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El ángel qué no vió la luz.

"Tienes qué hacerte un aborto lo más pronto posible. Te lo dije Ana, no quiero ser padre, no estoy listo." "¡No puedo hacer algo así Raúl, yo quiero tener a mi bebé! Aquí la qué sale perdiendo soy yo, estoy estudiando y mis padres no te quieren, no aceptan nuestra relación. Pero no me importa, yo te amo y estoy feliz porque vamos a tener un hijo. Me entregue a tí por amor." "Tus padres no me quieren porque soy mucho mayor qué tú y no soy rico. Soy un simple maestro de escuela elemental. Tú solo tienes 19 años, yo tengo 32. Ellos piensan qué no soy sincero contigo y qué no te voy a hacer feliz. Te creen muy inocente, jajajajaja, no saben qué tú sabes demasiado de la vida. Ellos no lo ven así y si saben qué estás embarazada van a pensar de mí lo peor, les estaré dando la razón." "¡No me importa lo qué mis padres piensen Raúl, me importas tú y mi hijo!! Nos podemos casar o yo me puedo mudar contigo y juntos criaremos a nuestro hijo. Es fruto de nuestro amor y ya siento qué lo amo." Esa era la triste conversación qué sé desarrollaba en el apartamento de Raúl. Ana habia descubierto qué tenía seis semanas de embarazo. Ella amaba mucho a Raúl a pesar de ser un poco mayor qué ella. Lo conoció el día de su graduación de escuela superior. Él estaba en la ceremonia y era uno de los qué les entregaba el diploma a los alumnos cuando los llamaban. Cuando le dió el diploma a Ana, disimuladamente apretó con delicadeza su mano y le sonrió con picardía. Le gustaba mucho esa muchacha tan joven, tan bonita, con unos ojos hermosos y un caminar provocativo qué le atraía mucho. Ana le devolvió la sonrisa, aquél maestro era guapo, joven, inteligente y muy maduro. Nunca nadie le había gustado tanto cómo ese maestro de historia. Había tenido un novio por dos años, de su misma edad y a quien sus padres querian mucho por ser buen muchacho y con una familia muy decente y adinerada. Pero ella no sentía un amor tan intenso por él, además era un muchacho muy inmaduro, mujeriego y acostumbrado a vivir una vida desenfrenada. Pero pese a todo eso, sus padres lo querían mucho porque era un buen partido para ella por su dinero y siempre le decían qué cuando él cumpliera más edad su forma de ser cambiaría y la iba a ser muy feliz. A sus padres solo les interesaba la posición económica de su novio, no les importaba su comportamiento ni los sentimientos de ella. Por eso un día cuando lo vio en el parque besándose con su mejor amiga, lo dejó y se sintió liberada, porque no lo amaba, era solo costumbre y amistad de familia.

Con el maestro de historia sintió lo qué nunca había sentido por nadie. Desde aquél día qué lo vio por primera vez sintió algo muy bonito dentro de su corazón, no le importó su edad, fue amor a primera vista. Ella sabía muy bien qué Raúl estaba enamorado de ella, la miraba con pasión, sentía qué él la desnudaba con su mirada, le daba un poco de verguenza pero no podía negar qué le gustaba. Volvieron a verse a la semana de la graduación en un restaurante donde ella cenaba con su padres. Él estaba solo, frente a la mesa de ella. La miraba, le guiñaba el ojo y le sonreía. Ella se sentía la muchacha más feliz del mundo, aquél maestro la estaba volviendo loca, le gustaba demasiado. Raúl se acercó a la mesa y la saludo al igual a sus padres. Ellos se sorprendieron pero le invitaron a sentarse con ellos. Él les dijo qué era maestro y qué conocía muy bien a Ana. A sus padres no les pareció bien el qué su hija tuviera un amigo mucho mayor qué ella, pero cómo amigo lo aceptaron. Pasó el tiempo y esa relación amistosa se convirtió en algo más serio. Raúl invitó a Ana a comer a su apartamento, era un excelente cocinero y vivía solo. Ana muy encantada aceptó la invitación. Ese fue el final de la amistad, Raúl le confesó qué estaba enamorado de ella y sí queria ser su novia. Muy contenta y sin pensarlo dos veces Ana le dijo qué si. Ese día la hizo suya y por primera vez Ana sé sintió mujer en los brazos ardientes de Raúl. Sus besos eran de fuego, sus caricias ardientes, Raúl era todo un hombre qué con su pasión la asfixiaba. Su entrega fue total y le dió todo su cuerpo, toda su alma. Raúl se sintió muy feliz poseyendo aquél cuerpo tan juvenil, hermoso, tenía a una verdadera hembra entre sus brazos, pese a ser más joven qué él. Esa muchacha lo volvía loco y sus besos frescos y calientes lo transportaban al cielo.

