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Categoría: Hechos Reales

El Manantial

Caminamos por la espesa hierba a través de campos silvestres llenos de flores que daban un aspecto de natural alfombra y cuyos colores se mezclaban con los diferentes verdes hasta perderse en el horizonte.

A no ser por la ubicación del sol bien hubiera pensado que estábamos perdidos, bueno la verdad es que si estábamos perdidos y aunque no era la primera vez, siempre se siente un cierto temor por lo desconocido. Bueno perdidos porque no tenemos un derrotero fijo ya que el motivo de aquella caminata era el buscar rastros de ruta seguida por Guillermo, Memo para el grupo y aunque pertenecía al grupo como uno, junto conmigo, de los precursores y fundadores ya desde hacía seis años, no era la primera vez en que se animaba a salir solo.

Pues bien en esta ocasión hacía seis semanas que nos habíamos despedido y hasta la fecha no teníamos noticias por lo que aprovechando las cortas vacaciones de Semana Santa planeamos un rápido plan de rescate.

Memo era solitario al grado que mientras nosotros nos considerábamos “lobos” a el lo ubicábamos como “águila” ya que prefería andar solo, lo cual no dejaba de asistir a las mensuales reuniones en las que planeábamos nuestra siguiente excursión o bien comentábamos los incidentes de la pasada.

Hicimos un descanso y aprovechamos para tomar un refrigerio. El agua se acababa y calculé que nos duraría posiblemente hasta la mañana siguiente pero no mas, así que sería necesario buscar donde llenar de nuevo nuestras cantimploras,

Isabel, a quien todos identificábamos como Belita, cuidaba mas su guitarra que su mismo equipaje y la verdad es que nos divertíamos más con su guitarra que con su maleta.

Así cada uno de nosotros se preocupaba más por alguna pertenencia que por todo el equipo de excursionismo.

Gilberto, al que por ahorrar le decíamos Gil, cuidaba celosamente su diario donde noche con noche vertía las peripecias y logros de la jornada que terminaba. Gloria, Goyita para los cuates, la modosita del grupo lo que más le preocupaba eran sus uñas las que por cierto siempre tenía muy bien cuidadas y arregladas de manera que por las tardes cuando empezábamos nuestro descanso nocturno, ella siempre sacaba su botellita de barniz y retocaba sus uñas no sin antes haberle dado un cuidadoso limado a fin de mantener la perfecta forma oval que siempre caracterizó sus bien cuidadas manos.

Juan José, que entendía mejor por Juanjo, era muy precavido con su catalejos mientras que Alberto, Beto para acortar, dejaría todo menos su cámara fotográfica. De mi parte lo que más iba arrastrando era una preocupación enorme ya que los comestibles empezaban a terminarse así decidí que con Gil, saliéramos a tratar de cazar algún animalillo a fin de tratar de asarlo, el problema era que solo teníamos nuestras manos y como armas solamente alguna piedra o vara. Sin desanimarnos emprendimos nuestra tarea y al cabo de unas dos horas lo único que pudimos cobrar fue una despistada avecilla que cayó bajo el fuego nutrido de cuantas piedras encontramos en nuestro alrededor.

Bueno pero esto solo fue el principio ya que el desplumar y retirar sus vísceras fueron tareas que nadie había realizado alguna vez así que después de intentos por cada uno de los del grupo iniciamos la aparente fácil tarea de asarla al fuego que ya Beto se había encargado de encender. En realidad las raciones no fueron ni con mucho, bastas pero aún así la recompensa de haber realizado todas las tareas para satisfacer nuestra hambre fue altamente recompensada por el sabor de la fresca carne.

Goyita nos sorprendió al recolectar un racimo de hierbas silvestres pero perfectamente comestibles mismas que después de una rápida rociada más que lavada, fueron aprensadas en el único utensilio metálico que llevábamos, un casco de esos que se usan más en las construcciones que en excursiones pero que siempre me acompañaba en mis correrías y aunque quedó todo tiznado por fuera, cumplió con su cometido y bien valió la pena el cambio de aspecto mismo que no duraría mucho tiempo ya que solo era encontrar algún riachuelo y su esplendor volvería a ser el original, al menos así lo pensé.

A todo esto, me dicen Sig, aunque me llamo Sigberto pero eso es una larga historia que algún día contaré. En esta ocasión me limitaré a referir lo que nos pasó en aquella que inició como una simple e inocente excursión.

