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El concurso de juguetes del reino de juguetilandia

Érase una vez un país lejano en el que todos los años se celebraba un gran concurso para elegir el mejor juguete, todos los jugueteros participaban, ya fueran conocidos como no, pero como en todos los concursos siempre había participantes buenos y participantes malos.

En este, concretamente, había uno que llamarlo malo era decir poco, Julius, el inventor privado del Rey Juan, monarca del Reino de Juguetilandia, ¡era malísimo! En lugar de inventar un juguete para el concurso iba casa por casa asustando a sus rivales para que dejaran de construirlos y no pudieran participar en el concurso, así se aseguraba ganar el primer premio sin tener que molestarse en construir nada.

Buscando participantes llego a la casa de Javier, el abuelo inventor, que vivía en una modesta casita cercana al reino con su nieto Ghael, un niño de 6 años muy bueno, estudioso y muy fuerte que había perdido a sus padres siendo muy chiquitito.

Cuando Julius llamo a la puerta de Javier abrió su nieto Ghael que educadamente le pregunto quién era y a quien buscaba. Julius de muy malas maneras le contesto:

-       No sé porque tengo que dirigirme a un crio como tú, estoy buscando a Javier el inventor.

-       Señor, disculpe las molestias pero mi abuelo no se encuentra en casa en este momento -  contesto Ghael sorprendido por la forma de hablar de aquel hombre del que no sabía ni el nombre.

-       Bueno, pues si no te importa le das este mensaje a ese anciano. Le dices que estuvo aquí Julius, el inventor del Rey Juan, y que si no quiere tener problemas es mejor que deje todo lo que está preparando para el concurso de juguetes ya que voy a ganarlo yo y es mejor que no se ponga de por medio. ¿Te ha quedado claro niño? – y si esperar respuesta Julius se montón en su caballo negro y rápidamente desapareció en el horizonte.

 

Cuando el caballero se marchó Ghael se quedó muy preocupado por su abuelo y temiendo por su vida corrió a buscarlo al laboratorio secreto que se encontraba oculto en el bosque, al lado del Lago de los Deseos.

 

Al llegar al lago, Ghael, ni corto ni perezoso cogió una moneda que guardaba para una ocasión especial y la tiró al agua pidiendo lo que para él era el deseo más importante del mundo, que su abuelo estuviera bien y que ganara el concurso.

 

Estaba en sus ensoñaciones cuando una mano pequeña le toco el hombro y con una voz dulce le dijo:

 

-       ¡Buenos días Ghael! ¿Todavía sigues dormido? – entre risas pregunto Ahriel, su mejor amiga y compañera de juegos y travesuras.

-       ¡Uy! ¡Que susto me has dado Ahriel! No puedes asustar así a la gente – dijo enfadado

-       Perdona Ghael, te vi tan concentrado… ¿Qué estabas haciendo? ¡No me digas que todavía crees en los deseos! – repuso Ahriel sorprendida

-       No es que crea ni deje de creer – dijo avergonzado- pero después de lo que me acaba de pasar un poco de ayudita no me vendría mal – y dicho esto le relato a su amiga el encuentro que había tenido con Julius hacia unos minutos

 

Cuando Ahriel terminó de escuchar la historia de su amigo no pudo evitar maldecir al malvado Julius por amenazar al abuelo de su amigo y por hacer trampas en el concurso.

 

Estaban tan ensimismados pensando cómo iban a solucionar lo sucedido sin hacer que su abuelo se retirara del concurso que no se dieron cuenta de que alguien les estaba escuchando tras los árboles. Era su abuelo Javier, que se había emocionado escuchando como su nieto intentaba lo imposible por ocultarle las amenazas de aquel villano. Después de escuchar como su nieto y su amiga planeaban ir al castillo y encerrar a Julius en una mazmorra el tiempo suficiente que duraba el concurso decidió intervenir en la discusión:

 

-       ¡Hola chicos! – saludo alegremente – No hace falta que disimuléis, os he escuchado toda la conversación y estoy muy orgulloso de vosotros dos pero no va a hacer falta encerrar a nadie ni poner trampas. ¿Sabéis que vamos a hacer? Nada

 

Los dos niños se quedaron mirando al abuelo sorprendidos…

 

-       Pero…abuelo… ¡no puedes hacer eso! ¿Cómo no vas a presentarte al concurso? ¡Eres un gran inventor y todos tienen que saberlo! – repuso su nieto

-       Tranquilo hijo, que nadie va a retirarse del concurso. Simplemente no vamos a hacer nada de lo que ha dicho Julius. Es decir, vamos a seguir haciendo lo que hemos hecho hasta ahora, trabajar en la nave espacial de basura reciclada. Ya casi está terminada, necesito que me traigáis todos los plásticos y cajas que encontréis niños, solo nos queda esta noche para acabarla. ¡Mañana será un gran día! – dijo el abuelo inventor con una gran sonrisa en la cara

 

¡Dicho y hecho! Los niños se pusieron en marcha y fueron casa por casa recogiendo todos los materiales para reciclar que les fue posible. Cuando ya no podían cargar con más volvieron al laboratorio secreto del abuelo para llevárselos y así terminar la nave espacial. Estuvieron toda la noche trabajando, corta aquí, pega allá, cambia eso de sitio…y cuando por fin faltaba una hora para el concurso la nave espacial echa con basura reciclada estaba terminada.

