En la casa de los abuelos en el pueblo trabajaba un cocinero que se llamaba Salvador.
Salvador llevaba era gordito y pelirrojo y siempre puesto un gorro enorme amarillo de cocinero. Además, siempre que mi hermano y yo estábamos por la cocina nos contaba un montón de historias. Años atrás había sido pirata y siempre nos contaba que de su paso por los barcos de navegantes se había traído un ingrediente especial con el que hacía que todos sus platos supieran deliciosos.
Un día nos levantamos mi hermano Eduardo y yo y el abuelo nos dijo que Salvador tenía gripe y que hoy se encargaría él de la comida cuando volviese de su paseo matutino.
Cuando el abuelo salió de caso mi hermano y yo nos miramos pensando lo mismo: ¡Por fin podríamos descubrir cuál era el ingrediente secreto de Salvador, el cocinero pirata!
Sacamos todos los botes que encontramos en los armarios de la cocina. Abrimos dos arcones de madera que el cocinero había traído de sus viajes por Asia. Olimos un montón de especias que había en pequeños frascos de cristal. Buscamos en los arcones del congelador, pero no había nada especial, sino solo unos cuantos helados de los que solíamos comer Eduardo y yo a veces de postre.
Entonces ¿Cuál podría ser el ingrediente secreto?¿Lo tendría guardado en su habitación? Decidimos hacer una pequeña travesura y abrimos la puerta para espiar a Salvador. El pobre suspiraba entre toses y estornudos pero tenía los ojos cerrados. Así que, con cuidado Eduardo se arrastró por la alfombra hasta el cajón de su mesita de noche y lo abrió sigilosamente…. pero solo encontró un par de libros y muchas cajas de pañuelos. ¡Qué decepción! ¿Y si en realidad no había ingrediente ningún misterioso y todo era un invento de Salvador para unos niños como ellos? Tendrían que esperar al día siguiente a que el cocinero se pusiera bien para preguntárselo directamente.
Al día siguiente cuando se despertaron para desayunar Salvador ya estaba en la cocina con su gorro amarillo y su alegría de siempre.
- ¡Buenos días chicos! Ya me encuentro mejor. Aquí os traigo un estupendo desayuno con mi ingrediente secreto.
- Salvador, tenemos que contarte algo - dijeron los niños algo avergonzados- - Aprovechando que ayer no estabas tratamos de averiguar cuál era tu ingrediente secreto. No deberíamos de haberlo hecho… pero teníamos mucha curiosidad… ¿Tu podrías decirnos cuál es?
- ¡Ja, ja, ja! - rió con fuerza Salvador- ¿De verdad hicistéis eso? No era necesario. Podríais habérmelo preguntado y os lo habría explicado con mucho gusto. El mayor ingrediente que me he traído de todas esas aventuras en soledad por los siete mares ha sido el amor.
- Ahh… - contestaron los niños con la boca abierta -
- ¿Y sabéis por qué? Porque no hay plato que no sepa delicioso cuando ha sido cocinado con amor.