Aparte de coincidir con nuestro gusto por la exploración, el grupo se distinguía por tener una variedad increíble de gustos, aficiones y ocupaciones.

Belita es romántica, pulsa la guitarra con increíble maestría rayando en el virtuosismo es Contadora pública.

Gil, el escritor y soñador, Profesor de Ética es el decano del grupo, compañero de la practiquísima Goyita es una autentica maga de la cocina, Secretaria o como se dice ahora, Asistente de Dirección.

Juanjo, Ingeniero Electricista, el analista del grupo, aficionado al "Modelismo" y sí es de aviones mejor.

Beto, el novato, audaz, medio loco, no cambia su cámara fotográfica por el mejor manjar, Y eso es mucho decir ya que es un autentico devorador, inicia sus estudios universitarios con la meta de graduarse de Medico Quiropráctico, de mi parte creo y muy firmemente que lo va a lograr.

Guillermo, Memo aficionado a la Botánica, Dentista de profesión, Solitario.

Y por último Sig, yo, Ingeniero Civil, calculador a decir de los demás, aficionado al excursionismo desde temprana edad, gusto que heredo de mi padre ya que en su haber habría de contar con varias ascensiones a todos los volcanes a nivel continental así como una excursión al K2.

Bueno pero, la cuestión en esta ocasión era, ¿Por qué estamos en plan de rescate?, ¡Ah!, Pues es una buena pregunta. Sucede que Memo en su afán por descubrir nuevas rutas se internó por primera vez en la Sierra del Istmo siendo que en el primer descenso, como posteriormente nos enteramos, perdió una mochila donde se encontraba entre otras cosas el compás o brújula así como también parte de las provisiones enlatadas. Después de un rápido cálculo decidió que valía la pena proseguir con su plan primario de iniciar en Coatzacoalcos, Veracruz y llegar en diez días a Salina, Cruz Oaxaca, para costear y terminar en Tapachula, Chiapas, en total estimaba que su paseo, como el le bautizó, requeriría de no menos de dos meses.

La excursión tenía doble objetivo. Desde el siglo pasado se mencionaba muy insistentemente la posible construcción de un canal que uniese el Golfo de México con el Océano Pacífico y ahora en pleno siglo veinte en la década de los treintas el rumor era más insistente sobre todo después de la Primera Guerra Mundial. En el grupo habíamos comentado algunas veces la posibilidad de construir un Canal Ínter costero aprovechando las múltiples lagunas que costeando cubren desde precisamente Salina Cruz y se internan más al sur en las verdes selvas de Centro América.

Pues Memo tenía la firme convicción de poder encontrar una ruta tanto para el Canal Transoceánico como para el Ínter costero y a la vez incrementar sus conocimientos que sobre Botánica poseía, así que armado de ilusiones y solitario emprendió la aventura.

La comunicación en esos tiempos no era ni con mucho expedita, sin embargo, sus cartas no fallaron cada semana durante un mes pero, cuando dejamos de tener noticias por tres semanas intuimos que algo malo estaba pasando así que ni tardos ni perezosos nos dispusimos a ir en su encuentro.

Durante el viaje se sucedieron varias aventuras, la primera empezó cuando Beto descubrió su innata habilidad para lanzar mediante una honda que fabricó con unos trozos de tela de una camisa que desgarró al pasar junto a unos afilados arbustos. Entusiasmado y más que motivado por su excelente puntería me animó a cazar alguna pieza mediana que resultó ser un jabalí salvaje que tuvo la mala fortuna de atravesársenos en nuestro camino. El impacto fue brutal al grado que el proyectil lanzado se estampó precisamente entre los dos ojos del animal, como nos habíamos apartado un a distancia considerable del grupo, decidimos envolver al animal en unas enormes hojas de la selva Teca.

Cuál no sería nuestra sorpresa cuando mostramos nuestro trofeo nos dimos cuenta que la herida producida por la piedra lanzada con la honda de Beto se encontraba totalmente cicatrizada, las hojas estaban impregnadas de un raro rocío internamente solo parte en contacto con el animal.

No encontramos una explicación lógica solo todos estuvimos concientes de que la herida producida por el impacto de la piedra, estaba totalmente curada.

