato me ha ofrecido!

El Escudero regresa con el traje y el gato ayuda a vestirse a su amo. Aprovecha ésta situación para advertirle que no hable nada en concreto y recuerde que es el Marqués de Carabás.

-Me voy, tengo que hacer unos asuntos urgentes – y dicho esto el gato con botas se aleja corriendo-.

- Demos un paseo y conozcámonos mejor que ya teníamos ganas mi hija y yo – convida el Rey.

Al llegar a unas tierras donde había unos campesinos trabajando, el gato se acerca y …

-He de deciros que la Carroza Real pasará por aquí, si el Rey os pregunta de quién son estas tierras, diréis que son del Marqués de Carabás. Mi amo, el Marqués, os recompensará-.

Así sucesivamente fue diciéndoselo a todos los campesinos que encontró a su paso. Al poco rato, aparece la Carroza, y el Rey les pregunta de quién son las tierras que trabajan. Ellos responden al unísono, según lo acordado:

-¡Del Marqués de Carabás!

Así prosigue la carroza el paseo, con el Marqués atónito, y el Rey y su hija complacidos. El gato, entretanto, llega a las puertas de un castillo, y exclama admirado:

-¡Esto sería ideal para mi amo! ¿A quién pertenecerá este castillo?

Pregunta a un campesino y éste le advierte que en él vive un gran ogro, sin embargo, nuestro amigo, está decidido a entrar. Una vez dentro empieza a notar un cierto temblor en las patas. Abre una puerta que da a una gran sala donde está…el Ogro. El Ogro al ver al gato en su castillo, se levanta gritando:

-¡Maldita sea! ¡Cómo te atreves a molestarme!

El gato, armándose de valor, responde:

-Pasaba por aquí y sentí curiosidad por conoceros. ¿Sabéis que sois muy famoso y que se habla muy bien de vos?

-¿De veras? – contestó halagado el Ogro-.

-Y dicen que os podéis transformar en cualquier animal. ¿Eso es cierto? – pregunta el gato-.

-¡Naturalmente! ¡Ahora mismo te lo demuestro!

El Ogro se convierte en un gran león. El gato se asusta tanto que se esconde debajo de una silla.

-¡Si, si! Ya lo veo… eso está muy bien. Pero por favor ¡Basta! Volved a ser como antes –le pide el gato, muy asustado-. Ya veo que os podéis hacer grande, pero ¿podríais convertiros en un animal muy pequeño?

-¡Claro que si! ¡Di el nombre del animal que desees y lo haré al momento!

El gato relamiéndose los bigotes dijo:

-¡En un ratoncito!

Al momento, el Ogro se convierte en un pequeño ratón y el gato se lanza de un salto sobre él y se lo come. Cuando la carroza del Rey acierta a pasar ante el Castillo, el gato con botas, sale a su encuentro tras haber preparado el recibimiento.

-He aquí, Majestad, el castillo del Marqués de Carabás, sed bienvenidos vos y vuestra hija.

Así fue como el hijo menor del molinero, sin comerlo ni beberlo, se vio con tierras y un majestuoso castillo donde vivió feliz con la hija del rey y el gato con botas a quién estará eternamente agradecido. Y como son las cosas, los hermanos que en un principio no contaban con el Marqués de Carabás, no les fue como esperaban. Tuvieron que pedir ayuda a su hermano menor, que sin reparo accedió gustoso.

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