Cuando Yani arriezgó su vida una docenas de veces para buscar una nueva esperanza, un futuro mejor en la Isla del Encanto, Puerto Rico jamás pensó que caería en los brazos de un abuzador como su compañero. Venir desde Repúbica dominicana a caer en las manos de un dominicano que no había sabido valorarla, amarla, quererla como ella se lo merecía.

Recordaba las imágenes en la pequeña embarcación repleta de hombres y mujeres en busca de una mejor suerte en la tierra prometida de leche y miel. Recordaba los gritos cada vez que las olas azotaban ia de la nave, recordaba las lágrimas de los hombres aterrorizados ante el temor de la muerte o de ser capturados nuevamente por las autoridades. Recordaba la sed implacable, el hambre, recordaba el vómito que caía sobre su espalda de un moribundo que agonizaba recostado Pero ella permanecía implacable mirando en la oscuridad de la noche con la esperanza de llegar a la orilla de la playa.

Noches y días, días y noches detenidos en el tiempo del reloj inmovible, noches y días en que el cerebro había cesado su función, en donde las neuronas habían perdido la capacidad de conexión, segundos y minutos masticados por el tiempo detenido y por aquel espantoso silencio del mar en medio de la noche. Sólo pensaba en llegar, correr despavorida por el bosque y finalmente encontrar a alguien que le diera la mano.

Ahora, sentada en el balcón de su casa un torbellino de imágenes se apodera de su mente. Atrás quedó su pequeña, su madre, sus hermanos su padre, su patria, su tierra, su vida, su futuro, había sido una maldita trampa de la vida, huir... en busca de una nueva forma de vivir en tierra extraña donde todo era peor.
Huir para caer en manos de un compatriota que sólo le ofrecía golpes, engaños, que la insultaba, la denigraba como mujer...

" Eres una cualquiera, un cuero, una puta que te vende por dinero"- recordaba los insultos mientras las lágrimas corrían por su mejilla...

Recordaba los momentos en que había decidido acabar con aquella pesadilla, lo abandonaría, no valeía la pena amar a un ser tan cruel que ni siquiera la respetaba como esposa. A veces pensaba en sus dos niños... pero estaba decidida,
los envió con su madre a la república... ya no había nada porque luchar...

Pero allí estaba el llorón, suplicando, diciendo que la amaba, que se mataría si lo abandonaba... ahora pedía las oportunidad mil pra cambiar, juraba por sus hijos que todo sería distinto, que todo cambiaría... pero todo era teatro...

Recordaba como la noche anterior había tomado una batería vieja de auto y le había roto todos los cristales de su guagua y la golpeó salvajemente...

Ahora en el balcón no encontraba que pensar. Estaba ida, acorralada en el laberinto de la indecisión. Pero ya estaba dispuesta a terminar con aquel abusador que tanto mal le había hecho.

Regresó a su alcoba. Se miró un instante en el espejo. Tenía los brazos adoloridos, sus labios un poco hinchados. Todavía podía ver la hilera de lágrimas que corrían por su mejilla. Tomó una foto de ambos y la lanzó contra la pared. Recogió todas sus pertenencia, si él no se iba de la casa, lo haría ella esa misma noche.

Era hermosa, trigueña, con ese color precioso de las dominicanas, su cabello largo, abundante, negro, sus labios pronunciado, su cuerpo sensual, era atractiva, no muy alta, joven, tenía arte para manejar los negocios, inteligente, trabajadora, capaz de seguir luchando de nuevo.

Amaba a aquel hombre pero el amor no puede ser tan adsurdo de estar acompañado por el abuso, el menosprecio, la burla. No le aguataría más...

__" Te mataré si me abandona, si te vas con otro, te juro que te mataré" - le dijo antes de irse-

Ella lo miró fijamente. Sonrió con pena, su cuerpo adolorido la sumía en la angustia. Lo miraba mientras se alejaba...

Vio cuando sacó su cara a través del cristal de la puerta y le gritó:

" Te mataré, te lo juro por Dios"

Ella volvió a sentarse. Ya el día se suicidaba en manos de la noche. La oscuridad cayó como un manto negro, apenas se veían las luces al final de la calle. Ella pensaba, su mente giraba aceleramente en medio de un remolino de imágenes inconclusas, sentía los golpes en su rostro, los gritos del infame, las amenazas del abusador...

Allí, con una taza de café en su mano derecha y una pistola 45 esperaba mientras una bachata dominicana se iba apagando poco a poco. Cada trago de café era como ua pena que se bebía, apretaba el arma con fuerza... ya no más golpizas, no más sufrimientos, no más lágrimas.

Llegaba el fin del mundo para ella. Volvió a la sala y colocóun disco de Pimpinela... Volvió, volvió a sentarse en el balcón, saludo a un perro callejero que iba detrás de una perra salamera... Ahora el silencio cedió al coro nocturno de coquíes e insectos. Pero ella estaba sumida en el espantoso abismo de los recuerdos, los gritos, las amenzas, los sinsabores...

A lolejos sonaron las campanas del viejo templo.
Ella disfrutó el último sorbo de café, miró el fondo de la misma y la colocó en un mesita que tenía al lado. Buscó en su bolsillo y extrajo una foto de sus tres niños, dos varones y una hermosa chiquilla. Los miró por mucho rato y dejo escapar varios suspiros mientras su cuerpo se bañaba con sus lágrimas...

Levantó su arma. Escuchó el ruido de una camioneta que se acercaba a gran velocidad. Escuchó el freno terrible y el golpe contra la pared. Allí estaba el hijo de perra, se iba de lado, mantenía un revólver en su mano derecha, se acercaba, ella temblaba, no tenía fuerzas para disparar...

Sonaron tres disparos, uno segido del otro... fue cuando vio que el cuerpo caía al suelo
brotando sangre por el pecho...

En la esquina una patrulla, dos guardias de pie,
uno sostenía un rifle que todavía echaba humo...

Fin