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Categoría: Ciencia Ficción

El gran imperio Tantarayo

Un buen día en que, me encontraba disfrutando de la belleza del paisaje y pensaba, casi , que, en voz alta, sobre los grandes secretos que encierra nuestra madre naturaleza; me senté sobre la hierva, bajo la sombra de un frondoso árbol.

Luego de cerciorarme que no era observado, y que nadie perturbaría la paz y tranquilidad reinantes en tan exuberante lugar, opté por relajarme y dedicarme a meditar sobre el extraño mundo de las hormigas.

Con el lento transcurrir del inexorable tiempo, fui sintiendo una sensación extraña en todo mi cuerpo Un raro cosquilleo, seguido de un profundo sueño que invadía mi ser, haciéndome perder la noción de las cosas. ¡De pronto! Como por arte de magia, comencé a percibir algo raro, fantástico e inimaginable. Sentí mi cuerpo flotar, aunque algo lerdo en los desplazamientos.

Pude constatar admirado: que a medida que me iba adaptando a la nueva situación, podía trasladarme de un lugar a otro en fracciones de segundo, y penetrar en lo más recóndito, sin esfuerzo alguno.

Alelado observaba mi cuerpo inerte, sentado y recostado contra la carcomida corteza de de un gran árbol de guásimo. No daba crédito a lo que veían mis ojos. Una y otra vez, me formulaba preguntas a granel …. Sin obtener respuesta.

Notaba con con horror inusitado, que mi espíritu o lo que fuera , a la vez que flotaba, iba disminuyendo de tamaño y una poderosa fuerza envolvente me atraía hacia el fondo de un oscuro abismo en forma de caracol, impidiéndome volver.

Había llegado a tan embarazosa situación llevado por una curiosidad insana. No estaba preparado para ello.

Desconocía por completo, la fórmula para poder retornar e ignoraba como afrontar los peligros que pudieran derivarse de tal insensatez.

Era cual pluma al vaivén del viento. Como un niño en medio de las embravecidas aguas del océano. Todo era confuso.

Iba de sorpresa en sorpresa. No salía de una, cuando caía en otra. Había abandonado mi mundo, y con él, mi cuerpo. En fracciones de tiempo, que me negaba a creer que fuera real tal metamorfosis.

Seguía trasponiendo rápidamente el umbral de lo desconocido. Un sinnúmero de espirales seguía juntándose, presentándose a través de mi vertiginoso viaje.
No se cuanto tiempo hube viajado, solo pude dilucidar que, al término del mismo, me posé suavemente sobre la blanda atmósfera, de un extraño y desconocido planeta, muy semejante al nuestro. Aunque…. Alumbrado por un sol rojizo.

Comencé a descender lentamente, en comparación con la velocidad anterior. ¡Inaudito! ¡insólito! Como por encanto sentí que mi cuerpo se dilataba de nuevo hasta tomar su forma habitual. Percibía cada vez más, la proximidad de de aquel insospechado planeta. ¡ De pronto! Me sentí rodeado de un cúmulo de fantasmagóricas naves , que giraban en torno mío, emitiendo indescifrables sonidos.

Al cabo de algún tiempo, del interior de las extrañas naves, se proyectaron unos rayos de color azuloso, y al instante, me ví envuelto por una burbuja transparente , semejante a una gigantesca pompa de jabón.

De esta manera fui conducido hacia lo que parecía una base espacial. Ya en el interior de la supuesta base, la burbuja desapareció como por encanto.

Miraba aterrado hacia todos lados, no lograba comprender nada de todo cuanto a mi alrededor sucedía.

En silencio fui conducido por el fantástico comité de recepción, a un suntuoso salón estéticamente decorado, cuyos pisos relumbrosos emanaban destellos radiantes.

Eran hombres altos, relativamente jóvenes, la tez cobriza, cabeza rapada sobre la que sobresalían dos antenas color plateado. Vestidos con vaporosos trajes, de un color verde oliva, muy adheridos a sus apolíneos cuerpos.

Seguía sin comprender… Los extraños seres se alejaron cerrando tras de sí la puerta. Dejándome sumido en un torrente de pensamientos e ideas inconclusas.

Anonadado, triste, y casi desesperado, fui sorprendido una vez más. Ahora por una voz enérgica, que infundía a la vez que respeto, tranquilidad. ¡Bienvenido, insensato mortal a nuestro mundo. Soy el General, DIOMEDES PRAXITELES; Ministro de defensa del “ Gran Imperio “Tantarayo”

-Tu quien eres? Pregunto:
Lo observé detenidamente, antes de responder.

Era un hombre de unos cincuenta años, si es que ellos tenían el mismo estatus de vida de los humanos. Cabeza rapada, al igual que los demás seres de tan extraño e incomprensible mundo; rostro grave y sereno; piel cobriza; ojos negros saltones, que denotaban una inteligencia superior; bastante alto, en comparación con los demás; delgado, pero de constitución atlética. Todo en él denotaba energía; al contrario de los demás integrantes del comité de recepción, usaba uniforme de color blanco, que hacia juego con su par de relucientes antenas.

Finalmente, respondí: Yo soy, JOTACE; pensador y soñador errante, integrante de la raza humana.

Me observó detenidamente como tratando de escudriñar, en lo más recóndito de mi ser, y pregunto de nuevo.

-Sabes como se castiga a los que osan invadir nuestros dominios? ¿Acaso desconoces nuestras leyes?

Fui a responder nerviosamente a las tajantes preguntas que el oficial me hacía, pero….No pude balbucear palabra alguna.

La voz del general Praxíteles, se dejó oír de nuevo. ¡Humano, se acerca nuestra amadísima reina Korina.

No me moví, no dije nada, solo me limité a ladear la cabeza para mirar .
Mi cerebro trabajaba a gran velocidad .
Cuanto tiempo llevaba en aquel lugar?
Había perdido la noción del tiempo.
Aparté los ojos del cortejo que se aproximaba y los posé en el rostro pétreo del oficial.

-Que quiere?. Preguntó
No expresé nada, absolutamente nada.
Había deseado fervientemente tener alguna experiencia; pero nunca imagine que me ocurriera algo así.

Definitivamente no estaba preparado.
La voz del general Praxíteles interrumpió el hilo de mis pensamientos.
¿Qué le digo a su alteza?
-Ah, perdón, oficial, me distraje un poco. –Dile que…. Dígale que me permita hablar con ella por favor…..
El General se alejó sin pronunciar palabra, y los minutos comenzaron a transcurrir largos, monótonos e interminables.