 

-       Tan solo falta una cosa – dijo Ahriel muy seria – vamos a ponerle estas ruedecillas para que se parezca más a una nave espacial de verdad. Además, así también se puede usar como una “nave de carreras”, seguro que a los niños y a los jueces del concurso les encanta.

-       Muy buena idea Ahriel, serias una magnifica inventora – dijo el abuelo Javier mientras le guiñaba un ojo a Ghael y le decía por lo bajo – esta chica es muy inteligente, no la dejes escapar – lo que provoco que Ghael se sonrojara.

-       Bueno pues ya que el juguete está terminado deberíamos ir caminando hacia el lugar donde se va a realizar el concurso, ¿no os parece? – Dijo Ghael intentando no pensar en el comentario del abuelo

-       ¡Sí! – respondo Ahriel – pero antes tengo una cosa para que os pongáis – y saco tres disfraces de extraterrestres morados – Si vamos disfrazados de extraterrestres nadie podrá olvidar jamás lo que Javier, el abuelo inventor, construyo para el concurso de juguetes.

 

Rápidamente los tres se pusieron los trajes de extraterrestres encima de sus ropas y partieron hacia la ciudad con su “coche-nave” espacial de basura reciclada. Todo el mundo los miraba, unos sorprendidos, otros asustados y otros, felices de poder ver ese gran invento y todos, sin excepción, marchaban detrás de ellos formando una procesión.

 

-       ¡Chicos! ¿Por qué vais de morado si todo el mundo sabe que los extraterrestres son verdes? – pregunto un niño a los jóvenes ayudantes

-       Mmmm ¿Estas seguros de que son verdes? ¿Has visto alguno? – contesto Ahriel con picardía justo antes de cruzar las puertas de la ciudad.

 

Una vez dentro llevaron su invento hacia el centro de la plaza, lugar donde se celebraba el concurso de juguetes y donde solo se encontraba el malvado Julius que se quedó sorprendido al ver que, finalmente, sí iba a tener un rival y que su invento, un gatito blanco que daba volteretas mientras miagaba, no estaba a la altura del juguete que llevaba Javier.

 

Un grupo de gente bien vestida entró en la plaza detrás de Javier y los chicos y se hizo el silencio:

 

-       Este es el primer concurso de inventores de juguetes del Reino de Juguetilandia. Raro es que no se haya presentado nadie más pero bueno, vamos a ver con que nos sorprendéis hoy – y dicho esto los jueces fueron a ver qué era lo que les tenían preparado los dos concursantes.

 

Primero fueron a ver el invento del malvado Julius:

 

-       Estimados señores os presento a mi gatito juguetón. Simplemente accionando este botón el gatito se pondrá a dar vueltas mientras emite alegres maullidos – dijo Julius para presentar su juguete.

 

Todos se quedaron callados a la espera de que el jurado dijera algo pero simplemente miraron al gatito y anotaron algo en sus libretas para darse la vuelta y quedarse atónitos al ver aquella fabulosa nave espacial y a sus extraterrestres morados.

 

-       ¡Buenos días terrícolas! Venimos de muy lejos para enseñaros la primera nave espacial construida a base de basura reciclada, seguro que sus hijos quieren montarse en una como esta y ser la envidia de todos sus amigos – dijo Javier para presentar su invento. La gente que estaba observando exclamo una gran ovación y los aplausos fueron en aumento. Mientras tanto, entre tantos gritos de júbilo el jurado daba una vuelta y otra alrededor de aquel invento asombrados.

-       ¡Bien! Como ya no hay ningún invento más y después de ver esta asombrosa nave especial no creemos que haya algo que la iguale, le concedemos el primer premio a Javier, el abuelo inventor – dijo el miembro más anciano del jurado - ¡Ah, sí! Y como hemos sido informados de que Julius, el Inventor del Reino, ha tratado de hacer trampa asustando a los demás participantes, le quitamos el título que ostenta y, si Javier tiene el honor de recibirlo, a partir de ahora se le conocerá como Javier el Inventor del Reino de Juguetilandia.

-    Después de oír el veredicto del jurado, todo el reino estalló en aplausos y vítores, que fueron en aumento al ver como la guardia arrestaba al malvado Julius y el jurado le entregaba al bueno de Javier el título de Inventor del Reino de Juguetilandia.

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