Un artista tocaba una flauta en una sala de teatro. De pronto, dejé de escucharlo. Lo vi levantarse y acercarse al lugar en que me hallaba. Cuando estuvo frente a mí, me mostró su flauta y dijo:
- Es tuya... Tócala...
Sin saber qué hacer y con las miradas de todo el auditorio dudé en aceptarla. Me paré y cogí la flauta. La puse en mi boca y soplé con tanta ternura que sentí que todo mi ser se volvía aire, atravesando los orificios de la flauta y viajando en total libertad...
Me encontré en un lago junto a peces brillantez. Estuve en la cima de una montaña junto a un siervo mirando el ocaso. Volé con muchas aves, como hermanos, balanceándonos con los vientos sobre el azul cielo y en las blancas nubes. Vi el nacimiento de un bebé, escuché su primer grito, su dolor por separarse de aquel ambiente cálido, y sufrí y lloré con él. Nadé con muchos delfines en mitad del océano dando volteretas por los aires ante el sol que doraba nuestros húmedos cuerpos... Y al final, vi a un hombre frente a un auditorio lleno de público, tocando una flauta la misma melodía que yo escuchaba mientras viajaba en total libertad... y mientras el público le escuchaba, le miraba... atravesé los orificios de la flauta y llegué al músico, y distinguí que algo sin sonido a ambos nos encantaba...
Cuando dejó de encantarnos, volví a estar en una sala de teatro mirando a un artista y su flauta...
Lima, 29/09/04