Me formulaba una infinidad de preguntas, sin obtener respuesta.
Muchas cosas eran iguales que en mi mundo, más la mayoría de ellas de una magnitud y belleza inigualables. Innumerables carreteras tan lisas como una bola de billar; puentes colgantes, que semejaban largos tentáculos de un pulpo; gigantescos edificios y palacios de una gran majestuosidad, de diferentes formas geométricas. Pude observar a su vez que poseían una gran flota de supernaves , dotadas de armas sofisticadas, inmensamente superiores alas existentes en mi planeta tierra. Hombres de cuerpos apolíneos, mujeres de una belleza exótica . Definitivamente , era algo extraordinario inenarrable.

Seguía ensimismado contemplando la fastuosidad armónica del incomparable paisaje a través del amplio ventanal, formado por media burbuja transparente con pequeños orificios transversales, por los cuales se filtraba en la estancia una deliciosa brisa.

¡Absurdo! Era incomprensible para la mente humana, algo realmente insólito. Sentí pasos. Me volví con lentitud. Entonces la ví: alta, maravillosamente formada, cimbreante como una palmera, de insondeables ojos saltones, negros como el azabache; sobresalía sobre su cabecita rapada, dos antenitas, igualmente de color plateado; los brazos y los hombros completamente desnudos ; el nacimiento de los senos y la espalda, al descubierto casi hasta la cintura. Una verdadera deidad de su raza. Por debajo de su elegante vestido de color negro con lentejuelas brillantes, dejaba ver su pié pequeño, calzado con fino zapato de alto tacón. Todo era extraño en ella, incluso su nombre:KORINA. De más de…. Si, claro, eso era. Debería tener unos veinte o veinticinco años máximo. Era a no dudarlo una de las mujeres más bellas y mejor conformadas de cuantas había visto.

Continué observándola mientras se acercaba. Se detuvo un par de metros de distancia, y apoyó la mano izquierda sobre el hombro del general Praxíteles. Demasiado orgullo, pensé
No pronunció palabra, clavó sus fríos e inescrutables ojos sobre mí. -Los Dioses te sonrían dijo. Qué hace usted en mis dominios?


-Era la misma pregunta que me había formulado anteriormente el general. Pero dicha de otro modo. Tenía una voz suave, melodiosa; segura de sí misma. Todo en ella era belleza, y armonía.

--La verdad, no lo sé. Desconozco las causas; por más que trato, no logro comprender, que extraña y poderosa fuerza me arrastró hasta este mundo. Es algo superior a mis capacidades.

Siguió un largo silencio que se hizo tedioso. ¿Hasta cuando va a permanecer en mis dominios? Me observaba altiva y escrutadora, como dándome a entender que todo cuanto me rodeaba le pertenecía. Haciéndome sentir el más insignificante de los seres. Me limité a responder: -Si por mi fuera, ahora mismo abandonaría este lugar; pero desgraciadamente no está en mí. Quiero manifestarle si su alteza me lo permite, que siempre he soñado con entablar contacto con todos y cada uno de los seres inteligentes que habitan el universo.

-¿Que os parece si guardáis silencio? Se paró al lado del general. Dió un pasito y luego otro y seguidamente dijo: -¿Tienes miedo?
Sonreía picarescamente.
Yo, estaba entre alelado y aterrado. Deseaba huir de aquel lugar , pero, ¿ como?
Sacando fuerzas de mi flaqueza, respondí:-Talvez un poco más que ustedes.
-¡Calla! Fue su tajante respuesta. El ambiente se puso tenso. Le temían. Sentí que una vez más había ido demasiado lejos. ¡Estúpido!, me dije mentalmente.
Y agrego: No tenemos miedo de nada.
Los ojos de la Reina fulguraron con un destello de ira. –No sabes lo que dices insensato, podríamos destruirte en el acto. -Tal vez, repliqué, haciendo un desplante con los hombros.

-Creo que me he equivocado con usted, JOTACE. –Así te llamas verdad?
-Efectivamente, repuse.

-Al parecer eres un completo estúpido.
-Ni lo uno ni lo otro.
Además de estúpido eres insolente.
Qué… me va a matar? ¡Hágalo!
Por todos los Dioses JOTACE, eso es lo que debería hacer.
Tomo aliento y enseguida prosiguió:¿Quién se ha creído que es?
-Nadie, absolutamente nadie, repuse en tono irónico; sólo que estoy cansado desde que llegué a este insospechado lugar, no he escuchado más que improperios. Se me ha venido tratando como a un vulgar delincuente.
Haciéndome el ofendido, levante un poco la voz y agregue: -He venido en son de paz, soy hombre de paz; no pretendo ni es mi deseo causar daño a nadie. Desconozco las causas que me han traído acá y por las que me encuentro en tan embarazosa situación. Toda vez que mi presencia no es de vuestro agrado , desearía retornar a mi mundo, a mi estado normal. Si está a vuestro alcance ayudarme se los ruego, pues yo ignoro la forma de hacerlo.

Me está diciendo la verdad?
-Y porqué nó?

-No lo se, JOTACE; respondió en un susurro, y clavo sus negros y penetrantes ojos sobre mi.
Callamos de improviso los dos. Yo sumido en un mar de confusiones, y ella como es lógico, tratando de escudriñar en mi interior.

Rompió nuestro silencio el general Praxíteles.
-Vamos termina con esto de una vez , hija mía.

¡Claro! Como no había podido darme cuenta?
La reina Korina lo miró fríamente, arqueando las cejas.
-¿Por qué? –preguntó.

-Por tí, por él, por la hospitalidad; por el buen nombre y prestigio del imperio. Argumentó el general.
La reina, maldijo en voz baja.
-Vas a ponerte desagradable? Preguntó el general de nuevo.
No, ni mucho menos, padre, pero debes entender que tengo mis dudas y antes que la hospitalidad, está la seguridad de nuestro imperio.

-Entonces, que harás de mi? Me atreví a preguntar.
-No temas, no tengo nada contra usted, Jotace; considérese nuestro invitado.

-Gracias alteza.- repuse.
-No esperaba menos de ti, alteza.-Agregó el general, a la vez que se acercaba y depositaba un beso en la mejilla izquierda de la reina.