Nuevamente Goyita se encargó de hacer un magnifico asado mismo que aderezó con algunos hierbas que cortó del campo. Después supimos que habían sido básicamente “Romero” y “Hojas de Laurel” las que le dieron un olor así como un sabor exquisito a la carne. En esta ocasión si que fue un gran banquete.

Después de reposar un buen rato nos dispusimos a proseguir en nuestra búsqueda siendo en esta ocasión que Gil se encargó de la vanguardia mientras a mí me tocaba la retaguardia Beto y Juanjo cubrían los flancos.

Caminamos por espacio de dos horas encontrando uno que otro rastro de Memo, No sé sí lo hizo a propósito, pero el hecho es que nos guiaba perfectamente. ¿Sería un mensaje que Memo nos dejó para seguirlo?

Al poco tiempo empezó a obscurecer y decidios acampar en una hondonada que estimamos nos protegería del viento que aunque no muy frío si llegaba a ser algo molesto.

Como de costumbre Beto se encargó de encender una fogata resguardándola con piedras de modo que quedaba muy segura y a la vez hacía las veces de horno. Belita inició un espectacular y romántico concierto que a la vez nos invitó a todos a externar nuestras dotes histriónicas y en poco estábamos alrededor de la fogata con sendas varas a las que hubimos de ensartar trozos de carne del mismo jabalí que había tenido la mala fortuna de atravesarse justo en la misma trayectoria de la piedra-proyectil que Alberto lanzó con tan buen tino.

A la luz de la fogata me pareció ver que la cabellera totalmente cana de Gil tenía un mechón negro como sí se lo hubiera pintado. No le presté mucha atención ya que pensé sería efecto de el cintilar de las llamas y de la misma oscuridad. Posteriormente en la mañana nos domos cuenta que efectivamente Gil tenía un mechón perfectamente negro y que posiblemente al paso por algún arbusto fue matizado con un tinte que de haberlo descubierto buena la hubiéramos hecho envasándolo. Adelantándonos a los tintes que posteriormente fueron lanzados al mercado.

La velada transcurrió entre románticos cantos y una que otra broma, siempre guardando la distancia y siempre tratando de cargarle la mano a alguno de nosotros, así cada uno fue blanco de las bromas que en conjunto no quedaba más remedio que aguantarlas.

Después de disponer nuestras bolsas de dormir en forma radial alrededor de la fogata nos dispusimos a dormir no sin antes trazar el plan para el siguiente día. Exploraríamos una cañada de cuyo ruido lo percibíamos en la lejanía, como un rumor. Llevábamos dos equipos de buceo además de nuestro equipo normal de excursión.

Los rastros de Memo eran constantes aunque cada vez menos claros como si se fueran disipando.

La noche fue apacible, bueno sin contar a los mosquitos que nos seguían aún después de haber tomado un refrescante chapuzón no hubo necesidad de montar guardias. De cualquier manera hicimos un circulo alrededor de la fogata.

El ruido de la selva nos despertó y nos permitió ver uno de los amaneceres más esplendorosos que nos haya tocado ver; el celaje dejaba entrever a contraluz un sin fin de diamantes colgantes que el sol formaba con el rocío una escenografía de irreales colores que solo la naturaleza pudo conjugar en danzante cintilar de esplendoroso amanecer. Me recordó el amanecer de la Cascada de los Diamantes allá por San Rafael bajo las faldas del Iztazihuatl.

El esplendor de la vista mereció la contemplación por varios minutos de completo éxtasis; Estas son las vistas que merecen un momento y que además pagan y con creces “Los Sacrificios” que representan el cansancio, el hambre, los mosquitos y mil vicisitudes más.

Caminamos por espacio de cinco horas, tiempo durante el cual se presentaron algunos incidentes menores a los que estábamos acostumbrados, algunos resbalones menores con su consecuentes raspones que no pasaban de un momentáneo ardor y... adelante, tal vez el más preocupante se presentó cuando Juanjo metió casi toda la pierna en un no muy visible grieta. Tuvimos que hacer un descanso obligado mientras Belita y yo curamos a Juanjo. ¡Ah, Cómo me hizo falta Memo en es momento!, Él si que es hábil para lo de las curaciones.

-¿Cómo la sientes?, Preguntó Isabel, dirigiéndose a Juan José.

