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El bolero de Jose

~Los jueves a las dieciocho era la cita ineludible. Nunca había faltado, salvo esa vez que el mismo psiquiatra (doc. como le gustaba decirle a él) le avisó que se ausentaría para viajar a Córdoba a un Congreso de Salud Mental.
Se había levantado nervioso esa mañana, inquieto, le transpiraban las manos un poco más de lo habitual.
Y en la noche, mientras dormía, sus ojos se habían abierto sobresaltados, de manera recurrente.
Ese día de la cita, salió más temprano del trabajo, sin importarle la cara de desagrado de los demás, que por otro lado, sabía que lo habían notado distraído y angustiado durante la mañana.
Al bajarse del auto y después de cerrarlo, notó con disgusto, que las llaves habían quedado adentro. Le sobraba tiempo para buscar el duplicado en su casa. Pero no quería volver…
Dio vueltas a la manzana para intentar disminuir la eterna hora, que le faltaba todavía para entrar. Recién eran las cinco.
Siguió caminando mientras trataba de borrar de sus pensamientos la espantosa imagen de ella, tirada en la alfombra, lívida, rígida, hermosa, pero muerta. La había matado, como tantas veces…, pero esta vez era distinto. Ella ahora no hablaba, no gritaba reprochándole tonterías. Había enmudecido y mantenido sus ojos abiertos y sin pestañar, para siempre. No, no volvería a casa, no sin antes hablar con él para contarle.
Pensó en cómo se lo diría, era su psiquiatra desde hacían varios años y ese hombre astuto, lo conocía bien, le mira las manos por ejemplo y cuando se las veía así, sudorosas, se da cuenta de cosas…
Mejor si le dice que no se siente bien, finge un dolor de cabeza o de muelas…y se va a un bar, no, pero los del bar, también lo van a ver raro. A veces él iba, con ella y dicho sea de paso, la miraban bastante…era linda.
Y el que está allá, en la esquina? parece policía, no lo distingue bien, pero le pone los pelos de punta. Que puede estar haciendo ese tipo vestido de azul parado tan cerca del consultorio?
Pero también, piensa, para que preocuparse? si todavía nadie sabe nada, no le ha contado a nadie lo de Marta…lo que pasó, anoche, ahí, la pobrecita.
Aunque también es cierto que se las buscó, siempre comportándose de esa manera tan desfachatada con todos, es intolerable para cualquier hombre, tal vez el psiquiatra lo entiende y hasta lo calla.
No, para que engañarse?, va a empezar con la cantinela de siempre, se va a poner a dudar, lo va a mirar directo al rostro y seguramente hace preguntas incómodos. Y es ahí, justo donde puede fallar, ya le pasó antes, le juegan malas pasadas sus estados emocionales. Y éste, todo un profesional, insulta su inteligencia, con comentarios como: ¿ ” así que está todo bien en casa”? o ¿”como es que logramos esta vez, no pelearnos con nadie”? esa costumbre estúpida de hablar como si fuéramos un dúo!

A la distancia distingue a una mujer mirando el interior de su coche y comienzan a temblarle las manos, sabe que es ahí cuando tartamudea, así que va a esperar para preguntarle que busca …bueno, ya se fue , parece que fue una idea nomás.
Miró por enésima vez su reloj pulsera, diecisiete treinta y cinco, siguió caminando. El traje le molestaba, se sentía sucio e incómodo; los zapatos le apretaban, la camisa se le había pegado a la espalda húmeda.
Se preguntaba el porque transcurrían espesamente los minutos, sin respuesta, buscó un kiosco, esperó no encontrar caras conocidas, compró una gaseosa que bebió en pocos sorbos con los que no logró saciar la sed, ni la resequedad de la boca.
Disminuyendo el paso llegó de nuevo a la puerta del consultorio, faltando sólo cinco minutos, llamó. Como siempre desde el portero eléctrico se escuchaba una voz femenina diciendo:

- Siiii
- Si, yo, José – contestó, con evidencias de estar alterado-
- Adelante, José (sonó la chicharra que permitía el acceso al lugar)
- Pase, José, adelante, dijo la mujer, tome asiento, ya lo llama el doctor.
Tal vez, esperó entre cinco y siete minutos que fueron para él, perpetuos.
Finalmente se abrió la puerta de donde salía una señora-paciente para por fin, entrar él.
Y con la habitual sonrisa, el profesional le dijo:
-Adelante José…cómo hemos andado esta semana?
- De lo peor, doc.
- Epaaaa!! ¿pórque? ¿que pasó? ¿tan grave fue?
- Si, no, bueno, no sé…como decirle…se acuerda de Marta?
- Si, hombre, claro, como no me voy a acordar de su mujer…?
- Bueno, si , es que discutimos…
- Si, José, discutieron como siempre.
- Me puse mal, que se yo, esta vez se me fue la mano.
- No me va a decir, que le pegó y la mató ¡?
- Noooo, bueno, si… pero yo no quería…!
- Bueno, José, vengo escuchando este bolero todos los jueves…la dejó quietecita sobre la alfombra, muerta.
Pero, ahora, vamos a lo nuestro, ¿aumentó la medicación como le indiqué?…¡ porque la verdad estoy seguro que no!

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