Lentamente se retiró del lado de su padre, dio media vuelta y se dirigió hacia donde la esperaba el grueso de su comitiva.
De pronto se detuvo, giró su cuerpecito de diosa y dijo: -Sabe una cosa Jotace?

No.-repuse
-Cuando llegué hasta aquí, lo hice con un propósito determinado. Volvió a sonreír. -Iba a ordenar su muerte.-repuso fríamente en contraste con su sonrisa.

-Porqué no lo hizo, alteza?
Se encogió de hombros, y su sonrisa se acentuó.
Porque no puedo, no sería capaz de ordenar la destrucción de un ser tan interesante como tú.

Era la primera vez que me tuteaba.
-Muy generoso de su parte.-Agregué
-te espero esta noche, Jotace.
-La cita es en el Palacio Real de KAMAKARO.

-Asistiré encantado, alteza.

-espero seas puntual, y seguidamente, levantó su mano en señal de saludo. –Hasta la noche, Jotacé.

Respondía al saludo de la reina con una leve inclinación de cabeza.

Seguidamente giró sobre sus taconcitos y se alejó.
Quedé como petrificado observando su partida.
Un cúmulo de pensamientos en desorden taladraban mis sienes.
-Como era posible que esto ocurriera? ¿Qué planeta o que lugar era este? ¿ Por qué hablaban mi mismo idioma?. Todo era confuso para mí, mi cabeza amenazaba con estallar en mil pedazos. No daba crédito a todo aquello.

Recobre la normalidad, si es que así se le podía llamar, al oír a mis espaldas la voz del general Praxíteles.
Giré en torno y lo encaré.
Tenía una sonrisa maliciosa.

Hermosa, verdad?

¡Claro que es hermosa!

El general agregó.- tal vez no haya recibido usted, una acogida muy entusiasta, pero debes comprender que ella es nuestra guía, nuestra soberana y sobre ella recae la responsabilidad del imperio.

S, comprendo…. La verdad es que, no comprendía absolutamente nada.

-Caminemos, Jotacé, trataré de irte explicando algunas cosas y del porque de nuestra actitud agresiva.
-Como diga, general, y nos pusimos en camino.
El general Diómedes Praxíteles me fue explicando pormenorizadamente todo cuanto ocurría en su mundo.

Abordamos una pequeña nave, la cual se desplazaba por la vías que parecían mesas de billar, o levantaba el vuelo a una velocidad indescriptible, como en fracciones de segundo. Finalmente arribamos un extraño complejo: esta es la base aérea de PADHUA, capital del GRAN IMPERIO TANTARAYO, y añadió: fuimos informados por la base intergaláctica de GOBILA, situada en la provincia de PATHROS, sobre la misteriosa aparición de un extraño objeto que sobrevolaba el espacio aéreo de nuestro imperio . Lo cual como puedes comprender causó temor y zozobra dentro de nuestra filas. Como comprenderá hubiera bastado ser detectado por nuestra población civil, para que un pánico de indescriptibles proporciones se hubiese apoderado de nuestro imperio, el cual se ha visto continuamente atacado por nuestro archienemigo el imperio Bachaco . Este fue que nos indujo a poner nuestras fuerzas en estado de alerta y ordenar la salida inmediata de nuestras naves MANDALA. Las cuales como vez, cumplieron su cometido, interceptarte y conducirte a la base más cercana. Con calma y pausadamente prosiguió su relato. Finalmente, se detuvo, llevó su mano derecha a la barbilla y agregó: eso es todo.

-¡Gracias general!, me ha dado una prueba concluyente sobre las causas de su agreste actitud inicial.
A una nueva señal del General, abordamos la nave, la cual despegó casi que de inmediato.

En un abrir y cerrar de ojos llegamos a lo que parecía ser una plaza de armas rodeada de un hermoso jardín, semejante a una jungla laberíntica que servía de adorno a un monumental palacio.

Después de unos instantes de indecisión y éxtasis, retomé el tema: - Recién ahora me doy cuenta de la grave situación que pude haber causado y el inminente peligro de muerte en que había estado. –ruego a su señoría, me disculpe por mi inconsecuente actitud, no ha sido mi intención. Y agregué: - Ruego a usted, presente mis disculpas a su alteza, Korina, si es que no puedo hacerlo personalmente..

Me tendió la mano en señal de amistad, a la vez que me decía: -No se preocupe Jotacé, basta con que lo reconozca. –en cuanto a nuestra amada Reina, ¡Claro que podrá verla de nuevo!, se olvida que es su invitado de honor?

¡Ah, si, ahora lo recuerdo.

Repentínamente a espalda nuestras oímos el sonido de pasos y una voz cantarina que decía: ¡Padre, padre!
Nos volvimos.
Vi como las gentes se apartaban, y por la estrecha senda que voluntariamente se abría entre la muchedumbre, se acercaba un piquete de militares al frente del cual venía ….¡Santo Dios ¡ ¡Nó!
Me negaba a creer lo que veían mis ojos.
Llegó hasta donde estábamos.
Sin mirarme siquiera, pasó rauda por mi lado.
Tomó las manos del general Praxíteles entre las suyas, se paró en la puntita de los piés y luego de estampar un beso en sus mejillas , dijo: Papá, por fín te encuentro.

_¡Madre mía!, exclamé sin poder contenerme.
-Sí, efectívamente; repuso el general calmadamente, es igual a mi hija Korina, son gemelas. Si que lo són, afirmé: -como dos gotas de agua . ¿Por qué no lo había dicho antes general?
Me respondió con otra pregunta: ¿Acaso hemos tenido tiempo?
-Disculpe, general,
-No es necesario, Jotacé.
Permítame presentarle a mi otra hija, la princesa KILAMAUNA.
Ella me tendió su pequeña y bien cuidada manecita
Ella me tendió su pequeña y bien cuidada manecita, a la vez que me decía: -Mucho gusto Jotacé , sea usted bienvenidoa nuestro mundo; como dijera mi padre, soy la princesa Kilamauna y nos sentimos de plácemes de tener un huésped tan extraordinario como tú, proveniente según tus propias palabras del reino de los humanos o planeta Tierra. Ahora que te conozco personalmente quiero manifestarte que me alegro de que nuestra gloriosa fuerza aérea no te haya destruido, creyéndote un invasor Bachaco.
Espero te encuentres a gusto en nuestro mundo y que recojas y te lleves un buen concepto de nosotros, y que al regreso a tu planeta, lleves un afectivo mensaje de paz a vuestras gentes.
A nombre de nuestra amada Reina y de nuestro imperio te pido nos acompañes a al homenaje o fiesta que en tu honor realizaremos en el palacio de KAMAKARO .