Cuando Ana le presentó a Raúl cómo su novio a sus padres, estos pusieron el grito en el cielo. Raúl no era el hombre para su hija, era un hombre mayor y sin un buen futuro, era solamante un simple maestro y su hija se merecía algo mucho mejor, cómo su primer novio, qué también era estudiante y de muy buena familia, además de su misma edad. Lo rechazaron y lo botaron de la casa. Ana lloró mucho. "¿Porqué mamá y papá? Eso no es justo. Yo amo a Raúl y él me ama a mi, somos muy felices." El padre le respondió: "No sabes lo qué dices hija. Ese hombre no es para tí, es mayor qué tú. Además es un simple maestrito de escuela, con él no tienes ningún porvenir y no te va a dejar terminar tus estudios, va a querer casarse pronto." La madre replicó: "Queremos lo mejor para tí hija, tu padre tiene toda la razón. Ese hombre no te conviene, quizás sus intenciones no son buenas, olvidalo hija, nunca permiteremos qué vuelva a pisar está casa. Ese hombre jamás podrá ser tu novio. Aún eres joven hija, puedes conseguir el hombre qué te meresca y te haga muy feliz." "No mamá, nadie me puede hacer feliz cómo Raúl, yo lo amo y no me importa lo qué sea, no es rico pero tiene una bonita profesión, no lo voy a dejar, no podré amar a nadie cómo lo amo a él." "Ese hombre puede ser un hombre casado y con hijos o quizás divorciado. No queremos eso para tí hijita." Ana dijo llorando y muy enojada: "¡No es casado y menos divorciado. Nunca se ha casado, tuvo a una novia por algunos años pero por cosas del destino el amor se acabó!! Es un hombre libre, sin hijos, trabajador y me ama cómo lo amo yo a él." Enojado el padre le dijo: "¡Ya te dije hija, ese hombre no puede ser tu novio, no te conviene, olvidate de él y dedicate a estudiar, aún estas muy joven!!" "¡Lo amo papá y no lo voy a dejar!!"

Ahora estaba metida en un problema muy grande. A escondidas seguía viendose con Raúl, en su apartamento, donde hacían el amor y disfrutaban de su pasión y sudaban con la lujuría qué emanaba de sus jovenes cuerpos. El resultado de ese amor ardiente ya se estaba formando en el vientre de la joven Ana. Nunca se imaginó qué Raúl le iba a proponer algo tan monstruoso, qué terminara con la vida de su hijo. "Pensé qué me amabas de verdad
Raúl. Nunca me hubiera imaginado qué quisieras deshacerte de nuestro hijo, te imaginé muy feliz y contento cuando te diera la noticia." "No puedo estar contento Ana, son muchas cosas qué nos separan. Te amo, pero tenemos qué vernos a escondidas. Nunca voy a ser bienvenido en tu casa cómo tu novio. Menos cómo el padre de tu hijo. Es por nuestro bien Ana, cometimos un error, no tuvimos precausión. Tienes qué abortar. Si insistes en tener ese hijo, me iré lejos y no me volverás a ver." Ana comenzó a llorar, amaba demasiado a Raúl, pero ya también sentía amor por su bebé. Era una decisión muy dificíl. Sin Raúl no podria vivir, a ese bebé qué se formaba en sus entrañas aún no lo conocía. Llorando amargamente, le dijo a Raúl: "Está bien Raúl, si no quieres a nuestro hijo dime qué debo hacer para qué no nazca. Te amo y no te quiero perder." Muy contento Raúl la abrazó y le dijo: "Así me gusta amor. Aún somos jovenes, cuando llegue el tiempo y yo esté listo para ser papá, entonces si lo tendremos. Éste no es el momento apropiado. Te llevaré a una buena clínica, todo saldrá bien. Quiero seguir disfrutando de tu cuerpo hermoso, te amo mucho amor mio."

