Busqueda Avanzada
Buscar en:
Título
Autor
Cuento
Ordenar por:
Mas reciente
Menos reciente
Título
Categoría:
Cuento
Categoría: Sin Clasificar

El Gran Músico

Mientras regresaba del colegio cogido del brazo de mi madre vi en una esquina, a un señor que no tenía piernas sentando sobre una especie de carrito de madera… En todo pueblo es normal ver a personas desgraciadas como aquel señor, pero éste en especial atrajo toda mi atención… Tenía un hermoso acordeón de teclas de marfil, nacarado en sus bordes de color rojo corazón que tocaba alegremente para las personas que deseaban escucharle. Me preguntaba, cómo aquel desgraciado podía expresar tanta alegría a través de su instrumento. Con gran curiosidad le rogué a mi madre si podíamos acercarnos para poder escucharlo. Ella asintió.

Mientras tocaba su bello acordeón, vimos que contorneaba todo su cuerpecillo por cada nota que salía de su instrumento, parecía que más que tocar, era él quien era el aparejo de aquella melodía… Después de media hora de enternecernos, acabó. Sacó un pañuelo blanco de una parte de su caja de madera y empezó a secarse aquel carnoso y redondo rostro lleno sudor y de lágrimas que caían como perlas hacia su ajado saco... Ante esto, todas las personas comenzaron a colocar sus monedas en el borde de su caja, a lo que él, sacaba su viejo sobrero negro y, como si fuera un Toscanini, movía el pescuezo una y otra vez en señal de gratitud. Luego, con el rostro iluminado como un santo, lo vi guardar su instrumento y empezar a retirarse hacia otro lado, tarareando siempre aquella tonadilla…

Mientras se alejaba quedó en mí un sentimiento, un eco alegre de aquella cancioncilla que me hizo viajar a través de mi juvenil imaginación por lugares llenos de ternura y pureza, pero al mismo tiempo, no podía creer que esos dedos tan duros y rugosos del tullido, crearán tan delicada armonía… Cuando reanudamos nuestra marcha con mi madre, le pregunté si podía algún día comprarme un acordeón. Ella me miró y con gran suavidad me dijo que debía preguntarle a mi padre. Apenas llegamos a la casa fui corriendo hacia mi padre a pedirle, una y otra vez, que me comprase el aparato, pero lo único que pude conseguir fue una buena promesa para un futuro bastante lejano…

Mientras me acostaba y empezaba a dormitar creí escuchar, a lo lejos, el sonido de aquel acordeón. Recordé al músico lisiado. Fui hacia la ventana de mi casa y lo vi tocando en el parque rodeado por un grupo de personas. Me vestí con lo que fuese, y salí a la calle sin que mis padres lo notaran. Corrí hacia el parque escuchando aquella conocida tonadilla, y cuando llegué, lo vi rodeado de personajes que al igual a él, parecían ser muy desgraciados…

“Hermosa melodía”, le dije. Me miró a los ojos y esbozó una sonrisa de oreja a oreja, encantadora y luminosa como la misma luna; y mientras tocaba su acordeón, comenzó a entonar una cancioncilla que hasta nuestros días, no pude olvidar… Aún me siento en aquel parque, como un niño junto a un grupo de mendigos, mirando un cielo estrellado y acompañado de una luna llena, cuando recuerdo aquel mágico poema…

“Niño mío,
soy una canción,
y mis notas son el tono de una estrella,
y mi sonar es tan grande
como el eco de una noche…

Mi hermana es una luna,
silenciosa como ni una…
y en sus pasos, niño mío,
me siento en libertad…

Mis canto es tan tuyo,
tan mío…
niño mío,
no dejes de cantar
y de reír…

Quiera dios darme un día
un aplauso,
unas gracias,
una buena compañía,
un niño y su mirada…”

Cuando terminó de clamar este poema sentí que debía irme a lo que el gran músico me dijo que, si yo lo deseaba, podría volver al día siguiente. Aquel verano, no hubo noche en que no estuviera cerca de este gran músico, pero cuando vino el invierno nunca mas volví a verle, pero fue aquello, aquel sentimiento, la semilla que entró en mi tierra interior, haciendo que un día germinaran aquellos tallos que me llevaron a ser un ser creador, un escritor... Mis padres no me compraron jamás un acordeón pero dentro de mí sentí que tenía un instrumento de verdad.

De este gran artista aprendí a escuchar la verdadera música, aquella que resuena en todo el universo y también en mi interior. Antes de desaparecer de mi vida para siempre, me dijo algo que nunca olvidaré, y que guardo siempre en mi corazón: “Un artista es aquel que saca lo de adentro hacia fuera, pero con amor”…

Joe

Surquillo, enero del 2005.
Datos del Cuento
  • Autor: joe
  • Código: 13116
  • Fecha: 26-01-2005
  • Categoría: Sin Clasificar
  • Media: 4.7
  • Votos: 37
  • Envios: 1
  • Lecturas: 3636
  • Valoración:
  •  
Comentarios


Al añadir datos, entiendes y Aceptas las Condiciones de uso del Web y la Política de Privacidad para el uso del Web. Tu Ip es : 3.143.218.180

0 comentarios. Página 1 de 0
Tu cuenta
Boletin
Estadísticas
»Total Cuentos: 21.638
»Autores Activos: 155
»Total Comentarios: 11.741
»Total Votos: 908.509
»Total Envios 41.629
»Total Lecturas 55.582.033