Estaba anonadado, extasiado observaba y mentalmente decía : ¡Oh divina armonía de la vida, latente en esta Venus de voz cantarina. Todo en ella irradiaba perfume espiritual.

Volvía a la realidad al oír que me decía: -Aceptas nuestra invitación?
¡Oh, sí, claro! Con muchísimo gusto!. No podría negarme, y agregué: son ustedes muy gentiles y muy hospitalarios. Me había creado un concepto muy distinto a mi llegada. Tenían o tienen razón si me hubiesen fulminado, fui un tonto, pero a decir verdad, no entiendo nada de lo que esta pasando.

La princesa Kilamauna, me hizo un delicado ademán con su manita. No es necesario que te martirices con eso, ya paso….fué… y me dedicó una radiante sonrisa de Diosa. Luego agregó: entonces no se diga más te esperamos en palacio. Se despidió con un ademán de su mano, dio media vuelta y agregó: ni padre te guiará.

Seguidamente el General, dijo: - te conduciré a tus habitaciones. Seguidme por favor . atravesamos la plaza y nos internamos en el laberíntico jardín a través de una angosta calzada.

Fui conducido hasta un fastuoso palacio. - Este es el palacio de KAMAKARO, me informó el general. La comandante LORENA te mostrará las habitaciones, regresaré más tarde.

Efectivamente, fui conducido por esta linda y atlética jovencita llamada Lorena, a una ancha y fastuosa habitación, que contaba con todas las excentricidades de que podía disfrutar un archimillonario en mi planeta.

Luego de mostrarme la habitación y explicarme todos los detalles, la comandante Lorena dijo: -Qué disfrutes la estadía en nuestro imperio; puedes descansar tranquilo, aquí se se dan las cosas sin tantos sobresaltos. Se despidió con un ademán muy militar y acto seguido salió de la estancia cerrando la puerta tras de sí. Dejándome sumido en un sin número de pensamientos. Una y otra vez abría y cerraba los ojos, tratando de despertar de aquel dulce, pero inquietante sueño.

Descansé, me aseé y me arregle´conforme a las instrucciones recibidas, y a la molesta para mí, ayuda de unos robots con figura de mujer.

Al cabo de algún tiempo, que no se por qué motivo, causa o razón no podía calcular fui informado, que la comandante Lorena me esperaba al otro lado de la puerta de mi habitación. Procedí a salir encontrándome con una pequeña comitiva, al frente de la cual se encontraba , efectivamente la comandante Lorena. ¡ Era bellísima! Cabeza rapada al igual que todos los seres de aquel fantástico planeta.

Seguidme por favor. Atravesamos nuevamente el jardín y nos dirigimos hacia otro lado de aquel fastuoso palacio. Allí en uno de los pasillos me esperaba el general, Praxíteles. Me recibió con un saludo militar y agregó: seguidme por favor, nos esperan.

Penetramos en un suntuoso salón, el cual se encontraba agolpado de seres, fina y vistosamente trajeados. Allí estaban ellas, como dos gotas de agua; como dos Diosas del Olimpo. La Reina Korina yla princesa Kilamauna, me saludaron casi que al unísono . –-Buenas noches Jotacé, llega puntual.

Lancé una fugaz mirada a mi alrededor, cuánta gente, o cuántos seres,? ¿Cuánto lujo? Todo era extraordinario prácticamente inexplicable.

La reina Korina se dirigio al centro del salón.
Su voz era deliciosamente acariciadora cuando dijo: Amadísimo pueblo Tantarayo, tengo el grato placer de presentaros a nuestro visitante e invitado especial, el amigo Jotacé, miembro de la raza humana, quien ha venido desde el planeta tierra a traernos un mensaje de paz y de confraternidad. Desde ya quiero manifestaros, que es un ser diferente a todos nosotros y a cuantos hemos visto hasta ahora. Es un ser consciente, pues sólo un ser consciente puede ser pacífico y en esto consiste la lucha por la existencia.- sea este el momento más propicio para enviar a los demás seres del universo intergaláctico y en especial a todos los seres humanos superiores, un saludo fraternal lleno de amor y de paz.

Culminó con una leve inclinación de cabeza y al unísono estalló en el salón una atronador clap, clap, de aplausos y vítores a la reina.

Avancé dos o tres pasos, me situé junto a la reina y tomando sus angelicales manos entre las mías, estampé un ardoroso beso en sus mejillas, en señal de agradecimiento.

Contagiado por el desbordante alborozo reinante, grité: ¡Viva el Gran imperio Tantarayo!
¡Viva la amistad entre los pueblos! ¡Viva la reina Korina!.

Atronadores aplausos y vítores de toda índole, seguidos de un lindo y sincronizado coro que decia: humanos, los queremos, humanos, los amamos.
Al cabo de algún tiempo de ensordecedor bullicio, la areina levantó su bien cuidada manecita y al instante las voces y el ruido cesaron.
-Nuestro invitado desea hablaros.-agregó.

Entre nervioso y alelado comencé mi disertación:

Gallardo y glorioso imperio Tantarayo. Con un caluroso, efusivo, y fraternal saludo; reciban ustedes mis más sinceros agradecimientos por tan fastuoso e inmerecido homenaje de bienvenida que me habeis brindado.- Son ustedes un pueblo refinado, maravilloso, no viven de simples especulaciones abstractas, sino que tienen un modo práctico de pensamiento. Se puede decir sin lugar a dudas, que han alcanzado un alto porcentaje de la verdadera coexistencia; han ido despertando conciencia y con ella la paz.- Nosotros los humanos aún estamos rondando en el plano, simplemente mental. –Le hemos dado poder a la mente y, la mente nos está arrastrando: “ ven aquí, ve allá, sin lograr acabar con esa tontería.

El día que comprendamos que Dios, presencia divina, fuerza suprema que regenta el universo, es el propietario de todas las cosas que nos han sido prestadas, dejaría de haber guerras, y discordias entre hermanos. Habremos alcanzado la paz. Las discordias y la guerra son producto de nuestro estado animal, de la ignorancia.
-¿Como podemos alcanzar la paz, si nó hay amor?
-A continuación y ya para terminar, quiero manifestarles que seré portador de vuestro sabio mensaje de paz y lucharé con ahinco para hacer conocer en mi mundo la sabiduría y grandeza del GRAN IMPERIO TANTARAYO.