Ana terminó con la vida de aquella inocente criatura qué pudo conocer al mundo. Él no pidió qué lo hicieran, pero tampoco quería qué le quitaran la vida cómo si fuera cualquier cosa, alguién sin valor. Ana estaba demasiado triste y arrepentida. Se sentía sucia, una criminal qué no tenía perdón de Dios. Lo qué había hecho era algo qué ni el mismo Dios se lo perdonaría. Así ella lo sentía. Llegó a su casa y abrazandose en los brazos de su madre lloró con mucho sentimiento. Los padres estaban sufriendo mucho porque su adorada hija se había desaparecido por dos días.
"¡Qué alegría verte hija mia, pensamos qué ese hombre te había hecho algo malo, gracias a Dios qué has vuelto con nosotros!! Pero dime hija, ¿qué te pasó, porqué lloras así hija de mi vida?." "¡Nada mamá, nada, creo qué cometí un grave error. Espero algún día mi padre Dios me perdone y ustedes también." El padre dijo: "¿De qué te tenemos qué perdonar hija? Perdonanos tú a nosotros, pero recuerda, solo queremos lo mejor para tí. Espero nos comprendas y no nos juzgues."
Ana abrazó a su padres, era cómo un alivio a su gran pecado, tener junto a su corazón el calor de sus padres. Algún día les contaría su grave error.

Sonó el teléfono, eran las seis de la mañana. Sus padres dormían. Aún no sé sentía bien, estaba recuperandose de una gran pérdida. Contestó el teléfono, era Raúl qué no parecía estár muy contento. "Amor, ¿qué te ha pasado? No te he vuelto a ver desde aquél día qué fuimos a la clínica. ¿Porqué no has vuelto a mi apartamento?" Ana sintió un dolor muy profúndo dentro de su ser. Aquél hombre qué tanto había amado no sabía cómo, pero ya no lo sentía dentro de su corazón. De solo oír su voz y mencionarle aquél horrible sitio donde cometió el más grande de los crímenes, le revolcaba el corazón y el estómago. " Nunca más volveré a tu apartamento Raúl, no quiero verte nunca más. Has muerto para mí, porque me quitaste lo qué yo más quería, el poder ser madre de un hijo qué se estaba formando en mi vientre gracias al amor qué te tenía. Te lo dí todo, y tú no me diste nada, solo fui una más en tu vida." "¿Qué te pasa Ana, te has vuelto loca? Yo sé cuanto me amas." "Te amaba Raúl, pero tú no me amastes a mí. Cuando se ama de verdad no se le hace daño al ser amado y tú me hiciste mucho daño al no querer a tu propio hijo y dejar qué me lo mataran. Eres más culpable qué yo porque no supiste defenderme ni defender nuestro amor y nuestro hijo. Ambos somos unos asesinos. Yo estoy arrepentida, preferí tu amor y no pensé en darle todo mi amor a mi hijo, un ángel hermoso qué no pudo ver la luz. ¿Estás tan arrepentido cómo yo Raúl?." Sin remordimiento ninguno, Raúl le contestó: "¿Porqué tengo qué estar arrepentido? fue lo mejor qué pudimos hacer. Tus padres no lo iban a querer y hubiera sido un estorbo para nuestra relación. Todo tiene su tiempo amor mio. No tengo nada de qué arrepentirme." Ana sollozando le dijo: "No tienes corazón. Si no amastes a tu hijo, ¿cómo puedes amarme a mí?. Mis padres me hubieran apoyado porque me aman y hubieran sido los mejores abuelos del mundo. No quiero volver a verte, no quiero saber nada de tí. No me busques, todo se acabó. De hoy en adelante me dedicaré a pedirle perdón a Dios por todo el daño qué le causé a ese pobre ángelito. Me quitaste el derecho de ser madre, pero algún día lo seré, si así Dios lo quiere. Hasta nunca Raúl." Colgó, sus lágrimas cegarón sus ojos. Acarició su barriga mientras cantaba una canción de cuna. Sus padres entraron al cuarto, ella seguia cantando, su mente estaba muy lejos. Sus padres se abrazaron y lloraron, ya se imaginaban y presentían lo qué había pasado con su adorada hija y por el sufrimiento qué la estaba destrozando.



FIN:
Datos del Cuento
  • Categoría: Educativos
  • Media: 5.18
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