Agobiado por el duro trabajo de la Oficina, Jorge Suárez le pidió a Dios que tan siquiera por un día le concediera el deseo de invertir los papeles con su mujer, para que ella aprendiera a valorar sus esfuerzos para llevar el sustento a la casa.

Como todo aquello que se desea con vehemencia Dios se lo concedió y durante la madrugada mientras dormía, ocurrió la metamorfosis en ambos; por lo que él amaneció convertida en ama de casa.

Medio dormida apagó el ensordecedor ruido del despertador a las 5:30 de la mañana, se calzó las pantunflas y comenzó sacando los uniformes de los niños, después encendió el calentador de agua, puso jabón y pasta en el baño, ordenó las mochilas escolares, empezó a preparar el desayuno, luego despertó a los niños y a su adormilado esposo; metió luego bajo la regadera a los chicos, los talló y los enjuagó y los secó rápidamente con las toallas, recogió las pijamas y tendió las toallas, los vistió y enseguida bajó rápidamente para terminar de preparar el desayuno, luego les sirvió; después se cambió y se arregló un poco, despachó a su esposo con un beso y le arregló la corbata. Apuró a los niños y se subió al auto para llevarlos a la escuela, terminando de arreglarse en el camino.

De regreso de la escuela fue a pagar el recibo de luz y luego pasó a teléfonos a realizar también el pago, después fue a comprar aceite, azúcar y un poco de fruta, luego a ponerle gasolina al carro, después al banco y luego a entregar un abono a la caja de ahorros.

Al llegar a su casa lavó los trastes, tendió las camas, hizo la limpieza, conectó la lavadora, separó la ropa blanca y de color y enseguida comenzó a preparar la comida, sacó la basura pero se le pasó el camión recolector, después planchó tres camisas y siete pantalones, luego fue a comprar tortillas; regresó a la escuela a recoger a los niños, los trajo de nuevo a casa y luego recogió los uniformes y vistió a sus hijos con la ropa del diario, después les dio de comer; luego recogió los platos y vasos y los lavó. Todavía con las manos húmedas comenzó a ayudarles a los niños con sus tareas escolares y después retiró la carga de la lavadora y cuando se secaba limpió medio kilo de frijol mientras veía un poco la televisión preocupándose por el nuevo aumento de impuestos a las medicinas y alimentos.

Cuando pretendió descansar un poco, llegó su esposo al que también le sirvió de comer, luego hizo el aseo de la cocina, después lavó el patio, atendió dos vendedores, regó las macetas, bañó al perro y al oscurecer entró a su casa para lavar el baño.

Enseguida comenzó a preparar la cena y mientras la familia cenaba preparó las camas, luego bajó a lavar los trastes y guardó el sobrante de la comida en el refrigerador, a continuación limpió la estufa y la barra de la cocina, luego discutió con su esposo por un problema de los niños a los que previamente había llevado a acostar.

Algo sensible y deprimida ordenó las mochilas y puso un poco de plastilina en una fuga de agua y más dormida que despierta se dio un baño y se puso su gastada bata de franela, luego fue a cerrar las llaves de paso del agua y del gas y cerró las puertas del patio y de la casa y dándole gracias a Dios porque estaba por concluir el día de prueba se dispuso a dormir pero se encontró con un marido urgiéndola a cumplir con sus deberes conyugales nocturnos, a lo que tuvo que acceder antes de quedarse profundamente dormida.

A la mañana siguiente amaneció todavía en su personaje de mujer y rápidamente fue a la imagen de la sala a pedirle a Dios que lo regresara a su estado original. Ahora más que nunca deseaba volver a ser el hombre de la casa; solamente era un día de prueba… En esas estaba cuando escuchó la voz bondadosa del creador:

¡Claro que sí, hijo mío!...Te concederé tu deseo… Pero eso será posible hasta dentro de nueve meses, fíjate que anoche quedaste embarazada.