Una atronadora salva de aplausos fue la respuesta a mi humilde intervención. Acto seguido en aquel regio salón se dio inicio , al compás de límpidos arpegios, al baile; el cual se prolongó por espacio de algunas horas quizás.

Finalmente, y cuando me encontraba danzando con la subyugante princesa KILAMAUNA, al compás de una cancionsilla cual fino concierto de turpiales, fuí requerido por el general PRAXITELES y la Reina KORINA para que abandonara aquel fastuoso salón, y me condujeron apresuradamente hacia un amplio patio o pista exterior donde se encontraba aparcada una pequeña y extraña nave.

-Díselo tú, padre! . exclamó la reina Korina.

-decirme, que? Repliqué.

-Verá usted, Jotacé dijo el general Praxíteles, con voz grave. -Aunque tu presencia y estada en nuestro imperio nos honra y enaltece, tengo que manifestarte muy a mi pesar que, debes abandonar inmediatamente nuestro mundo y regresar a tu civilización, caso contrario, te desintegrarías y no podrías hacerlo jamás.

-¿por qué?

-No preguntes, fué la tajante respuesta, casi que al unísono, de el General, Praxíteles, la reina Korina y la princesa Kilamauna.

Seguidamente el general agregó: - ven, apresúrate, entra rápido a nuestra nave Keila. La comandante Lorena de conducirá en ella a tu lugar de origen.

Los candorosos y ardientes labios de las dos deidades se posaron sobre mis mejillas, a la vez que me decían: - vuelve pronto Jotacé. Estreché la mano que me ofrecía el general. Fui despedido rápida , pero efusivamente.

El General ordenó a la bella comandante, llamada Lorena, una joven de no más de veintisiete años, si es que en ese extraño y exótico mundo se llevaba una relación igual a la de mi mundo. –¡ Comandante! ¡Diga, señor! Conduce rápidamente a nuestro dilecto amigo Jotacé , hasta su destino.

-descuide general, así lo haré.

El general me hizo entrega de un estuche de terciopelo negro, a la vez que me decía: este estuche contiene un talismán, que le servirá de protección , si es que algún día desea retornar a nuestro mundo. –Ahora, ¡ márchate, por favor! ¡ Hazlo pronto!

-Sí, general!

Me despedí con un leve agitar de manos, no sabía que hacer, estaba confuso. Penetré a la nave, y ya en su interior las puertas se cerraron herméticamente. Percibí por unos instantes, el suave ronroneo de la nave y acto seguido: sentí como si un remolino me arrastrara, haciéndome perder la noción de las cosas.

Desperté a la realidad, no dando crédito a todo lo acontecido durante mi letargo. Un viento oriental azotó mi rostro, trayéndome el olor a pescado fresco. Restregué mis ojos con fuerza, al percibir que algo se movía en la margen de mi campo visual.

Era una muchacha desgreñada y cubierta con un pequeño traje de baño.
_¡Muchacha! –la interpelé. ¿ Que hace usted, por aquí, y donde estamos?

-No lo sabe?

-Nó, no lo sé, por eso te pregunto.
_Esta es una playa del río Zulia, y me he estado bañando, ¿No lo ve? O es que está borracho.

-borracho, yo? Y agregué: No, señorita, solo me he quedado dormido. Me enderecé bruscamente y pregunté:- ¿Quién eres tú?

Visiblemente nerviosa, sacó una voz cavernosa para replicar. – Yo soy, Francis, y usted?
Yo soy, Jotacé, perdón, Juan Carlos. Te ofrezco mi amistad. Tendí mi mano pero me quedé con ella en el aire pues Francis o quien fuera, había salido corriendo en dirección hacia donde se oía un murmullo de voces, proveniente tal vez de los bañistas.

Seguí caminando, ensimismado en mis pensamientos, entre un bosque de alisos y cañabravas que cubrían una vasta depresión de aquella playa.
-¡De pronto! La chusmita que se encontraba bañando, compuesta por cuatro mocetones y dos jovencitas, una de las cuales era la supuesta Francis, se interpuso en mi camino.

Una vez más, la parca LAQUESIS se deleitaba moviendo esa maraña de hilos invisibles que conforman el destino del hombre.

Casi al unísono, me increparon. - ¿Quién es usted, y que hace en este lugar?
-Ya se lo dije a la señorita, repuse.- Soy Jotacé . Si dudan de mi palabra, aquí están mis documentos. A la vez que les hacía entrega de mi cartera agregué: vine como ustedes de paseo , me introduje en la maleza y debo haberme quedado dormido, y agregué: No teman soy hombre de paz. Yo mismo me reí internamente de mis últimas palabras. No teman. ¿Acaso, el asustado no era yo?

-Esta bién dijo el que llevaba la voz cantante, a la vez que me devolvía la cartera la cual guardé en mi bolsillo. Pero debes comprender, que….. – Sí ya lo sé, y les ruego me disculpen.

Con un ademán de mi mano me despedí de los bañistas y proseguí mi camino.

Ya de regreso a Cúcuta, aún bajo la impresión de aquel hermoso espectáculo, vivido, tal vez, en mi imaginación, me propuse plasmar de mi propio puño y letra, tan fantástica experiencia. ¡De pronto! al acordarme introduje mi mano en el bolsillo del maletín y encontré un pequeño estuche de terciopelo negro, al abrirlo observé alelado: allí se encontraba un anillo de un metal para mi desconocido, y gravado con unos signos indescifrables.

Pudo haber sido real?


Este cuento ha sido escrito por: JUAN CARVAJAL C. Presidente de la Asociación de Pensionados Municipales “ASPENMUC”













Un buen día en que, me encontraba disfrutando de la belleza del paisaje y pensaba, casi , que, en voz alta, sobre los grandes secretos que encierra nuestra madre naturaleza; me senté sobre la hierva, bajo la sombra de un frondoso árbol.

Luego de cerciorarme que no era observado, y que nadie perturbaría la paz y tranquilidad reinantes en tan exuberante lugar, opté por relajarme y dedicarme a meditar sobre el extraño mundo de las hormigas.

