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El gnomo de las manzanas

~~Bajo un gran pino, cerca del camino, vivía un pequeño gnomo, no más grande que una seta. tweet

Cuando llegó el otoño, equeño gnomo, pensó que necesitaba recoger las manzanas del huerto, si quería llenar la despensa para pasar el largo invierno. tweet

Al día sigui, de madrugada, se puso las botas, el abrigo y el gorro, se ciñó la mochila a la espalda y se puso en camino. Pero al poco de caminar por el bosque, oyó de pronto un pequeño ruido: crec, crec, crec; y se topó con la cara de un zorro que lo estaba vigilando con sus astutos ojos verdes

~~Corre que te corre. Equeño"Ilustración para cuentos cortos de la cara de un gnomo" gnomo volvió raudo a su casa y dijo:
 -¡Uf! Casi he dejado la piel ¡En otro momento volveré

~~Al día sigui, de madrugada, se puso las botas, el abrigo y el gorro, se ciño la mochila a la espalda y se puso en camino. vez salió del bosque sin sobresaltos hasta que llegó a un bello prado donde pastaban las vacas; muu, muu, muu

~~La mayor de todas las vacas sacó su larga y larga lengua, como si quisiera comerse aqueño gnomo, y él, muy asustado, volvió corriendo hasta su pino:
 -¡Uf! Casi he dejado la vida ¡Volveré otro día

~~Al día sigui, oyó el tintineo de las campanas del pueblo. Equeño gnomo salió con sus botas, abrigo, equeño gorro y la mochila a la espalda y atravesó el bosque, cruzó el prado y llegó hasta el huerto. ¡Las manzanas estaban tan altas y él estaba tan abajo

~~El viento jugaba alegrem entre las ramas del árbol, y al ver al gnomo tan triste… hizo caer amablem la más dulce manzana hasta sus manos. ¡Qué alegría!

~~El gnomo le saludó alegrem, dio las gracias y después de guardar la manzana en la mochila, regresó a su casa. ¿Qué creéis que pasó luego? En su casa, equeño gnomo se comió un trozo de manzana hasta quedar bien saciado, y luego… luego partió a trozos la manzana que quedaba, la puso en una cacerola con azúcar y dándole vueltas y más vueltas, hizo una buena mermelada. Cuando hubo terminado, y tenía todos los botes llenos, estaba tan cansado que se tumbó en su pequeña camita de musgo y se durmió. Y la luna, desde la ventana, dulcem le cantó para acunarlo

 

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