"Se fue 10-4 al mundo de los difuntos.". "Se jodió el mala paga", "se lo llevó la pelona", gritaba como un loco y riendo a carcajadas el bobo Isidro por todo el pueblo. Las puertas y ventanas de todo el vecidario aparecieron al unísono para observar al desquiciado que continuaba gritando más fuerte. "Se jodió el mala paga""Salimos de esa peste bubónica".
El cura salió al umbral de la iglesia y se hizo la señar de la cruz. El bobo de Isidro corrió a la plaza mientras la multitud seguía sus pasos.
Un auto de la policía que sonaba la bocina a todo volumen era seguido por una ambulancia que resoaba la sirena. Las campanas del viejo campanario repicaban. era una fiesta, un espectáculo, todos se abrazaban, se saludaban, las diferencias entre los ciudadanos desaparecieron. todos celebraban el acontecimiento.
Isidro, hablando incoherencias, apenas se podía entender lo que decía"mu-mu-rió el ca-ca-ca-brón
de Fulgencio.
El silencio se tragó el ruido, los repiques de la iglesia, el sonido de la ambulancia. Los páaros de la plaza callaron.el silencio se comía el silencio de la mañana.
El sacerdote desde la entrada de la iglesia rompió el silencio con su grito amenzante..
"A quí no lo quiero""Ni se le ocurra mandarme a buscar". El buen hombre de Dios recordaba todas las barbaridades que había hecho aquel bribón.
Nunca había cumplido ni una de sus promesas, además de deberle casi doscientos dólares que le había cogido prestado para realizarle una operación a su madre, que nunca le hizo y que la pobre vieja murió.
Recordaba como sustraía las ofrendas cada vez que pasaban el "cepillo"Recordaba como sustraía el agua bendita para luego venderla a los enfermos",
recordaba la vez que lo agarró tratando de robarse una estatua de la Virgen María con la exusa de organizar una parada en honor a la santa.
Como una enorme comitiva todo el pueblo se dirigió a su mansión, una enorme casona vieja que había heredado de su madre. Allí había pasado sus últimos años.
Don Fulgencio Roque había servido en el ejército norteamericano en la Guerra de Corea. Siempre se paseaba en las tardes con su uniforme de militar. Lo llamaban el General. Aunque él decía que había sido galardonado con muchas medallas, lo cierto era que nunca se le vio con una. Muchos afirmaban que había sidio expulsado por ser un alcóholico te ser usuario de drogas.
Su especialidad era el engaño. Tomar prestado para nunca pagar. Le debía una vela a todos los santos. No respetaba a los ancianos, esperaba que llegara la fecha de cobrar el seguro social para ir con un cuento a uno de estos ancianos y engatuzarlo tomaándole prestado.
La gente del puelo lo veían venir y parece que veían al mismo diablo en persona. Además de embrollón era mentiroso, fesco y abusador.
Su muerte era lo mejor que podía acontecer en el pueblo. Por fin Dios había hecho juticia, por fin
Dios había escuchado los reclamos del pueblo en sus oraciones dominicales, pot fin Dios había escuchado los reclamos del cura, por fin Dios había escuchado las oraciones de los protestantes.
El embrollón había muerto de un ataque fulminante.
La vieja Maximina recordaba como se había dejado crecer el cabello, su barba pincelada de blanco caía sobre su pecho. Apenas se podía disntiguir su rostro. El los últimos meses no se veía casi en el pueblo. Todos pensaban que estaba enfermo, que estaba volviéndose loco, pues a veces se escuchaban voces y gritos en su casa.
Una vez certificada su muerte, se ordenó el levantamiento del cadaver. El viejo lo había planeado todo muy bien. Antes de morir escribió una carta en la cual pedía perdón por todos los males que le había causado al pueblo. Dejó en un sobre cinco mil dólares (5,0.00) para cubrir sus gasto y el resto sería donado al cura.
El buen hombre de Dios al enterarse de lo acontecido dijo;"Debemos darle santa sepultura" y el cuerpo fue llevado a la iglesia donde recibió las bendiciones .
El cortejo fúnebre salió de la vieja mansión. La caja enorme, gris, rodeada de flores. El cura iba al frente, mientras detrás algunas viejas lloraban. Don Fabio Duque rezaba el rozario. La brisa soplaba suavemente y una espesa llovizna caía refrescando el día.
Allá, detrás de una ventanilla con una amplia sonrisa el viejo Fulgencio miraba como se llevaban el cuerpo de su hermano gemelo, a quien había mantenido oculto por dos años,enfermo, sin cuidado alguno y a quien maltrataba hasta lograr que éste muriera de un infalto.