Hay un ciprés en esa colina (seguro que ya lo habías adivinado) y debajo está enterrado mi hermano. Hay tambien un viejo búnquer de hormigón, y el ciprés está a su lado, y su sombra cae sobre el búnquer, como la sombra de un soldado.
Mi hermano no murio en la guerra.
A veces subo la colina, cuando hace buen tiempo, y me siento a la sombra del búnquer, adormilado. Uno de sus muros está agrietado, medio derruido, y puedes entrar e imaginar que eres uno de esos soldados de tiempos pasados.
En mis sueños, he matado a cientos desde esa tronera. He detenido el avance de éjercitos enteros y les he obligado a retroceder. He sido un héroe. Me han colgado medallas. He conseguido a la chica. He vuelto a casa.
Mi hermano no murió en la guerra, pero supo lo que era la guerra.
Lo mejor de la colina es el silencio. Puedes sentarte a la sombra y estarás solo, sabrás que estás solo. Tú y el viento que mece el centeno. Hay tambien un arroyo, su cauce sombreado de árboles verdes, y un sendero que corre junto a él, camino de cualquier lugar, camino de la colina y lejos de colina al mismo tiempo, si sabes lo que quiero decir.
Hace años recorrimos ese mismo sendero, mi hermano y yo, en un verano no tan distinto a este, mientras repicaban las campanas a lo lejos y las viejas rezaban el rosario.
Mi hermano no murió en la cruz, pero supo lo que era la cruz.
Ya casi nadie pasa por aquí, así que me siento y pienso en mis cosas, fumo cigarrillos, cazo mariposas.
Y pienso en mi hermano.
Aun hoy, mentiría si dijese que no pienso en él, pero ¿De qué sirve recordar a los muertos, cuando los muertos ya nos han olvidado?