-...y de repente vi un gran fogonazo, algo que me cegó hasta el día de hoy, y por eso voy tan a tientas, que causo la risa de ustedes y las burlas de los niños, malviviendo de la caridad de las mujeres y contando esta historia tan triste por las tabernas para ganarme un mísero vaso de vino para afrontar la noche, que siempre es fría y traicionera..., pero no me siento desdichado ni vivo en sufrimientos, ni lamento lo peor ni anhelo lo mejor, porque todo lo que pase y haya pasado lo guardo codicioso y alegre en el cofre del tesoro de mi vida, que es mía e irrepetible..., pero, ¡si sólo pudiese ver!, aquel destello, aquel fogonazo... (Llora)..., perdón, es de alegría. De la alegría de estar con ustedes y que compartan con gratitud su vino conmigo. ¿No habrá sobrado un mendrugo de pan, buen tabernero?, amigo de muchos taberneros fui, sí señor, y mi dinero con ellos quedó. En la calle refresca ya, sólo un mendrugo. Soy feliz, por estar con ustedes... (Silencio.Tragos)... aquel día fue mi primer beso de amor. Antes, cuando fui rey nunca tuve amor, y ahora la gitanita me besó, pero ya ven cómo me dejó; ¡la burla de ustedes!, ¡el bufón de las tabernas!..., el fogonazo, mis ojos..., pero tengo mi tesoro, aunque ya no conozco las caras ni recuerdo los nombres, aunque no se lo terminen de creer no recuerdo ya el de ninguno de ustedes, y soy el despojo que véis; pero fui rey y lo cambié por el beso de la gitanita. (Tragos)... aquello fue hace tiempo. ¡Si sobrase un hueso mal roído..., mal que sea despojo del perro!..., ¿no sobró nada, tabernero? No, no se moleste, prefiero que estos señores me llenen el vaso. Pronto me voy a marchar, en cuanto me apure este último vaso y les de las buenas noches a ustedes, que no han tenido la fortuna de besar a la gitanita, ni fueron reyes, ni saben lo que es un tesoro. (Tragos. Silencio. Sale cerrando la puerta. Se escucha el estropicio de un hombre al caer).