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El Lirio de Irdemaro

En una tierra lejana, alejada de toda civilización había un cuartel militar de resguardo fronterizo, en el hombres eran curtidos en el arte de dejar de ser, para convertirse en instrumentos de muerte y destrucción, Irdemaro Malabán, soldado raso proveniente de un anónimo poblado colombiano, era un soldado muy fiel, su obediencia y dedicación le habían valido el aprecio de toda la oficialidad del recinto, excepto del comandante del batallón, Coronel con una dolencia cardiaca que descargaba toda su frustración e impotencia en los débiles soldados recién llegados; Malabán con pocos meses en el cuartel conoció entonces a una hermosa guajira que caminaba 4 kilómetros diarios para llevar ropa limpia y planchada a los oficiales a cambio de un puñado de monedas y una que otra barra de chocolate, comenzó una amistad de conversaciones a escondidas, de regalos furtivos y de pequeñas complicidades y como es lógico el amor nació entre estos dos seres tan disímiles alentados por estas pequeñas aventuras adolescentes. El sargento que comandaba a Malabán le había advertido de la conducta envidiosa y maliciosa del Coronel, y este para congraciarse con el le regaló un lirio plantado en un hermoso jarrón indio que le había dado la guajirita. Como el amor alumbra como un faro, no tardó el coronel en darse cuenta de lo que pasaba, así que procedió a exigir a la guajirita que no volviera por el cuartel, Irdemaro fue confinado en la cocina y los breves permisos le fueron suspendidos, el Coronel, que había desarrollado un sentimiento enfermizo por el lirio, tomaba el jarrón entre sus manos para aspirar el aroma que este despedía mientras disfrutaba con aberración de su pequeña victoria. Un día de lluvia, bello como triste un teniente que como todos los oficiales apreciaba a Irdemaro le entregó un pedazo de papel, en el decía con muy mala ortografía que su novia le iba a esperar a unos cuantos metros en las afueras del cuartel esa noche, que quería verlo aunque solo fuera un rato. Corrió Irdemaro a la oficina del Coronel, al no verle le limpió el recinto y lo perfumó con alcohol de lirios que el mismo preparaba en la cocina y cuyo aroma sabía que encantaba al alto oficial, al terminar oyó la voz del coronel que le llamaba desde su habitación contigua a la oficina, desde donde le había estado viendo sin ser advertido, pálido el Coronel y con una mano en el pecho le pidió que le alcanzara el jarrón con el lirio, aprovechó entonces el soldado Malabán para pedir el tan ansiado permiso, pero el Coronel se negó, diciéndole de paso que preparara sus cosas porque había sido transferido a 800 millas de allí. Se estremeció Irdemaro Malabán de pies a cabeza, sus ojos brillaron anegándose en dos enormes lagrimas que corrieron desdibujando surcos de frustración, y salió Malabán de la habitación con la esperanza perdida, sintiendo que el mundo dejaba de existir. Aquella noche, lluviosa como había sido el día, Malabán decidió fugarse del cuartel, no podía perder para siempre a la guajirita, así que se volaba, cruzó el gigantesco patio en veloz carrera hacia la ansiada puerta de la libertad, no oyó la voz de alto del vigía, no oyó la sirena de alarma, ni el disparo de fusil que le atravesó el alma, solo se oyó cantar versos de amor mientras sus ojos lloraban, quien si oyó el disparo fue el Coronel, que con un fuerte dolor en el pecho trataba de alcanzar el lirio mientras dejaba de respirar, y miraba con horror en los pétalos del lirio el rostro de la guajirita que se reía a carcajadas.
Datos del Cuento
  • Categoría: Sin Clasificar
  • Media: 5.26
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Comentarios


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3 comentarios. Página 1 de 1
Aracelis Pocaterra
invitado-Aracelis Pocaterra 20-08-2004 00:00:00

¿Porque tus cuentos son tan tristes?, quiero ayudarte, si algún día vienes por Villa de Cura no olvides visitarme, JEJE, es broma, es bello tu cuento. 10 puntos.

Juan Andueza G.
invitado-Juan Andueza G. 24-06-2003 00:00:00

Es magistral la narración del instante de la muerte de Malaban. Lo que no me quedó claro fue la situación final del coronel ni los sentimientos de la guajirita. Muy bueno.

Jade_4
invitado-Jade_4 22-06-2003 00:00:00

Es tan triste y frustrante a la vez. Pero es bien cierto el adagio que dice "Quien aquí la hace, aquí la paga. Tus relatos de amor son de gran ternura en la forma que describes los sentimientos del hombre hacia la mujer. Continúa adelante.

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