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Categoría: Hechos Reales

El cálculo

La primera causa de muerte de las chilenas y la segunda de los chilenos, es el cáncer de vesícula. Cada día mueren tres chilenas por esa causa.
(La primera causa de muerte en varones chilenos es el cáncer gástrico)

No es difícil concluir la razón de esta estadística: En cada hogar chileno hay, a lo menos una mujer que hace este tipo de cálculos. Cada vez que se regalan el disfrute de la buena mesa deben pagarlo con el ataque de ese tipo de dolor que paraliza hasta los pensamientos y que puede abarcar todo el tronco..

Recurren a las tizanas de boldo, menta o bailahuén y otras yerbas para aliviar el malestar, a la piña para disolverlos ( lo que a veces sucede, provocando un daño mayor irreparable), a las gotitas espasmódicas, a la posta de primeros auxilios por algún analgésico poderoso y luego, a una dieta de fideos blancos por algunos días... y, asunto terminado, hasta la próxima “pataleta”, que puede ser, realmente, la última.

Al parecer, esperan deliberadamente, que haya presencia cancerígena para decidirse a aceptar una cirugía de emergencia, con los riesgos que eso conlleva.

Una ecotomografía con fines renales delató la presencia de un cálculo en mi vesícula biliar. Asolapado, haciéndose el inocente estuvo allí quién sabe cuánto tiempo, sin ponerse en evidencia. Y claro, como yo vivía a dieta luchando con los kilos tenía pocas oportunidades de violentarse, y cuando lo hacía, pasaba por “malestar pasajero” que no requería tratamiento. Cuando el nefrólogo lo vio se limitó a preguntar si causaba muchas molestias, y, como la vesícula no es de su incumbencia, decidió no pecar de intruso y mi cálculo respiró tan aliviado, que, con seguridad se atrevió a planificar un proyecto de vida familiar en mi vesícula.

Dos años después, un nuevo examen radiológico lo sorprendió allí, del mismo tamaño, al parecer y con la misma cara de “soy niño bueno, me porto bien”.

Pero esta vez le salió gente al camino. Mi terapeuta dio la voz de alarma y me presentó a un gastroenterólogo de lujo (Dr. Oksenberg), el que a su vez, me hizo una cita a ciegas con el cirujano (Dr. Maluenda), otra eminencia de médico.

La pregunta del millón fue si estaba esperando hacer un cáncer con riesgo de integrarme a la estadística o prefería darme a mi misma la oportunidad de morirme de otra cosa.

Entiendo que la muerte es sólo un cambio de estado, no un final, que es lo único seguro que el futuro depara, porque todo lo demás, puede o no suceder. Lo que no entiendo es por qué tiene que ser dolorosa. Basta ya con el cambio traumático de ambiente que significa salir del encierro que es el vientre de la madre para conocer el frío, el calor, el hambre, las irritaciones, la presión de la ropa y sus costuras, las estridencias, los fogonazos, los sabores, las disputas, las vacunas, las inyecciones, la sensación de sentirse cagado, hinchado y mojado. Dios, en su infinita bondad, nos regala la amnesia y nos permite recordar vivencias desde cuando ya nos hemos habituado a esta libertad.

Por eso, cuando escucho eso de que “de algo hay que morirse”, al menos hago el intento de manipular el futuro, de manera que ese algo sea lo menos traumático posible. No niego que he pasado un largo período de depresión aguda, del que fue difícil salir, y que morirme era uno de los deseos más recurrentes que me acosaban, pero como la muerte es sólo un cambio, da casi lo mismo sentirse triste aquí que más allá, donde, lo más seguro es que no hay atención psiquiátrica ni administración de antidepresivos, ni sicólogos. Siempre he pensado que cuando se planifica un viaje, sobre todo sin regreso, es mejor hacerlo con buena salud... para enfrentar mejor el cambio...

Y bien, ya pasó. Mi cálculo era bastante más grande y más feo de lo que imaginé. Con mi basta experiencia como paciente de quirófano, puedo decir que las primeras horas de regreso a la conciencia fueron un poco más dolorosas que en otras ocasiones, pero con todos mis signos vitales en óptimo funcionamiento. Esta vez no hubo viaje al más allá, como en la cirugía de hace diez años, y ya estoy bien. He eliminado otra posibilidad de morir con sufrimiento y he ganado esta: la de vivir el tiempo que me queda en este estadio cumpliendo mi misión de ser feliz.
Datos del Cuento
  • Autor: claudilg
  • Código: 3937
  • Fecha: 15-08-2003
  • Categoría: Hechos Reales
  • Media: 5.07
  • Votos: 44
  • Envios: 1
  • Lecturas: 6249
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