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El día que mamá "Pocholi" compró un piojo

Dedicado a mi mamá

Esa mañana Pocholi estaba decidida a todo. Apenas había podido dormir pues la emoción la embargaba, por lo que en cuanto se escuchó los primeros ruidos de la casa, salió disparada de la cama. Ese día no hubo necesidad de ir a sarandearla para que se animara a salir del reconfortable calorsito de las cobijas de lana.

Impecablemente limpia como siempre, la niña resitía los jalones de cabello que su abuela le daba en cada intento por trenzar su largo cabello rojo, tan rojo como las brazas que asomaban por las rendillas de la estufa de leña en la que ya hervía la avena.

Las trenzas tenían que quedar perfectamente peinadas y es así como debían volver a su regreso, como prueba fiel de que pocholi no anduvo "chirotiando" en la escuela.

Desesperada por iniciar el día, no se estaba quieta ni un minuto, hasta que una mirada inquisidora de "mamá Luz" la obligo a sentarse calladita y tranquila, a esperar el tazon de avena, con la clara advertencia de no estropear el bien planchado pero viejo delantal blanco que cubria su descolorido vestido azul.

La pequeña enpuñaba la cuchara con vemencia y la llevaba a su boca desbordada para terminar de una vez por todas con el desayuno y salir corriendo hacia la escuela. Al terminar suspiro profundamente y después de recobrar el aliento recojió su tazon de peltre, lo lavo y lo guardo en el trastero verde endonde descansaban ordenadamente el resto de los cacharros. "Mamá Luz" ya le esperaba en la puerta para despedirla con la bendición y un huevo.

La carita pecosa de Pocholi se iluminó con una amplia sonrisa. Con suma precaución tomo el huevo entre sus manitas y se encamino a la escuela de prisa pero cuidando cada uno de sus pasos para no tropezar.

La mañana trascurrio sin pena ni gloria en la primaria Romulo Escobar, pero para Pocholi las horas se hacian eternas, es como si de pronto las horas fueran como ligas y se estiraran al maximo, jamás sonaría la campana del recreo.

El campanazo anunciando el recreo fue recibido por la algarabía acostumbrada entre los chiquillos que cursaban el primer grado de primaria. Los niños uno a uno tomarón su huevo, y salieron amontonados por la estrecha puerta del salón de clases, cuidando de no romper el huevo, mismo que sería cambiado por golosinas en la tiendita de don Chinto, quien a manera de trueque intercambiaba huevos frescos por dulces, chicharrines, pan y demás delicias que los pequeñitos ambicionaran. Solo que esta vez pocholi en vez de dirigirse a donde don Chinto, se dío cita con Chivita y otras amiguitas atras del salón de clases.

El trato estaba hecho. Un huevo por un piojo, el que ella quisiera. No había nada en el mundo que ella más deseara que un piojo, pues todas sus amiguitas los habían padecido y algunas con suerte más de una vez. Chivita prima Pocholi e hija del tío Eulogío jamás se libraba de ellos. Emosionada Pocholi espulgo las largas trenzas castañas de Chivita, hasta encontrar el pijo de sus sueños, después de un par de minutos de la busqueda tenía varios candidatos, indecisa peidió a Chivita que se agachara un poco más para buscar el la nuca y fue allí donde encontó el piojo más gordo y negro aferrado sanginariamente al cuero cabelludo de la negociante. Con sumo cuidado Pocholi extrajó al candidato y seremoniosamente se lo colocó en su cabeza. Chivita y las demás niñas confirmaron que "piojito" se había instalado placidamente entre los rojos cabellos de Pocholi. Satisfecha sonrió por su anelada adquicición.

Por la tarde para sorpresa de su abuela en vez de salir a corretar a las gallinas o cazar lagartijas, Pocholi decidió quedarse sentadita en una lata que movía segun la posición del sol fuera cambiando, hullendo de las sombras pasó la tarde en "la resolana" pues las "expertas" le habían dicho que los pijos se repruducian con el sol. Concentrada para ver si sentía los pasitos de "piojito" por su cabeza Pocholi espero y espero sin ninguna certera señal de su nuevo inquilino.

Depronto "mamá Luz" la llamó. Era hora del baño, como todos los días Pocholi debía bañarse, costumbre rara por aquel tiempo en el rancho, pero la obsecion de su abuela por limpieza y el orden la había hecho victima de baño diario. Tan pronto el primer cacerolazo de agua le fue proporcionado del golpe sobre su cabeza, piojito se rindió y resbalo por el remojado fleco rojizo de Pocholi y fue a parar sobre su ceja. "Mamá Luz" pego un grito y de un manotazo que por poco le cuesta la ceja a Pocholi le arrebato su tesorro, mismo que fue adar a una pala llena de brazas candentes y de allí al calenton.

Pocholi apenas pudo decir nada, con sus ojitos aguados miró el cruel destino de "piojito". Pero apenas tubo tiempo de lamentarse pues "mamá Luz" se dió la vuelta estropajo en mano y le propino una friga restregandole las rasposas fibras enjabonadas por todas partes, hasta de jare la piel enrojecida de tanta talladera. Pocholi suspiró alivida al ver que su abuelita por fin dejaba el estopajo por la paz, pero cuando la vió empuñando las tijeras, supó que la cosa no había tarminado...

Una semana después Pocholi viajabá a la ciudad de Chihuhuahua pues por haver sacado el primer lugar en calificaciones anivel estatal le premiaban con ir a conocer a governador López Mateos. Cuando le llego el turno de acercarse hasta el gobernador camino lentamente algo chiviada por su aspecto. En su cabezita retumbaba el ruido de las tijeras, zac, zac, zac y recordaba abergonzada como sus largas trenzas, habían quedado reducidas a un centimetro de crespo cabello rojo.
Datos del Cuento
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