¿Vale la pena seguir vivo? Estuve con Dios. Encima de él. Entre sus piernas. Ya no puedo negarlo. Existe… sí, y tiene cuerpo de mujer.
Sin embargo siento ahora como si nunca hubiera pasado. Mis sentidos dudan si verdaderamente la tuve entre mis brazos. El recuerdo me engaña. ¿Esa mirada en mis ojos fue real? ¿Y si sus manos en mi cuerpo no son más que deseos de una mente sin alma?
Pero sonrío. Aunque el sabor de sus labios en los míos sea sólo un sueño, es prueba suficiente de que sucedió mi dolor por extrañarla. En esa cama de ese cuarto de esa casa. En esa noche de frío y de fútbol. Interacciones que me complementaron. Fueron muchos instantes condensados en un solo momento. El amarnos en silencio, el robarme las palabras, el desliz del eje que bordea la pasión que da lugar al deseo desenfrenado… de tenerla, de sentirla, de quererla. A ella, y por simpatía a su belleza, toda su belleza que engalana la idea de ser la más hermosa de las diosas.
Son tantos los motivos para no olvidarla que tal vez nunca lo haga. Quizás su aliento entrecortado su aroma su humedad sean sensaciones para toda la vida.
Una vida que ya no merezca ser vivida. Una vida donde ya nada me importa. Porque estuvimos juntos, y acabamos. Pero sé que no es así. Poco vale la blasfemia, el cambio en las expectativas y el regreso a lo cotidiano. Aunque ya nada sea igual… y aunque mi ego acondicione mis futuras elecciones, ahora más que nunca tiene sentido seguir vivo. Para que, como dice mi amigo Mario B., un día cualquiera, no sé cómo ni sé con qué pretexto, por fin me necesites. Y que ese momento se vuelva a repetir.
Fue a Dios, o fue a una Diosa...? atentamente lucy-a