Con el lento transcurrir del inexorable tiempo, fui sintiendo una sensación extraña en todo mi cuerpo Un raro cosquilleo, seguido de un profundo sueño que invadía mi ser, haciéndome perder la noción de las cosas. ¡De pronto! Como por arte de magia, comencé a percibir algo raro, fantástico e inimaginable. Sentí mi cuerpo flotar, aunque algo lerdo en los desplazamientos.

Pude constatar admirado: que a medida que me iba adaptando a la nueva situación, podía trasladarme de un lugar a otro en fracciones de segundo, y penetrar en lo más recóndito, sin esfuerzo alguno.

Alelado observaba mi cuerpo inerte, sentado y recostado contra la carcomida corteza de de un gran árbol de guásimo. No daba crédito a lo que veían mis ojos. Una y otra vez, me formulaba preguntas a granel …. Sin obtener respuesta.

Notaba con con horror inusitado, que mi espíritu o lo que fuera , a la vez que flotaba, iba disminuyendo de tamaño y una poderosa fuerza envolvente me atraía hacia el fondo de un oscuro abismo en forma de caracol, impidiéndome volver.

Había llegado a tan embarazosa situación llevado por una curiosidad insana. No estaba preparado para ello.

Desconocía por completo, la fórmula para poder retornar e ignoraba como afrontar los peligros que pudieran derivarse de tal insensatez.

Era cual pluma al vaivén del viento. Como un niño en medio de las embravecidas aguas del océano. Todo era confuso.

Iba de sorpresa en sorpresa. No salía de una, cuando caía en otra. Había abandonado mi mundo, y con él, mi cuerpo. En fracciones de tiempo, que me negaba a creer que fuera real tal metamorfosis.

Seguía trasponiendo rápidamente el umbral de lo desconocido. Un sinnúmero de espirales seguía juntándose, presentándose a través de mi vertiginoso viaje.
No se cuanto tiempo hube viajado, solo pude dilucidar que, al término del mismo, me posé suavemente sobre la blanda atmósfera, de un extraño y desconocido planeta, muy semejante al nuestro. Aunque…. Alumbrado por un sol rojizo.

Comencé a descender lentamente, en comparación con la velocidad anterior. ¡Inaudito! ¡insólito! Como por encanto sentí que mi cuerpo se dilataba de nuevo hasta tomar su forma habitual. Percibía cada vez más, la proximidad de de aquel insospechado planeta. ¡ De pronto! Me sentí rodeado de un cúmulo de fantasmagóricas naves , que giraban en torno mío, emitiendo indescifrables sonidos.

Al cabo de algún tiempo, del interior de las extrañas naves, se proyectaron unos rayos de color azuloso, y al instante, me ví envuelto por una burbuja transparente , semejante a una gigantesca pompa de jabón.

De esta manera fui conducido hacia lo que parecía una base espacial. Ya en el interior de la supuesta base, la burbuja desapareció como por encanto.

Miraba aterrado hacia todos lados, no lograba comprender nada de todo cuanto a mi alrededor sucedía.

En silencio fui conducido por el fantástico comité de recepción, a un suntuoso salón estéticamente decorado, cuyos pisos relumbrosos emanaban destellos radiantes.

Eran hombres altos, relativamente jóvenes, la tez cobriza, cabeza rapada sobre la que sobresalían dos antenas color plateado. Vestidos con vaporosos trajes, de un color verde oliva, muy adheridos a sus apolíneos cuerpos.

Seguía sin comprender… Los extraños seres se alejaron cerrando tras de sí la puerta. Dejándome sumido en un torrente de pensamientos e ideas inconclusas.

Anonadado, triste, y casi desesperado, fui sorprendido una vez más. Ahora por una voz enérgica, que infundía a la vez que respeto, tranquilidad. ¡Bienvenido, insensato mortal a nuestro mundo. Soy el General, DIOMEDES PRAXITELES; Ministro de defensa del “ Gran Imperio “Tantarayo”

-Tu quien eres? Pregunto:
Lo observé detenidamente, antes de responder.

Era un hombre de unos cincuenta años, si es que ellos tenían el mismo estatus de vida de los humanos. Cabeza rapada, al igual que los demás seres de tan extraño e incomprensible mundo; rostro grave y sereno; piel cobriza; ojos negros saltones, que denotaban una inteligencia superior; bastante alto, en comparación con los demás; delgado, pero de constitución atlética. Todo en él denotaba energía; al contrario de los demás integrantes del comité de recepción, usaba uniforme de color blanco, que hacia juego con su par de relucientes antenas.

Finalmente, respondí: Yo soy, JOTACE; pensador y soñador errante, integrante de la raza humana.

Me observó detenidamente como tratando de escudriñar, en lo más recóndito de mi ser, y pregunto de nuevo.

-Sabes como se castiga a los que osan invadir nuestros dominios? ¿Acaso desconoces nuestras leyes?

Fui a responder nerviosamente a las tajantes preguntas que el oficial me hacía, pero….No pude balbucear palabra alguna.

La voz del general Praxíteles, se dejó oír de nuevo. ¡Humano, se acerca nuestra amadísima reina Korina.

No me moví, no dije nada, solo me limité a ladear la cabeza para mirar .
Mi cerebro trabajaba a gran velocidad .
Cuanto tiempo llevaba en aquel lugar?
Había perdido la noción del tiempo.
Aparté los ojos del cortejo que se aproximaba y los posé en el rostro pétreo del oficial.

-Que quiere?. Preguntó
No expresé nada, absolutamente nada.
Había deseado fervientemente tener alguna experiencia; pero nunca imagine que me ocurriera algo así.

Definitivamente no estaba preparado.
La voz del general Praxíteles interrumpió el hilo de mis pensamientos.
¿Qué le digo a su alteza?
-Ah, perdón, oficial, me distraje un poco. –Dile que…. Dígale que me permita hablar con ella por favor…..
El General se alejó sin pronunciar palabra, y los minutos comenzaron a transcurrir largos, monótonos e interminables.

Me formulaba una infinidad de preguntas, sin obtener respuesta.
Muchas cosas eran iguales que en mi mundo, más la mayoría de ellas de una magnitud y belleza inigualables. Innumerables carreteras tan lisas como una bola de billar; puentes colgantes, que semejaban largos tentáculos de un pulpo; gigantescos edificios y palacios de una gran majestuosidad, de diferentes formas geométricas. Pude observar a su vez que poseían una gran flota de supernaves , dotadas de armas sofisticadas, inmensamente superiores alas existentes en mi planeta tierra. Hombres de cuerpos apolíneos, mujeres de una belleza exótica . Definitivamente , era algo extraordinario inenarrable.

