El gol más hermoso del mundo lo hice yo cuando tenía veinte años de edad… Jugábamos contra un equipo muy poderoso y ya nos ganaban como diez a cero cuando la pelota llegó a mis pies… Aun la siento rodando, girando como un cometa perdido en busca de amparo… Sintiendo al negro respirando mi nuca, muy cerca de mi propia área, y los ojos de todo mi equipo esperando que cuidara el balón, aquella joya que nos lleva a la dicha o al pesar en un solo instante… Pero, hay cosas entre el cielo y la tierra, redonda como la pelota y de polvo como mis carnes, que nadie puede entender… Un golpe en mis espaldas alumbraron aquel genio que cada ser viviente lleva en su alma y luego, todo se dio… Aquella joya redonda y gastada de tanto rodar como el mismo planeta tocó mis pies, y luego, un cielo se abrió entre ambos, un aire veloz nos hizo aparte de todo aquel gentío de negros y seres sudorosos… Cogí el balón y la dejé girar a su propio capricho, como un mago que esconde a su conejo… El negro quedó de yeso, clavado ante aquel embrujo y la bola se hizo mi dios… Juntos corrimos como una centella hasta pasar a uno y otro ser del otro equipo… La cubrimos, la pisamos, la jalamos, la levantamos y ella, la pelota, reía como un niño a su padre… Luego, pedimos permiso a todos y salimos en busca de la mayor alegría de todo el gentío, de toda pasión… Hasta la puerta de aquel andrajoso arco llegamos… Atrás estaban los demás… Mudos. Estatuas de sal. Mientras mis piernas pegadas junto al balón bailábamos como el canto de todos los planetas… Nunca olvidaré los ojos de aquel hombrón de ojos marrones, de cabellos sucios y negros y esas manasos que buscaban mi alma, mis piernas, mi pelota… El miedo estaba sellado en su frente… Sabía que la luz de dios estaba en mis piernas y hacía allí la solté… Pasó por en medio de su frente y entró con toda su alma… Aquel balón, redondo, de cuero, agotado de tanto girar, entró, como nunca antes había entrado hacia un arco sucio y lleno de luz… Y del fondo de mi alma brotó un grito que se escuchó en todo el universo y mi ser… ¡Gol!. Si, fue gol, el único y más hermoso gol que hice en toda mi vida… Frente a un grupo de personas llenas de asombro ante mi grito y poder… Luego, llegaron las risas y el honor… Sonó el silbato final y perdimos, pero ganamos un gol, el único y más hermoso gol que metí en mi vida…