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El atraco a Papá Noel

El 26 de diciembre de un año de estos sufrió Papá Noel un atraco. Pero no fue un atraco cualquiera, sino un atraco tonto, muy tonto. 

Volvía Papá Noel de entregar todos los regalos. Estaba cansado, ya que llevaba desde el día de Nochebuena trabajando a tope.

Y allí iba el buen hombre, en su trineo ya vacío, con el traje casi negro de bajar por las chimeneas y con la barba tan sucia que más bien parecía que se la había teñido. Y hay que ver qué mal olía, que de tanto cargar, subir y bajar, el pobre apestaba de tal manera que el pestazo superaba cualquier otro imaginable.

Los renos, que también estaban agotados, caminaban tranquilamente mientras recordaban lo felices que habían hecho a los niños de todo el mundo.

Pocos kilómetros antes de llegar a casa, saltaron al camino un par de cacos disfrazados de duendes. Sacaron sus armas y, apuntando a los renos, dijeron:

-¡Danos todos los regalos o acabaremos con tus renos!

-Pero, ¿qué decís? -dijo Papá Noel, todo bonachón-. ¿Qué pretendéis hacer con esos bastones de caramelo?

-Es que no teníamos otra cosa en casa -dijo unos de los ladrones-.¡Da igual! Danos lo que tengas.

-Pero es que ya no tengo nada -dijo Papá Noel.

-¡No nos mientas! -dijo el otro ladrón-. Es Nochebuena y tienes que ir cargado de regalos.

-¿Nochebuena? -preguntó Papá Noel-. Eso pasó ya, y la Navidad también. He entregado todo ya.

-No es posible -dijeron los ladrones. Y se pusieron a llorar.

Papá Noel bajó del trineo y les consoló como pudo. 

-¿Por qué queríais robarme? -preguntó.

-Nunca hemos tenidos regalos de Navidad -dijeron.

-Será porque habéis sido malos -dijo Papá Noel.

-Sí, hemos sido malos. Y, por si no fuera poco, encima somos tontos -dijo uno de los ladrones.

-¿Tontos? -dijo Papá Noel.

-Sí, muy tontos -dijo uno de ellos-. ¿Qué clase de ladrón se queda dormido cuando va a atracar a Papá Noel y encima no se da cuenta?

-Y eso por no hablar de nuestras armas -dijo el otro-. Hay que ser muy tonto para amenazar a alguien con bastones de caramelo y pretender asustarlo.

-¡Jou, jou, jou! -rió Papá Noel-. Venid conmigo. Os invito a merendar.

Los ladrones se fueron con Papá Noel, que les obsequió con una exquisita merienda y les prometió que, si eran buenos, recibirían regalos en la próxima Navidad.

-Nuestro mejor regalo es haberte conocido -le dijeron-. Desde ahora, seremos tus guardaespaldas, y te protegeremos por si algún desalmado menos tonto que nosotros decide asaltarte mientras repartes tus regalos.

Desde entonces, algunos niños aseguran ver en Nochebuena o en Navidad a personas que no son Papá Noel merodeando alrededor de los regalos. ¿Serán ellos? Quién sabe.

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