Seguía ensimismado contemplando la fastuosidad armónica del incomparable paisaje a través del amplio ventanal, formado por media burbuja transparente con pequeños orificios transversales, por los cuales se filtraba en la estancia una deliciosa brisa.

¡Absurdo! Era incomprensible para la mente humana, algo realmente insólito. Sentí pasos. Me volví con lentitud. Entonces la ví: alta, maravillosamente formada, cimbreante como una palmera, de insondeables ojos saltones, negros como el azabache; sobresalía sobre su cabecita rapada, dos antenitas, igualmente de color plateado; los brazos y los hombros completamente desnudos ; el nacimiento de los senos y la espalda, al descubierto casi hasta la cintura. Una verdadera deidad de su raza. Por debajo de su elegante vestido de color negro con lentejuelas brillantes, dejaba ver su pié pequeño, calzado con fino zapato de alto tacón. Todo era extraño en ella, incluso su nombre:KORINA. De más de…. Si, claro, eso era. Debería tener unos veinte o veinticinco años máximo. Era a no dudarlo una de las mujeres más bellas y mejor conformadas de cuantas había visto.

Continué observándola mientras se acercaba. Se detuvo un par de metros de distancia, y apoyó la mano izquierda sobre el hombro del general Praxíteles. Demasiado orgullo, pensé
No pronunció palabra, clavó sus fríos e inescrutables ojos sobre mí. -Los Dioses te sonrían dijo. Qué hace usted en mis dominios?


-Era la misma pregunta que me había formulado anteriormente el general. Pero dicha de otro modo. Tenía una voz suave, melodiosa; segura de sí misma. Todo en ella era belleza, y armonía.

--La verdad, no lo sé. Desconozco las causas; por más que trato, no logro comprender, que extraña y poderosa fuerza me arrastró hasta este mundo. Es algo superior a mis capacidades.

Siguió un largo silencio que se hizo tedioso. ¿Hasta cuando va a permanecer en mis dominios? Me observaba altiva y escrutadora, como dándome a entender que todo cuanto me rodeaba le pertenecía. Haciéndome sentir el más insignificante de los seres. Me limité a responder: -Si por mi fuera, ahora mismo abandonaría este lugar; pero desgraciadamente no está en mí. Quiero manifestarle si su alteza me lo permite, que siempre he soñado con entablar contacto con todos y cada uno de los seres inteligentes que habitan el universo.

-¿Que os parece si guardáis silencio? Se paró al lado del general. Dió un pasito y luego otro y seguidamente dijo: -¿Tienes miedo?
Sonreía picarescamente.
Yo, estaba entre alelado y aterrado. Deseaba huir de aquel lugar , pero, ¿ como?
Sacando fuerzas de mi flaqueza, respondí:-Talvez un poco más que ustedes.
-¡Calla! Fue su tajante respuesta. El ambiente se puso tenso. Le temían. Sentí que una vez más había ido demasiado lejos. ¡Estúpido!, me dije mentalmente.
Y agrego: No tenemos miedo de nada.
Los ojos de la Reina fulguraron con un destello de ira. –No sabes lo que dices insensato, podríamos destruirte en el acto. -Tal vez, repliqué, haciendo un desplante con los hombros.

-Creo que me he equivocado con usted, JOTACE. –Así te llamas verdad?
-Efectivamente, repuse.

-Al parecer eres un completo estúpido.
-Ni lo uno ni lo otro.
Además de estúpido eres insolente.
Qué… me va a matar? ¡Hágalo!
Por todos los Dioses JOTACE, eso es lo que debería hacer.
Tomo aliento y enseguida prosiguió:¿Quién se ha creído que es?
-Nadie, absolutamente nadie, repuse en tono irónico; sólo que estoy cansado desde que llegué a este insospechado lugar, no he escuchado más que improperios. Se me ha venido tratando como a un vulgar delincuente.
Haciéndome el ofendido, levante un poco la voz y agregue: -He venido en son de paz, soy hombre de paz; no pretendo ni es mi deseo causar daño a nadie. Desconozco las causas que me han traído acá y por las que me encuentro en tan embarazosa situación. Toda vez que mi presencia no es de vuestro agrado , desearía retornar a mi mundo, a mi estado normal. Si está a vuestro alcance ayudarme se los ruego, pues yo ignoro la forma de hacerlo.

Me está diciendo la verdad?
-Y porqué nó?

-No lo se, JOTACE; respondió en un susurro, y clavo sus negros y penetrantes ojos sobre mi.
Callamos de improviso los dos. Yo sumido en un mar de confusiones, y ella como es lógico, tratando de escudriñar en mi interior.

Rompió nuestro silencio el general Praxíteles.
-Vamos termina con esto de una vez , hija mía.

¡Claro! Como no había podido darme cuenta?
La reina Korina lo miró fríamente, arqueando las cejas.
-¿Por qué? –preguntó.

-Por tí, por él, por la hospitalidad; por el buen nombre y prestigio del imperio. Argumentó el general.
La reina, maldijo en voz baja.
-Vas a ponerte desagradable? Preguntó el general de nuevo.
No, ni mucho menos, padre, pero debes entender que tengo mis dudas y antes que la hospitalidad, está la seguridad de nuestro imperio.

-Entonces, que harás de mi? Me atreví a preguntar.
-No temas, no tengo nada contra usted, Jotace; considérese nuestro invitado.

-Gracias alteza.- repuse.
-No esperaba menos de ti, alteza.-Agregó el general, a la vez que se acercaba y depositaba un beso en la mejilla izquierda de la reina.

Lentamente se retiró del lado de su padre, dio media vuelta y se dirigió hacia donde la esperaba el grueso de su comitiva.
De pronto se detuvo, giró su cuerpecito de diosa y dijo: -Sabe una cosa Jotace?

No.-repuse
-Cuando llegué hasta aquí, lo hice con un propósito determinado. Volvió a sonreír. -Iba a ordenar su muerte.-repuso fríamente en contraste con su sonrisa.

-Porqué no lo hizo, alteza?
Se encogió de hombros, y su sonrisa se acentuó.
Porque no puedo, no sería capaz de ordenar la destrucción de un ser tan interesante como tú.

