Hay atardeceres, cuando el sol se pone, que si uno escucha con calma, en silencio, es capaz de escuchar la voz y la música de la Naturaleza. Fue así como oí la historia de un joven que un día se topó con un majestuoso ciervo blanco en lo profundo de un bosque.Cerca oía la batida de caza que asediaba al majestuoso animal, y sin saber bien, por qué, dejó escapar al animal, despistando a continuación con falsas pistas e indicaciones a la batida de jinetes que le seguia el rastro.
Resultó que tal animal era el preferido de la reina de las Hadas, la cual, agradecida, decidió agasajar al joven con un deseo que fuese para él - Piensa qué es lo que quieres pedir, y cuando estés listo regresa a este claro y yo haré que se cumpla en honor de tan gentil acción-
El joven se fue pensativo, considerando que quizá lo mejor fuese pedir Salud, pero al llegar a la aldea, se cruzó con dos grandes amigos, a los que consideraba bastante sabios en el arte de la vida, así que les preguntó: "si pudieseis pedir un deseo personal, qué pediriais? quizá salud?-. El primero de sus amigos dijo, quizá fuese mejor pedir dinero, pues con él, podrías costear a los mejores médicos, además de otras muchas cosas. El segundo amigo, discrepó - ¿Para qué quieres salud o dinero sin alguien con quien compartir todo lo que esas cosas pueden granjearte, la felicidad q pueden brindarte? Pide Amor.
Así que el joven, continuó su camino aún más confuso que antes. El joven acudió al claro con la esperanza que aquel bello sitio le inspirase. La Reina de las Hadas, al ver al joven que había salvado a su ciervo, fiel a su palabra, apareció ante el joven, a lo que éste le confesó sus dudas - No sé qué pedir, si salud, amor... ¿Tú que eres sabia, no podrías darme un consejo, orientarme un poco?- El Hada, se sintió en la obligación de no dejar a tan gentil muchacho desamparado. -Muy bien, te ayudaré: ¿Por qué no pides sencillamente
SER FELIZ?-.