- Bien, bastante cómoda, gracias

No hubo más diálogo, cada uno de nosotros acomodo sus cosas en nuestras respectivas mochilas y nos dispusimos a proseguir con la marcha cuando a lo lejos divisamos la tenue columna de lo que sin duda se trataba de una fogata. Calculamos la distancia y estimamos, después de un breve consenso que no podía estar a mas de unos cinco kilómetros lo que traducido a caminata debería estar a no menos de una media jornada aunque considerando la velocidad que pudiera imprimir Memo a su marcha, sí es que la fogata era de algún campamento de Él, sería imposible alcanzarlo sobretodo sí no se detenía a descansar.

Trazamos un plan en el cual Beto y Gil, los más rápidos se adelantarían y tratarían de dar alcance a Memo, bueno eso siempre y cuando se tratase de Él. Todos estuvimos de acuerdo, nos despedimos de Beto y Gil deseándoles buena suerte y esperando encontrarnos más adelante.

En el trayecto nos cruzamos con unos indígenas zapotecas a los cuales les preguntamos, y con muchas dificultades ya que solo uno de ellos medio entendía el español y casi no lo hablaba, así que hicimos uso del lenguaje universal de las señas y uno que otro dibujo en el suelo, sobre nuestros compañeros y por Memo. En ambos casos la respuesta fue negativa lo que no dejo que entrecruzáramos regalos que aunque pequeños fueron de mucha valía para ambos, al menos eso entendimos y así los tomamos nosotros.

Proseguimos nuestra ruta después de enterarnos que no se habían cruzado ni con Memo o con Beto y Gil, mas sin embargo si habían visto la columna de humo por lo que pensamos que proseguir con nuestro plan era lo más adecuado.

Las platicas se fueron sucediendo un tras otra hasta casi agotar los temas. Hablamos de Política, de la escuela, de la casa pero nunca tocamos en punto de la religión. Tal vez ese punto estaba prohibido para nosotros, bueno no precisamente prohibido sino que más bien no era el fuerte de alguno de nosotros así que preferimos no tocarlo y también por respeto a la forma de pensar de cada quien.

Isabel nos preguntó.

- ¿Cómo se explican que puedas escuchar la voz de una persona sin conocerla y sin tenerla enfrente?

- Haber explícate. Terció Juan José.

- Mira sucede que en uno de esos clubes de correspondencia fui invitada a anotarme, en principio creí que se trataba de esas pirámides y me sentí reacia a inscribirme hasta que por fin Amalia, una compañera de la oficina, me convenció y mandé mi primer carta. No tardaron en empezar a llegar las contestaciones, algunas muy simples tratando de investigar si era fan de tal o cual artista, como ustedes saben eso no es lo mío. Hasta que llegó una carta en la que no me preguntaba nada en absoluto si no más bien me contaba de sus experiencias, esta persona, que por cierto es un varón, resultó ser bastante mayor que yo pero su forma de escribir y de decirme cosa de su vida cotidanea me fue envolviendo en una atmósfera de confianza que a pesar de la diferencia de edades nos entendíamos y muy bien. Él es casado, su esposa Raquel dos años menor que él, tenían tres hijos ya en edad universitaria.

- Nunca me insinuó algo en sus cartas, por el contrario trataba de darme consejos ya que siempre decía que sabe más el diablo por viejo que por diablo.

- Ustedes saben que mi romanticismo me ha llevado a escribir algunos versos o poesías y he intercambiado algunos de mis escritos con él ya que también en sus pasatiempos incluye la escritura aunque en un forma más avanzada pues abarca desde la poesía hasta cuentos aunque no muy largos ya que como dice ...nunca podría escribir un libro..., yo creo que si podría ya que tan solo con sus cartas bien puedo formar un tomo de volumen considerable.

- Pues sucede que cuando leo sus cartas lo escucho. Se como es él ya que me envió un foto con su familia. Lo escucho, no lo imagino. ¿Creen que eso es posible?

-Bueno en muchas ocasiones nos formamos una idea de las personas por sus ideas, pero ten cuidado que puedes sufrir una decepción. Dijo Gloria, La Practica.

- ¿No me digas que a ti ya te sucedió?. Preguntó Juan José.

- No es precisamente que ya me haya sucedido lo que pasa es que hace algún tiempo me enamoré de la voz de un locutor y cuando lo conocí, ¡OH! Que decepción, totalmente diferente a la imagen que me había formado de él.

