Violeta era una niña de 9 años, una niña que al igual que todas las niñas, le gustaba jugar, cantar, bailar y divertirse. Pero Violeta tenía un pequeño detalle que la estaba mortificando. Ella era una niña sumamente ordenada y disciplinada en todas sus cosas, en especial en su cuarto de habitación el cual mantenía delicadamente ordenado y arreglado, porque siempre colocaba cada cosa en su lugar.
Por causas que Violeta no sabía, alguien estaba haciéndole trampas desde hacía algún tiempo, para que la gente pensara que ella era una niña desordenada. Así pues mientras ella ordenaba y ordenaba su cuarto todo el día, la persona desconocida, aprovechaba sus horas de ausencia, le desordenaban el cuarto, para que ella se molestara. Así que cuando ella regresaba, todo estaba desarreglado: ropa tirada en la cama, cuadernos y libros debajo de la mesita, zapatos tirados por el suelo, puertas del closet abiertas, almohadas sin fundas, juguetes debajo de la cama, y muchas cosas más que a Violeta no le gustaban y la hacían perder la paciencia.

Ante tanta injusticia Violeta tomo la decisión de no arreglar más su cuarto de habitación, y entonces ser de verdad una niña desordenada. Pero entonces ocurrió algo muy curioso, mientras ella se ausentaba la misma persona desconocida le arreglaba su cuarto y le colocaba cuidadosamente cada cosa en su lugar y esto hacía muy feliz a la niña. Pero una tarde cuando Violeta regresó de la escuela encontró su cuarto totalmente desordenado, tal como lo había dejado en la mañana, parece que la persona desconocida se habia cansado de arreglarle su cuarto y lo dejó como ella lo había dejado, sólo que esta vez le dejó una pequeña nota escrita la cual dejó colocada sobre la cama que decía: Violeta si quieres mantener ordenado tu cuarto, hazlo tú misma, porque a partir de hoy nadie entrará en tu cuarto sin tu permiso, de manera que el orden ó desorden va a depender de ti.
Y así fue como Violeta volvió a ser la niña ordenada y disciplinada en todas sus cosas, tal como todos la conocían.