Robox era un robot tan listo que no necesitaba que las personas cuidaran de él. El profesor Listísimus, el creador de Robox le había regalado una inteligencia artificial tan buena como la de los humanos.
Al principio Robox trabajaba codo con codo con el profesor Listísimus. Entre los dos hacían cosas fantásticas. Pero un día Robox decidió que quería conocer mundo y se marchó sin avisar.
El profesor Listísimus estaba desesperado. Como Robox no había dejado ninguna nota se temía lo peor. Por eso, el profesor Listísimus acudió a la policía a denunciar su desaparición.
-Si no hay signos de lucha o de asalto no podemos hacer nada -le dijo un agente de policía al profesor Listísimus-. Y si se ha ido por su cuenta, tampoco hay nada que hacer.
El profesor Listísimus se marchó de la comisaría pensando en lo último que le había dicho el agente. ¿Se habría ido por su cuenta? El profesor Listísimus decidió hacer una última comprobación, revisando las cámaras de seguridad de los vecinos. Solo el profesor Científicus, uno de sus más fieles colegas, le permitió revisar sus grabaciones.
-Oh, no, pues va a ser cierto que se ha ido por propia voluntad -suspiró el profesor Listísimus.
El profesor Listísimus estaba muy triste, pero tenía trabajo que hacer. El problema es que no podía hacerlo solo. Y no tenía tiempo de construir un nuevo robot súper inteligente, así que puso un anuncio buscando un ayudante con la máxima urgencia.
El profesor Listísimus temblaba ante la idea de tener que entrevistar a cientos de candidatos pero, ante su sorpresa, solo fue uno. Nadie creía estar a la altura de Robox, su último ayudante, así que ni lo intentaron. Solo un chiquillo de unos diez años acudió a la llamada.
-¿Qué haces aquí, pequeño? -preguntó profesor Listísimus-. Necesito un científico, no un aprendiz que todavía está aprendiendo a multiplicar.
-Sé hacer muchas más cosas, profesor -dijo el niño-. Me llamo Cerebritus, y soy súper listo.El profesor Listísimus no salía de su asombro.
-Déjeme demostrárselo, profesor -insistió el profesor Cerebritus-. Solo un día. Verá cómo puedo hacer lo mismo que ese robot desagradecido que le ha abandonado.
-Está bien, no se pierde nada por intentarlo, creo -dijo el profesor Listísimus.
-¡Toma! -exclamó Cerebritus, haciendo un gesto con el puño cerrado.
-¿En qué me habré metido? -se preguntó el profesor Listísimus.
Cerebritus resultó ser una aprendiz de lo más aplicado. El niño era un joven superdotado con mucho interés por aprender y de lo más servicial. En apenas dos semanas había conseguido sustituir a Robox y todo iba como la seda.
Pasaron los meses y el profesor Listísimus seguía haciendo un gran trabajo con el joven Cerebritus. Entonces, Robox regresó.
-Me alegro de verte, Robox -dijo el profesor Listísimus-. Puedes volver a incorporarte al trabajo, si quieres.
-Gracias profesor -dijo Robox.
Cuando Cerebritus vio la escena se puso muy triste y se fue a por sus cosas.
-Me alegro que estés bien, Robox -dijo Cerebritus-. Hasta pronto.
-Pero, ¿dónde crees que vas? -dijo el profesor Listísimus-. Aún tenemos mucho trabajo.
-Con Robox aquí ya no me necesitará -dijo Cerebritus.
-¡Claro que te necesito! -dijo el profesor Listísimus-. ¡Te necesito más que nunca! Con Robox aquí ahora avanzaremos más rápido. ¡Será estupendo! ¿Verdad, Robox?
-Estoy de acuerdo -dijo el robot.
Cerebritus se puso muy contento y le dio un abrazo fortísimo al profesor y otro a Robox.
-¡Gracias! -djio el niño.
-Robox, la próxima vez que quieras irte, por lo menos avisa, ¿de acuerdo? -le dijo el profesor Listísimus al robot.
-Lo siento, profesor Listísimus -dijo Robox-. Fue un arrebato. Creo que habrá que revisar mi configuración.
-Ni hablar, te hice inteligente para que fueras capaz de aprender por ti mismo -dijo el profesor Listísimus-. Eso conlleva cometer errores.
-Lección aprendida -dijo Robox.
-Entonces, a trabajar -dijo el profesor Listísimus.
Y así empieza la historia del equipo de científico e inventores más increíble de la historia.