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Tortulio era el cartero más servicial y complaciente del pueblo. El mas leal, el mas honrado… ¿Y rápido? Bueno, no vamos a pretender que tenga todas las cualidades. ¡Era lento… pero seguro!
Tortulio llegaba siempre a todos los sitios. Entre los pequeños gozaba de gran popularidad y algunos utilizaban su caparazón como blanco de sus flechas.
Su mayor alegría era llevar buenas noticias a los vecinos. Si era una herencia, parecía que era Tortulio el que había hecho el testamento.
Claro, amiguitos, que al andar continuamente por las calles, solía recibir molestas salpicaduras de los coches, más él nunca se enfadaba.
Lo que si le disgustaba sobre todas las cosas era notar que algunas de las cartas que entregaba hacían asomar tristeza y desilusión a los rostros de sus buenos amigos. ¡Malas noticias!
Una mañana llegó a la cartera del buen Tortulio un sobre dirigido a una casita que parecía hecha para las más salvajes cabras montesas. Se encontraba ésta el lo alto de un risco. El honrado funcionario contempló asustado aquella especie de nido de águilas, se puso un poco más verde y exclamó:
-¡Me juego la concha a que consigo entregar esta carta en su destino! Y ni corto ni perezoso, Tortulio comenzó su camino. En el primer cruce comprobó que los rótulos se habían borrado.
Más el siguió animoso a su velocidad de crucero. No le atemorizaban los peligros ni las dificultades…
Al atravesar un bosque estuvo a punto de ser alcanzado por un árbol cortado por un leñador. ¡Adelante sin cesar el cartero invencible!
Su camino quedó cortado ante un puente destruido por la tormenta… Más Tortulio lo salvó valiéndose de un tronco y… de su corazón valeroso. ¡Vamos muchacho, tu deber es lo primero!
-¿Voy bien por aquí a la casa del pico? –preguntó Tortulio a un labriego, disponiéndose a escalar una pared de roca.
-Por ahí donde va usted derecho es a la clínica esa que está en el valle.
Pero el admirable Tortulio siguió incansable. ¡La carta debe de ser entregada en su destino! ¡Adelante, Tortulio! Si logro salvar este abismo asido a esta cuerda llegaré a la meta. Si me caigo… Bueno, la sopa de tortuga es deliciosa. ¡Pero no! ¡He pasado! ¡He vencido!
Tortulio llegó a la casita extenuado y leyó un aviso que decía: estaré ausente un mes por vacaciones.
Aunque cansado, Tortulio se sintió feliz por el trabajo bien hecho.
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