Mami no quiero irma a dormir, no quiero, me lo estoy pasando muy bien jugando y no quiero irme a la cama.
Pero, cariño mío, has de ir a dormir porque sino mañana no podrás jugar como lo has hecho hoy, debes descansar para poder jugar más mañana.
Qué no, que yo quiero quedarme, yo tengo mucha resistencia y no necesito irm e a dormir, puedo aguantar todo el tiempo jugando y jugando, ¡no quiero irme a la cama!
La madre viendo lo que su niño trataba de decirle con su forma infantil y sabiendo que era necesario explicarle algo importante le habló así:
Mira voy a contarte una historia, en realidad es un secreto, has de escucharlo con atención pues no todo el mundo conoce ese secreto ¿vale?
vale, cuéntame mami.
Bueno, yo te lo cuento pero antes has de meterte en la camita para escucharme y luego ya si quieres te levantas y sigues jugando, como tú prefieras ¿de acuerdo?
El niño, pensando unos segundos la respuesta, pero viendo que su madre siempre cumplía lo que prometía le dijo: de acuerdo, ahora me tumbo y luego ya me levanto.
La madre arropó a su hijo y sentándose junto a él empezó así:
Había una vez un país muy lejano, se llamaba el País del Sol, en él siempre era de día, brillaba siempre un intenso sol y sus habitantes trabajaban durante todo el día, repartiéndose por turnos pues cuando estaban cansados, necesitaban reposar su esfuerzo y se iban a dormir dejando como relevo a otros de sus compañeros.
Nunca se hacía de noche, así que sus habitantes cuando querían dormir intentaban echar las cortinas en su casa y bajar las persianas para conseguir conciliar el sueño en silencio, pues todo estaba lleno de luz y de ruido y era casi imposible echar ni una cabezadita, porque los rayos del sol eran tan intensos que apenas podían dormir muy poquito tiempo. Con el cabo de los años los habitantes del País del Sol por no poder descansar bien ni las horas adecuadas estaban cada vez más malhumorados y enseguida, por cualquier tontería, se enfadaban y se exaltaban.
A los niños era a los que más afectaba la situación porque eran los más activos y cuando llegaba el tiempo de irse a dormir al ser de día siempre y estar todo lleno de luz todo era un poco caos; nunca sabían bien a qué hora debían acostarse ni tampoco cuando despertar, unos días si se quedaban más tiempo jugando cuando marchaban a la cama no sabían porqué se levantaban muy cansados y necesitaban dormir más tiempo. Así fueron pasando los años y los niños de País del Sol, cambiando constantemente sus horas de dormir, sus horas de siesta, cada vez estaban más cansados y dormían más y más profundo, pasando muchas horas del día soñando en sus camitas. Cuando se levantaban, al no haber descansado bien, siempre estaban de mal humor y con poca paciencia y ya nunca saludaban al Sol que al brillar siempre se había convertido en una costumbre y por ello le ignoraban. A tal punto llegó la situación que el Sol desde lo alto comenzó a ver que nadie salía a saludarle a ninguna hora del día, todo quedaba en silencio y nadie se asomaba ni tan siquiera para desesperezarse y darle un saludito por estar siempre ahí.
Apenado, el Sol cada vez se fue entristeciendo más y más, a veces a escondidas de una nube, lloraba un poco pero enseguida le podía la esperanza de que algún habitante del País del Sol le saludara y volvía a asomarse intentando que eso se produjera. Pero nada, los habitantes, desconcertados por no saber a qué horas irse a dormir, dormían todo el tiempo, sus cuerpos no cogían una costumbre. El Sol cansado de que nadie le hiciera caso se ocultó tras unas nubes dejando paso a la lluvia. Así me echarán en falta y me llamarán, pensaba con intención el Sol y volverán a adorarme y quererme como antes.
Pero ante las lluvias continuas el suelo comenzó a empaparse, los campos se anegaban no pudiendo soportar tantos días seguidos de torrenciales lluvias todo se encharcaba y en ciertas zonas del terrano más deprimidas comenzaron las inundaciones, los ríos se desbordaban al no poder albergar tanto caudal y las lluvias llamaron a sus amigas las tormentas y los rayos y todo se envolvió de ambiente húmedo y ruidoso. Los habitantes ante tal estruendo despertaron y salieron de sus casas con temor y al ver todo lo que estaba sucediendo llamaron al Sol pero era tal el ruido que había en el cielo que el Sol, que aún seguía llorando por haber sido tan despreciado, no escuchaba las voces de los habitantes que angustiados imploraban que regresara y se terminaran las lluvias.