- Pero esto es diferente, han de saber que no es su físico lo que me atrae si no su forma de escribir.

Sigberto que solo iba escuchando por fin habló.

- Bueno...hace tiempo conocí a una chica a la que siempre trate como una compañera de trabajo, nunca hubo nada entre nosotros, ni la más mínima insinuación. Su trato era amable y servicial, creo que nunca fue necesario siquiera pedirle algo creo que adivinaba cuando se me antojaba un cafecito. Creo que estaba algo fuera de este mundo, ¡Imagínense!, el día de mi cumpleaños me llevó serenata y me regaló un ramo de flores, fueron rosas ... y rojas. Se adelantó a su época, ella pagaba la gasolina de mi auto de vez en cuando, ... Recuerdo su cumpleaños, me invitó al teatro y a tomar un café ya que sabía que yo no tomaba licor, ...ja ... ella compró las entradas y reservo el restaurante ... fuimos al mejor ... quería festejarse en grande, era su aniversario número treinta ... no cumplió mas ... dos meses mas tarde, ella misma se fue.

- Fue un golpe duro para varios de nosotros, los que la tratamos, pero fue su decisión. Aún no la entiendo, tenía todo, ... joven, simpática, buen trabajo, buena posición social y económica ... aún no la entiendo.

Todos habían quedado en silencio, nadie se atrevió a interrumpir a Sigberto.

- Ahora aún después de varios años de su decisión cuando encuentro algún objeto que traiga a mi memoria su recuerdo ... escucho su voz, la veo, siento sus manos tibias sobre mis manos y recuerdo los momentos que pasamos juntos sin decir nada o cuando nos contábamos nuestras confidencias ... fuimos buenos amigos y su voz la tengo presente así que si es posible que tu Isabel escuches la verdadera voz de tu amigo por correspondencia sin importar la distancia que los separe, sin importar la diferencia de edades o de situaciones ya sean sociales o económicas, si lo escuchas, si te creo.

Juan José apuntó.

- Bueno yo leí alguna vez que las palabras, los ruidos que hoy escuchamos, se quedan grabados en las materiales que nos rodean como si se tratase de una grabación más allá de técnicas descubiertas hasta el momento y a eso le atribuyo que en ocasiones haya escuchado voces en las ruinas que vamos encontrando de vez en cuando en nuestras excursiones, bueno creo que no todos estamos predispuestos a escuchar, pero a mi me ha sucedido.

- En eso te doy la razón. Dijo Gloria, algo que no tengo que contarles ni ocultar es mi gusto por la música clásica e particular por la música sacra por lo que me nace la afición de visitar los coros de las iglesias y en los pasillos y escaleras de aproximación a los coros he escuchado en ocasiones estribillos de alguna melodía famosa. En principio me ha parecido que estuvieran ensayando pero al llegar al coro no he encontrado a nadie mas que a organista al que por temor nunca me he atrevido a preguntar o siquiera a comentar esto que ahora les digo a ustedes, mis amigos.

El tiempo y la distancia pasaron si sentir y cuando menos lo esperábamos Gilberto y Alberto caminaban en sentido contrario a nuestro encuentro. Por la cara que traían no podían ser mas que buenas noticias.

Efectivamente, cuando nos reunimos y empezaron a contarnos sus peripecias nos dijeron todas las vicisitudes por las que habían pasado pero por las que al fin habían encontrado a Memo.

Empezaron por platicarnos la cantidad de obstáculos que fueron encontrando pero que al fin fueron recompensados por el hallazgo de Memo.

- Bueno pero, ¿Dónde esta Memo?

- Bueno, no me lo van a creer pero esta en un autentico paraíso, tienen que verlo para creerlo.

- ¿Cómo?, cuéntanos dijimos casi a coro.

- Pues sucede que Memo llego a un manantial del cual brotan aguas casi milagrosas, bueno esto sería exagerar, tan solo son aguas minerales de una transparencia semejante al cristal y de un sabor que mitiga no tan solo la sed sino también el hambre. ¡vamos! Tenemos que regresar.

Era tal el entusiasmo de Gil y de Beto que casi nos olvidamos de nuestra platica, simplemente los seguimos dejando detrás una estela de bellos recuerdos que nos acompañarían por el resto de nuestras vidas
Datos del Cuento
  • Categoría: Hechos Reales
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