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El Suicida

EL SUICIDA

Las doce horas del día y las doce horas de la noche se convertían en un lago desbordado de desolación, tristeza y nostalgia.
No tendría más de doce años cuando los primeros síntomas de su escéptica enfermedad se dieran a conocer. Ocurriò al primer intento de suicidio cuando tratò de electrocutarse tomando con sus manos un cable elèctrico pelado en sus dos polos.
Comenzò con un cosquilleo que luego abrutamente cesò. La llave tèrmica saltò e impidiò el intento.
A los dieciocho años luego de un fracasado examen hubo lugar al segundo intento. Se dirigiò a una estaciòn del ferrocarril cercano y ante el paso del convoy se arrojò a las vías. Como lo hizo simultàneamente al paso de la locomotora èsta lo despidiò a un lado sufriendo solamente golpes y magulladuras.
A los veinticinco ante una decepciòn amorosa hubo el tercero. En su departamento intentò ahorcarse. Con unas sàbanas anudadas se colgò de un ventilador de techo. El resultado del intento lo había definido mucho antes el colocador improvisado del ventilador. En el suelo entre las palas del mismo, restos de yeso del cielorraso y vidrios de las làmparas se diò cuenta que solo habìa sufrido su orgullo.
A los cuarenta la economìa personal derrumbada lo llevò a realizar el cuarto. Con un revòlver intento descerrajarse un balazo en la sien. No apuntò bien, solo sufriò una herida de consideraciòn en su oreja izquierda, ello le valiò que muchos que le conocìan comenzaran a llamarle el desorejado.
A los cincuenta la depresiòn se hizo màs fuerte, y realizò el quinto. Se rociò con combustible e intentò encenderse. Un vecino que estaba regando las flores del jardìn logrò con una manguera apagar el foco igneo. El resultado fue quemaduras de tercer grado en diversas partes del cuerpo, sobre todo su cara, que quedò deformada.
A los cincuenta y nueve años fue el sexto, luego de mirarse durante muchos dìas al espejo obsevando esa cara deforme, mostruosa, intentò arrojarse desde un balcòn.
Un toldo de lona existente en la plata baja del edificio amortiguó la caìda. Resultado tres costillas y la tibia y peronè de su pierna izquierda fracturados.
A los setenta años. rengo, deforme, sin una oreja fue su ùltimo intento. Ingiriò pastillas somníferas en cantidad con grandes cantidades de alcohol. No tuvo en cuenta que el padecimiento estomacal que sufrìa le harìa vomitar.
Entonces decidiò vivir.
Una mañana un vecino se extrañò no haberlo visto durante tres dìas. Forzaron la puerta de su vivienda y le encontraron muerto en su cama con una sonrisa.
Su epitafio rezaba:
“Aquì yace descansando en la paz del Señor”
“ un hombre que quiso morir durante sus “
“ochenta años y cuando quiso vivir no tuvo oportunidad”


Tortuga
Datos del Cuento
  • Categoría: Cómicos
  • Media: 5.82
  • Votos: 83
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