Pasados muchos días, el Sol aunque aún entristecido decidió asomarse un poquitín para ver si algún habitante andaba por alguna calle y quería saludarle y al asomarse quedó sorprendido por lo que vio. El País del Sol podía bien llamarse ahora el País de la Lluvia puesto que casi todo era agua, las casas estaban inundadas, los habitantes apenas salían puesto que no podían desplazarse andando y tenían que utilizar botes y balsas para ir de un lugar a otro, todo el paisaje era desolador pues en los campos se habían podrido las plantas y las cosechas se habían perdido. Viendo el Sol que por su vanidad y sus ganas de protagonismo había dejado al desamparo de las lluvias a su País tomó una decisión y saliendo con fuerza, doblando su intensidad comenzó a brillar como nunca lo habia hecho. Pasó así muchos días y tal era su tesón y empeño en secarlo todo que tras varios días no quedaba ninguna gota de agua.
Pero el esfuerzo había sido tan grande que el Sol estaba agotado y sin darse cuenta fue descendiendo y cayendo desolado hasta sumergirse en el Mar. Entonces llegó la oscuridad, la más absoluta oscuridad. Los habitantes que nunca había dejado de ver hasta ese día se quedaron al principio asustados. Pero después de unos primeros momentos de incertidumbre fue un niño el que mirando hacia el cielo y viendo que no había Sol comenzó a bostezar. De todos es sabido que los bostezos son contagiosos y son el preludio de comenzar a tener sueño para irse a dormir así que enseguida todos los habitantes comenzaron a bostezar y bostezar y fueron poco a poco retirándose a sus camitas.
Pasadas ocho horas el Sol al haber caido al Mar había descansado el tiempo suficiente para recobrar fuerzas y desperezándose fue poco a poco fue levantándose desde el Mar. Las ocho horas también habían pasado para los habitantes del País del Sol que con el cuerpo bien descansado se fueron despertando al mismo tiempo que el Sol comenzaba a lucir en el cielo. Al verlo salieron gozosos ya saludarle y durante todo el día, mientras el Sol brillaba, reinaba la paz y la alegría en todas las gentes de ese País. Transcurridas muchas horas el Sol recordó que por haberse ocultado le habían saludado tan efusivamente a la mañana siguiente y como eso le había gustado tanto decidió repetir. Así que poco a poco, muy lentamente para que los habtantes no se dieran cuenta se fue ocultando esta vez tras una montaña para descansar de toda la luz que había regalado. Los habitantes al ver que de nuevo llegaba la oscuridad ya no se asustaron, buscaron al niño que había bostezado la noche anterior y al ver que volvía a hacerlo contagió de nuevo de todos y todos se fueron a dormir.
Y fue así como en el País del Sol se destinaron unas horas para trabajar y otras para dormir, algunos habitantes después de varios años ya dominaban la técnica de descansar ocho horas podía hacerlo al revés y dormían por la mañana porque sus trabajos eran por la noche y otros dormían por la noche porque sus trabajos eran por el día, pero todos, incluido el Sol, respetaban las ocho horas que les permitían levantarse frescos y descansados y saludarse con alegría mutuamente. Y todos vivieron así felices y se lo fueron contando a los habitantes de otros países hasta que el cuento llegó hasta nosotros.
Qué historia tan bonita mami, dijo el niño, pero... hay una cosa qué no entiendo.
¿Cuál? dijo la madre.
Pues eso de que ibas a contarme un secreto, ¿donde está el secreto?
Ah, sí, dijo su madre como si recordara algo de la historia que se le había olvidado contar. Verás, no todos los niños saben esta historia así que aquellas mamás que deciden contar esto a sus pequeños les piden que hagan algo muy especial...
¿El qué?, dijo el niño abriendo mucho sus ojitos como si tratara de adivinar la respuesta.
Pues ahora has de ser como el niño del cuento, es decir, tienes que bostezar el primero y hacerlo de forma tan llamativa que desde sus camitas otros niños te vean y te oigan bostezar para que el resto de niños desde sus camitas te vean, se contagien de tu bostezo y les entren ganas de dormirse como a ti. ¿Probamos?
El niño sonriendo con complicidad como si acabara de recibir un legado importantísimo comenzó a bostezar abriendo mucho la boca y tensando todos los músculos de su carita para luego destensarlos y sintiendo cansancio, ya en su cama, le dijo a su madre: mami, mañana, ya si eso... seguimos jugando.
Claro mi amor, mañana seguimos jugando, hasta mañana.
Al irse de la habitación la madre se volvió con dulzura hacia su hijo y le dijo en voz bajita: y no olvides mañana saludar al Sol para que se ponga contento...
Saludar al Sol... sí, ¡claro! así el Sol saldrá contento... se oyó un susurro de voz infantil en la habitación mientras la madre apagaba la luz...