Halcón era su nombre y había nacido al margen de los bosques solitarios de la región llamada Tenebra, en las inexpugnadas montañas misteriosas,a poca distancia de la Necrópolis de los hechiceros.
A lo largo de los siglos, se escuchaban cánticos fúnebres, ningún valeroso guerrero se atrevía a pasar por las cercanías del bosque. Todos los hechiceros más poderosos temblaban al pasar por esos senderos. Algunos decían que había una fuerza superior al de ellos.
Sucedió que un día, Halcón se perdió por andar jugando en el bosque y después de caminar toda la noche, encontró en el camino a una mujer con mirada siniestra, vestida de negro y con la cara llena de arrugas.
La mujer lo miró con curiosidad y emitió una extraña carcajada. El niño se atemorizó momentaneamente pero él sabía que podía dominar su miedo ante cualquier peligro que se le presentara. Halcón pronunció unas palabras que sus padres le enseñaron antes de morir para protegerse de las sombras siniestras que lo perseguían. Pronunciar la palabra "Sater" era para dominar a las fuerzas maléficas.
De inmediato la extraña mujer lo llevó a su aldea en donde prácticaba la magia negra.
-No me explico. Pero me siento dominada por una fuerza extraña y no puedo sacrificar a ese niño- dijo la hechicera.
Cuando anochecía, Halcón había visto como la hechicera convocaba a los muertos y los hacía salir de sus tumbas en las afueras de la provincia. El niño tenía cuidado de no ser descubierto porque sólos los hechiceros de gran poder podían ver y pronunciar los sortilegios para resucitar y controlar a los muertos.
La vieja hechicera una vez terminado su ritual de magia, llegaba para intentar la desaparición de Halcón Pero no podía porque una fuerza poderosa lo impedía.
Más aconteció un día,cuando el niño fue por la tarde a recoger trozos de leña en el bosque, escuchó unos extraños murmullos que venían de Necrópolis, también llamado El Valle de los Muertos, lugar que le había prohibido la hechicera. Inmediatamente se dirigió en forma silenciosa al lugar y para no ser descubierto se escondió en unas rocas.
Desde su escondite se sorprendió al ver a un hombre-toro que bufaba y a la vez gritaba como invocando a una fuerza poderosa. Halcón observaba con atención el gran ritual y escuchaba las palabras del hombre-toro y sin saber para que servían los conjuros, se retiro discretamente del lugar y ya entrada la noche pronunció en el camino las extrañas palabras
Sater arum arum
Queter mortis arum
Hasta ese momento surgieron de las penumbras extrañas figuras cubiertas con capas negras. Lentamente avanzaron con sus cuerpos fríos y huesudos a quien los había despertado de la ciudad de Necrópolos. Todos les rendian honores al futuro hechicero.