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El cacique y la joven

Era el año 1940 de la postguerra española y en nuestra vieja Andalucía, en un pueblo chiquito vivía una hermosa aldeana de 18 años, hija de una
humilde familia llamada Rosita. Tambien había un anciano cacique y terrateniente de 72 años que estaba enamorado de la mocita, éste se llamaba Paco y era casí dueño del pueblo y tenía grandes fanegas de tierra,le sobraba el dinero a espuertas.

La madre de Rosita viendo un gran partido en que su hija se casara con el anciano, la convenció para que así fuese, argumentándole que en poco tiempo acabaría con él, pudiendo luego casarse con el joven que quisiera y el mas hermoso del pueblo.

Y así fue, como se ha dicho el viejo estaba enamorado, así que, se hicieron en poco tiempo los preparativos para la boda, y se casaron.

Una vez casados y como era de esperar el hombre no satisfacía las necesidades de la joven; ésta se busco un joven y apuesto muchacho,
llamado Cosme que era el sacristán del pueblo.

Nos encontramos en un día, en una fresquita mañana en que Paco se levanta temprano y le dice a Rosita su esposa:

Oye Rosita, ponme en la alforja dos huevos, un limón y una tajá, que al tajo me voy a almorzar. Porque he buscado obreros para la viña que la van a cavar y no estando uno delante, todo se les va en fumar, echar tragos a
porfía y nada de trabajar.

La mocita se lo prepara todo, y el hombre se va hacia el campo con su alforja y su bastón al hombro. Mientras ella empieza a entonar una canción:

"Que desgracia ser mujer, casada en tan tierna edad con un viejo impertinente que no puedo tolerar, pero supuesto que se va todos los días al campo, pienso el tiempo aprovechar divertirme cuanto pueda con mi amado el Sacristán".

A los pocos instantes de haberse marchado el anciano Paco, llaman a la puerta con toques de contraseña. Rosita abre la puerta y efectivamente allí estaba su hermoso galán, Cosme "El sacristán", deseoso de remontar a la
joven yegua. Ella le dice:

¡Cosme! ¿Entrar te ha visto alguien?. El contesta: Sólo unas mujeres que había ahí en la calle.
Ella- ¡Ay! Si Paco se llegara a enterar, de no darle alguna escusa nos podría matar.

El- ¿Ese viejo setentón?. Si ese viene aquí dando voces, cantando el "Kirieleison", le meto un puño en la boca y lo mando al panteón.

Ella - ¿Eso harías por mí Cosme de mi corazón?.

El - Qué no haría yo por tí, si eres mi pan y mi queso, mi ciruela de San Juan, mi conejo, mi perdiz, mi sabrosito faisán.

Ella- Como te quiero Cosme, eres para mi todo mi pan.

Entre pajas, huevos y cortinas empezaron las caricias al compás de las gallinas.

Ya metidos en cubierto se les deshizo el entuerto. Se oyen unos golpes en la puerta, que ensordecen a la pareja.

Ella - ¿y sí fuera Paco, Cosme mío.

El - ¿Y si fuese qué?. Ya te digo y te repito, que si ese viejo setentón viene aquí dando voces cantando el Kirieleison, le meto un puño en la boca y lo mando al panteón.

A continuación y en esos instantes, se escuchan golpes más fuertes y una voz atronadora que dice:

¡ Estás durmiendo mujer, o en la costura embebida, si no me abres pronto la puerta me meto por las rendijas!

Ella - ¡Ay! es Paco Dios mío, toda he quedado aturdida.

El - Y yo todo asustado Rosita del alma mía. Escóndeme y no te tardes, te lo pido por San Blas, por su madre por su tía.

Ella- ¡Ya sé! te esconderé bajo esta mesa, tapada con este paño y pondré delante esta silla.
El - No escaparé sin paliza.

Sale ella corriendo hacia la puerta una vez ha escondido al sacristán, y abre, se encuentra a su marido y le dice:

Perdona Paco si me he tardado, es que estaba viendo la clueca, a ver si había sacado.

Paco - La clueca ¡je je!, menuda clueca estas hecha tú; dime con quien hablabas cuando estaba yo ahí afuera.

Rosita - Yo con nadie Paco mío, pues no es buena la quimera.

Paco - Y me lo dices así como yo nada viera, yo todo lo veo y todo lo sé y la receta muy pronto la tienes hecha. Aquí traigo al Sr. Garrote que voy a manejar con presteza, y como no hay apelación, empezaré de esta manera.

Que de golpes le daría, que la dejó medio molía. Cuando se cansó la hecho a la calle diciéndole:

Vete y no vuelvas más que hasta tu vista me molesta.

Sentóse el anciano al lado mesa, mientras fumaba un cigarro.Destapó el paño de la mesa y le dijo al sacristán que estaba allí escondido:

Y ahora usted, Señor Escondido, salga usted aquí fuera y dígame a qué a venido, a por aceite, Carne o cera.

El Sacristán - Salgo pidiendo al Señor con severa penitencia que al descargar el garrote, hiciéralo con clemencia.

Paco- Pues el baston amiguito, va a obrar con dureza, pues te voy a calentar de los pies a la cabeza.

Cuando pudo el Sacristán escabullirse le dice al anciano:

Mal dolor te dé en las manos, que se te caigan a tierra, y tu quedes baldao de los pies a la cabeza, granuja, que nos has matao.

El anciano, se sienta descansa y dice: Ya se fueron los dos, calientes de toda veras. Y una cosa recomiendo ahora a los ancianos: Que el casarse pretenda, que no lo haga con mocitas que peligra su cabeza, porque los cuernos a la luna elevan con frecuencia y el perdón de nuestras faltas implora nuestra clemencia. Y sólo ¡sólo! pasaré mi vida los pocos días que me quedan.
Datos del Cuento
  • Categoría: Hechos Reales
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