Después de la fiesta de cumpleaños cuando Esmeralda cumplió ocho años, los días se le hacían cada vez más largos, ella estaba ansiosa de que transcurrieran los trescientos sesenta y cinco días rápidamente para que llegara otra vez el día en que cumpliría nueve años… Pero el tiempo parecía que le estaba jugando una broma, una broma bien pesada, por que Esmeralda cada día que pasaba se le hacía mas lejos la fecha en que cumpliría sus nueve años.
Esmeralda contaba cada uno de los cuadritos del almanaque que estaba colgado en la habitación de sus padres; cada día que asistía al colegio lo iba restando de la fecha que esperaba, pero nada, el día no llegaba, parece como si el tiempo estuviese regresando los días y los meses sin que ella se diera cuenta, para retrasar a propósito el día de su cumpleaños.
Pero Esmeralda seguía en su espera interminable, ella sabía, que aunque los días demoraran mas de la cuenta, algún día tendría que llegar, y allí estaría ella esperándolo, con los brazos abiertos, con una amplia sonrisa en su cara, esperando las felicitaciones de sus familiares y amigos, y por que nó, tal vez algún regalo de sorpresa que alguno de ellos quisiera obsequiarle.
Esmeralda vio llegar muchas noches, algunas con lunas y estrellas, otras completamente oscuras. Vio llegar muchos amaneceres, vio como llegaba la primavera y los árboles se llenaban de flores, y después se llenaban de frutos que se regaban por el suelo. Vio como iban cumpliendo año cada uno de sus amiguitos, vio como ella misma iba creciendo y haciéndose cada vez mas alta y responsable, sin embargo el día de su cumpleaños no llegaba. Pasaron los días de clases, llegaban las vacaciones y nada, nada que llegaba el día.

Ya cansada de tanto esperar, Esmeralda se quedó dormida, completamente dormida en un sueño largo y profundo que parecía que no quería despertarse, nada podía sacarla de su largo sueño. De pronto abrió sus ojos, y repentinamente se tapó la cara con sus manos, pues todavía estaba escandilada por la luz de la mañana. Era una fresca mañana en la cual fue despertada por el canto de los pájaros, el suave sonido de viento que soplaba por su ventana, y por las voces cantarinas de sus todos sus amigos que venían alegres y emocionados a felicitarla por que había llegado el día de su cumpleaños.

Esmeralda sin poder creer lo que veía salió corriendo a ver la hoja del almanaque, y pudo comprobar con inmensa alegría que efectivamente era 27 de junio, el día de su cumpleaños, y sus ojos se llenaron de lágrimas al poder compartir con todos sus amigos, la felicidad de vivir el día que ansiosamente esperaba, para poder decir al fin que ya tenía nueve años.