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Ana se había enfadado hoy con su mamá porque se acercaba la fiesta de Carnaval del colegio y no había forma de que mirara con ella el traje que tenían que hacer para el evento. Tenía que vestirse de mariquita y para ello había que comprar tela de colores, las antenas negras y la pintura para la cara. ¡Qué rollo!
Ese día también le tocaba ir a casa de la abuela. Disfrutaba mucho merendando con ella y charlando de las cosas del cole, pero ese día la abuela tenía en casa un fontanero para arreglar el lavabo y no le iba a poder hacer caso.
Cuando Ana llegó allí acabó pronto los deberes y estuvo dando paseos. Como la abuela ya vio que Ana estaba algo enfadada le dijo que ya la estaba viendo mayor y que si era responsable le podía dejar las llaves del trastero.
¡Las llaves del trastero! Las había pedido muchas veces y nunca se las habían dejado, ahora que ya tenía diez años por fin podría ver lo que había allí. Tenía ganas de coger los juguetes y las cosas de mamá y las tías.
Cuando llegó a la puerta abrió fácil con la llave, encendió la luz y…. ¡Pum! No pasó nada mágico, lo único que veía era un montón de estanterías con cajas. Tantos nervios para esto… cajas, y paquetes…
Ana repasaba los bultos cuando al fondo percibió entre las sombras que había una manta con algo debajo. Se acercó más y descubrió una manta de pelo marrón. ¿Qué habría debajo? ¿Sería esto lo que llevaban guardando tanto tiempo? Levantó la manta despacio y se encontró con un baúl. Un baúl de madera que no parecía tan antiguo pero que se veía que hace mucho tiempo que no se abría.
Miró hacia la puerta volvió a salir para supervisar que nadie venía y se dispuso a tirar de la manilla de madera hacia arriba. La puerta del arcón se iba abriendo hasta el final. Cuando logró encontrar una linterna para ver lo que había dentro cuál fue su sorpresa cuando se dio cuenta de que había: ¡Disfraces!
Un montón de disfraces de todo tipo un disfraz de Blancanieves, de médico, de vaca, de sirena, de vaquera, de fantasma, de hada, de oso… ¿Y todos estos disfraces? Estaban hechos con telas brillantes y parecían muy bonitos. Rebuscando hasta el final no pudo más que saltar de alegría: ¡Había un traje de mariquita! Era precioso. Sería la mariquita más original de todo el festival. Tenía un montón de ganas de darle una sorpresa a la abuela y a mamá.
Cuando recogió todo y colocó de nuevo la manta encima cerró la puerta con la llave y fue corriendo a ver a la abuela. Cuando llegó mamá estaba allí también y al ver el traje en la mano le dijo:
-Oh, ya veo que se estropeo mi sorpresa. Por eso no quería comprarte la tela para el traje de Carnaval, porque quería sorprenderte con el mío que lleve cuando tenía tu edad.
Ana ilusionada le dio un beso a mamá y le pidió perdón por el enfado.
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