A la mayoría de los niños les gusta comer galletas, ya sean dulces o saladas, ya duras, ya crujientes; pudiera decirse que su textura y sabor poco importa al infantil paladar, sólo importa que sea una galleta, una galleta y punto.
Hay muchas historias de galletas, pero ésta la saqué de muy adentro, para reivindicar el valor que tienen las galletas en el corazón de los niños, a pesar de que a veces por la glotonería incontrolada pueda causarles daño.
Ramiro era una niño que adoraba las galletas, las comía en el desayuno, en la cena, en meriendas, en paseos, en fiestas, y en todas aquellas circunstancias donde comerse una galleta era cosa normal.
Un sábado en la mañana, su abuela que había regresado de un largo viaje, le trajo a Ramiro un pequeño, y en el fondo esperado regalo: Un paquete de galletas rellenas de chocolate. Como era de esperarse Ramiro comenzó a comerse el paquete de galletas tan pronto como lo recibió, nada le importaba los consejos y regaños, comerse el paquete entero parecía una meta fácil de conseguir.
Cuándo hubo terminado casi todo el paquete (sólo había dejado tres galletas), Ramiro comenzó a sentirse mal, los dolores estomacales y el malestar general comenzaron a hacer estragos en su pequeña humanidad, por lo que fue necesario llevarlo al hospital.
Una vez repuesto de su indigestión de galletas, su abuela y su mamá pensaron que esa era una buena lección para que Ramiro fuera mas prudente al comer galletas, y hasta llegaron a pensar que después de este incidente, tal vez el niño aborrecería las galletas para siempre. Pero nada de eso ocurrió, Ramiro lo primero que hizo al abrir sus ojos en su cama del hospital, fue llamar a su abuela para decirle al oído, sin que lo escuchará el doctor ni su mamá: “¿Abuela, donde quedaron las otras tres galletas???.
Discrepo del proposito reivindicativo del autor, ya que el amor excesivo a las galletas mantiene el vicio de la glotoneria en el pequeno,asi como del rol que le toca asumir a la abuelita descuidada.