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La nave espacial Nexus 27 tenía una misión muy especial. Su misión era llevar una pareja de cocodrilos a Marte y dejarlos allí a ver si conseguían adaptarse al entorno. Los científicos prepararon un traje especial para que los cocodrilos pudieran estar en Marte. Este traje se iría descomponiendo poco a poco, lo que debería provocar la adaptación gradual al entorno. Al menos, esa era la hipótesis.
Los astronautas dejaron a los cocodrilos en Marte y se fueron con la intención de regresar dos décadas más tarde. Pero lo que pasó con esos cocodrilos nadie se lo esperaba.
Pasaron los años, pero por Marte no regresó nadie. Los problemas en la Tierra complicaban la preparación del viaje para comprobar qué había pasado con los cocodrilos en el planeta rojo.
Cuarenta años después, un astronauta encontró los archivos que hablaban de los cocodrilos de Marte.
-¿Qué habrá pasado con estos pobres cocodrilos? -se preguntó.
El astronauta quería ir a Marte a comprobar qué había pasado y estudiar la situación. Tanto si habían sobrevivido como si no, aquello tenía un potencial de estudio impresionante.
Tras muchas discusiones, el astronauta consiguió realizar su viaje a Marte. Aunque le pusieron una condición: tenía que traer de regreso a los cocodrilos, vivos o muertos.
-Si vuelves sin los cocodrilos pagarás la expedición de tu bolsillo -le dijeron los responsables de preparar el viaje a Marte, a ver si así disuadían al joven astronauta.
Pero el muchacho aceptó gustoso el trato. Así que en cuestión de unas semanas se puso en camino.
Cuando llegó, el astronauta no encontró a los cocodrilos que habían llevado sus compañeros años atrás. Tras varios días de búsqueda, el astronauta estaba desesperado.
Estaba ya pensando en preparar el regreso cuando, de repente, notó algo en su espalda. Muy asustado se dio la vuelta. ¡Casi se cae de espaldas del susto!
Justo detrás de él había un cocodrilo a dos patas, con un traje amarillo parecido al que usaban los astronautas de hacía medio siglo y una especie de taladro que usaba para apuntarle.
-¡No te muevas o perforo el aislamiento de tu traje espacial! -dijo el cocodrilo
-¿¡También hablas!? -exclamó el astronauta sin salir de su asombro-. ¿Eres uno de los cocodrilos que dejamos aquí hace cuarenta años?
-Esos fueron mis padres -explicó el cocodrilo-. Ellos se adaptaron al medio bastante bien. Cuando yo nací tenía muchas mutaciones genéticas.
-Ya veo-dijo el astronauta-. ¿Tus padres también hablan?
-Ellos no -dijo el cocodrilo-. Desde hace muchos años están en estado de hibernación constante. No sé lo que les pasa.
-Os llevaré a todos a la Tierra y veremos a ver si podemos hacer algo -dijo el astronauta.
-Yo no me muevo de aquí -dijo el cocodrilo-. ¿Qué crees que harán conmigo cuando vean lo que soy capaz de hacer? Aquí estoy bien. ¿Quieres ver mi casa?
-¡Por supuesto! -dijo el astronauta.
El cocodrilo le enseñó una increíble construcción subterránea equipada con todo tipo de comodidades y tecnología.
-Eres un tipo increíble, cocodrilo. ¡Eres un genio! Con lo que tienes aquí podré ayudarte con tus padres, si te parece bien -dijo el astronauta.
Entre los dos consiguieron sacar a los padres del cocodrilo extraterrestre de la hibernación.
-Tengo que irme amigo -dijo el astronauta-. Tengo que pensar de dónde voy a sacar el dinero para pagar el viaje por volver con las manos vacías.
-Tranquilo, te ayudaré -dijo el cocodrilo extraterrestre-. Toma, esto es una bolsita con diamantes y oro. Aquí en Marte hay mucho de esto. Pero no digas nada, porque si no colonizarán el planeta y lo exprimirán hasta destruirlo.
-Tienes mi palabra de que no diré de dónde he sacado esto -dijo el astronauta.
El astronauta cumplió su palabra y no reveló ninguno de los secretos que había descubierto. Así, los cocodrilos marcianos pudieron vivir en paz. Quién sabe si, dentro de unos cuantos siglos, el universo no estará gobernado por cocodrilos marcianos mutantes.
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