Aquel niño había sido llevado al hospital en un estado deplorable. Era una congestión alcohólica, la cual, de no haber sido por la pronta intervención de los doctores del lugar, hubiese finalizado en la muerte de aquel chico. Aunque no se sabía a ciencia cierta quien lo había llevado a dicho hospital. Tal vez quien lo llevó ahí era alguien que quería hacer una “simple obra de caridad”. Está de más decir que aquel era un niño de la calle. Llevaba algún tiempo en esa situación. Fue a raíz de ver a sus padres separándose. A su madre con su nuevo esposo; el cual tenía comportamientos algo raros. Y a su padre hundido en el vicio. Aquellas cosas fueron demasiadas para un chico de apenas once años. Éste decidió irse de su casa. Pero no teniendo a donde ir, tuvo que unirse a otros como él. El “mejor” lugar para vivir era en la vía pública. Ahí no tenía que ver a su madre soportando las humillaciones de su nuevo esposo; así como el comportamiento de éste. Y mucho menos tenía que ver a su padre en aquel estado. Como fuesen las cosas, los doctores no estaban ahí para juzgar a nadie. Ellos estaban ahí para salvar la vida de aquel chico. Y lo hicieron. A pesar de haber consumido alcohol con algún medicamento con la intención de acabar con su propia vida, pudieron salvarlo. Aquel niño seguiría aun en éste mundo por un buen rato.
Aquella noche alguien vino a verlo. Se encontraba tranquilo en su cama. No estaba del todo dormido, así que pudo ver algo raro en el tejado. Como estaba en el último piso, después del techo no había nada… y éste comenzó a abrirse. Y de aquel hoyo creado en el tejado se proyectó una luz. De aquella luz bajó un ser parecido a un humano vestido de azul. Aquel irradiaba su propio brillo. Y aquel ser tenía alas. Era un ángel.
Miró al niño con cierta extrañeza. Se supone que éste ya estaría muerto, o al menos agonizando. Se suponía que había bajado a la tierra a llevárselo. Pero aquel niño seguía con vida. Y por lo que el ángel pudo notar, aquel chico seguiría en éste mundo por mucho tiempo más. Pero no podía regresar con las manos vacías. Le habían prometido un arpa de oro si traía consigo a un niño. Ahora no llevaría nada y no le darían aquella arpa de oro que tanto deseaba. El niño (aquel que seguía con vida) lo miraba sin poder hablar. Estaba paralizado por el asombro. El ángel igual lo miraba fijamente. Sonrió de manera burlona y le dijo – De nada te habrá servido salvarte, pues lo que te espera es soledad y sufrimiento – el chico seguía sin poder hablar – No tienes nada ni nadie por lo que seguir con vida – siguió hablando el ángel – No tienes padres, ni amigos y tu salud se verá minada – aquel ser con alas quería su arpa de oro y estaba dispuesto a cualquier cosa para obtenerla. El niño seguía sin hablar. El ángel tenía razón: se había quedado solo en éste mundo.
Al abrir la puerta, los doctores vieron la ventana abierta. El chico ya no estaba en la cama, sino que yacía en el pavimento. Quienes lo vieron comentaron que, por la posición en la que estaba, pareciese ser que intentaba volar.
El ángel se ganó su arpa de oro.
Fin