Cuenta la leyenda que en un pueblo de Barcelona había un callejón que cuando pasabas, a los dos día te morías. Eso le pasaron a dos niñas y dos niños que se atrevieron a entrar...
- Es una tontería de leyenda, no tiene ni principio ni fin. Seguro que ellos mismo se inventaron la leyenda - se reía Elisa de sus amigas al contarle la historia.
Era valiente, y no creía en cosas de fantasmas ni nada por el estilo. "Una leyenda estúpida de un callejón estúpido" pensaba cuando volvía a su casa. Ella vivía a dos manzanas de ese callejón. Bueno en verdad nunca había pasado porque le daba asco. No tenía salida y había basura y sobretodo ratas (a las que detestaba).
Por la noche pudo dormir tranquila, pensando que sus amigas estaban locas.
Al día siguiente le volvieron a recordar la historia a otra compañera suya, y a la semana toda la clase estaba atemorizada por dicha leyenda. Elisa, harta, dijo en medio de su clase:
- ¡ES SOLO UNA LEYENDA! No hay que hacerle caso, no te va a pasar nada en un callejón, ¿no?. Simplemente a esos niños les habrían mordidos las ratas y habrían delirado y contado esta historia, pero nada más.
- Elisa, tu dices mucho pero no eres capaz de poner un pie dentro - le dijo Javier, el chulo de su clase.
Elisa decidió, para acabar con el asunto hacerle una apuesta:
- Si entro en el callejón, y no me pasa nada dejais de hablar de la leyenda. Pero si entro y me pasa algo simplemente... seguid contándola.
Los compañeros aceptaron, pero que dos amigas estuvieran presentes, porque tenían que ser testigos.
A las doce de la noche, Lorena y dos amigas fueron al callejón. Ella entro, pero las amigas se quedaron fuera.
El callejón estaba muy oscuro, entre dos edificios abandonados. De repente algo le pasó por el pie y era una rata. Sintió un escalofrío, pero se animó pensando que solo era una leyenda muy pesada. Llegó hasta el final del callejón, poco visible desde la entrada, no por su longitud, sino por su oscuridad. En una de las esquinas habia dos ramos de flores con los nombres: Sara y Enma. Y en la otra esquina otros dos ramos con los nombre: Juan y Eduardo.
Como ya había entrado, se decidió a salir y terminar la apuesta, cuando alguien salió de la salida de emergencia de uno de los edificios laterales y la condujo hacía el interior. Estaba mas oscuro, pero el muchacho encendió la luz. Prefirió que no lo hubiese hecho; A su lado había cuatro cadáveres, dos niñas y dos niños.
El muchacho empezó a hablarle:
- A veces las leyendas son realidad, como ves. Nadie con sensatez ha entrado nunca a este callejón, y aún avisandote de la leyenda, entrastes. Has osado entrar y todo tiene su precio.
- ¡NO! - Respondió´llorando Elisa - Sólo quería demostrar que no se debe fiar de lo que la gente dice. Pero no quería que pasara... esto.
- Haremos un trato, niña. Tú no moriras, pero como la leyenda es el que pisa el callejón muere, no puedo matar a nadie que no esté dentro. Te perdono la vida, a cambio de que llames a tus dos amigas, las que hay en la puerta esperandote, y les digas que pasen. Yo las asesinaré, y tu podrás salir tranquila y viva.
Elisa no daba crédito a sus oídos. ¿Cómo iba a cambiar su vida por la de sus amigas? Estaba loco. Prefería morir con valentía que la muerte de sus amigas. Así que le contestó:
- Si quiere máteme, pero a mis amigas, NO SE LE OCURRA TOCARLAS NI UN PELO. Aunque me muera protegeré a todas las personas que osen entrar en este callejón.
Cerró los ojos y suspiró. Cuando los abrió estaba en el mismo sitio, pero esta vez no estaba el muchacho y había luz. Distinguió el rostro de dos niñas en la puerta y fue corriendo a saludar a sus amigas, pero cuando llegó: no eran sus amigas. Sino las niñas muertas. Ella también estaba muerta...
La noticia de la muerte de Elisa conmovió a todo el colegio. Su funeral se celebró por todo lo alto en Barcelona. Pero siglos después seguía la leyenda, pero esta vez cada vez que alguna niña osaba entrar en el callejón, antes de que el joven la raptara, el fantasma de Elisa la salvaba y la llevaba a la entrada del callejón.