Era la primera vez que me tuteaba.
-Muy generoso de su parte.-Agregué
-te espero esta noche, Jotace.
-La cita es en el Palacio Real de KAMAKARO.

-Asistiré encantado, alteza.

-espero seas puntual, y seguidamente, levantó su mano en señal de saludo. –Hasta la noche, Jotacé.

Respondía al saludo de la reina con una leve inclinación de cabeza.

Seguidamente giró sobre sus taconcitos y se alejó.
Quedé como petrificado observando su partida.
Un cúmulo de pensamientos en desorden taladraban mis sienes.
-Como era posible que esto ocurriera? ¿Qué planeta o que lugar era este? ¿ Por qué hablaban mi mismo idioma?. Todo era confuso para mí, mi cabeza amenazaba con estallar en mil pedazos. No daba crédito a todo aquello.

Recobre la normalidad, si es que así se le podía llamar, al oír a mis espaldas la voz del general Praxíteles.
Giré en torno y lo encaré.
Tenía una sonrisa maliciosa.

Hermosa, verdad?

¡Claro que es hermosa!

El general agregó.- tal vez no haya recibido usted, una acogida muy entusiasta, pero debes comprender que ella es nuestra guía, nuestra soberana y sobre ella recae la responsabilidad del imperio.

S, comprendo…. La verdad es que, no comprendía absolutamente nada.

-Caminemos, Jotacé, trataré de irte explicando algunas cosas y del porque de nuestra actitud agresiva.
-Como diga, general, y nos pusimos en camino.
El general Diómedes Praxíteles me fue explicando pormenorizadamente todo cuanto ocurría en su mundo.

Abordamos una pequeña nave, la cual se desplazaba por la vías que parecían mesas de billar, o levantaba el vuelo a una velocidad indescriptible, como en fracciones de segundo. Finalmente arribamos un extraño complejo: esta es la base aérea de PADHUA, capital del GRAN IMPERIO TANTARAYO, y añadió: fuimos informados por la base intergaláctica de GOBILA, situada en la provincia de PATHROS, sobre la misteriosa aparición de un extraño objeto que sobrevolaba el espacio aéreo de nuestro imperio . Lo cual como puedes comprender causó temor y zozobra dentro de nuestra filas. Como comprenderá hubiera bastado ser detectado por nuestra población civil, para que un pánico de indescriptibles proporciones se hubiese apoderado de nuestro imperio, el cual se ha visto continuamente atacado por nuestro archienemigo el imperio Bachaco . Este fue que nos indujo a poner nuestras fuerzas en estado de alerta y ordenar la salida inmediata de nuestras naves MANDALA. Las cuales como vez, cumplieron su cometido, interceptarte y conducirte a la base más cercana. Con calma y pausadamente prosiguió su relato. Finalmente, se detuvo, llevó su mano derecha a la barbilla y agregó: eso es todo.

-¡Gracias general!, me ha dado una prueba concluyente sobre las causas de su agreste actitud inicial.
A una nueva señal del General, abordamos la nave, la cual despegó casi que de inmediato.

En un abrir y cerrar de ojos llegamos a lo que parecía ser una plaza de armas rodeada de un hermoso jardín, semejante a una jungla laberíntica que servía de adorno a un monumental palacio.

Después de unos instantes de indecisión y éxtasis, retomé el tema: - Recién ahora me doy cuenta de la grave situación que pude haber causado y el inminente peligro de muerte en que había estado. –ruego a su señoría, me disculpe por mi inconsecuente actitud, no ha sido mi intención. Y agregué: - Ruego a usted, presente mis disculpas a su alteza, Korina, si es que no puedo hacerlo personalmente..

Me tendió la mano en señal de amistad, a la vez que me decía: -No se preocupe Jotacé, basta con que lo reconozca. –en cuanto a nuestra amada Reina, ¡Claro que podrá verla de nuevo!, se olvida que es su invitado de honor?

¡Ah, si, ahora lo recuerdo.

Repentínamente a espalda nuestras oímos el sonido de pasos y una voz cantarina que decía: ¡Padre, padre!
Nos volvimos.
Vi como las gentes se apartaban, y por la estrecha senda que voluntariamente se abría entre la muchedumbre, se acercaba un piquete de militares al frente del cual venía ….¡Santo Dios ¡ ¡Nó!
Me negaba a creer lo que veían mis ojos.
Llegó hasta donde estábamos.
Sin mirarme siquiera, pasó rauda por mi lado.
Tomó las manos del general Praxíteles entre las suyas, se paró en la puntita de los piés y luego de estampar un beso en sus mejillas , dijo: Papá, por fín te encuentro.

_¡Madre mía!, exclamé sin poder contenerme.
-Sí, efectívamente; repuso el general calmadamente, es igual a mi hija Korina, son gemelas. Si que lo són, afirmé: -como dos gotas de agua . ¿Por qué no lo había dicho antes general?
Me respondió con otra pregunta: ¿Acaso hemos tenido tiempo?
-Disculpe, general,
-No es necesario, Jotacé.
Permítame presentarle a mi otra hija, la princesa KILAMAUNA.
Ella me tendió su pequeña y bien cuidada manecita
Ella me tendió su pequeña y bien cuidada manecita, a la vez que me decía: -Mucho gusto Jotacé , sea usted bienvenidoa nuestro mundo; como dijera mi padre, soy la princesa Kilamauna y nos sentimos de plácemes de tener un huésped tan extraordinario como tú, proveniente según tus propias palabras del reino de los humanos o planeta Tierra. Ahora que te conozco personalmente quiero manifestarte que me alegro de que nuestra gloriosa fuerza aérea no te haya destruido, creyéndote un invasor Bachaco.
Espero te encuentres a gusto en nuestro mundo y que recojas y te lleves un buen concepto de nosotros, y que al regreso a tu planeta, lleves un afectivo mensaje de paz a vuestras gentes.
A nombre de nuestra amada Reina y de nuestro imperio te pido nos acompañes a al homenaje o fiesta que en tu honor realizaremos en el palacio de KAMAKARO .

Estaba anonadado, extasiado observaba y mentalmente decía : ¡Oh divina armonía de la vida, latente en esta Venus de voz cantarina. Todo en ella irradiaba perfume espiritual.

Volvía a la realidad al oír que me decía: -Aceptas nuestra invitación?
¡Oh, sí, claro! Con muchísimo gusto!. No podría negarme, y agregué: son ustedes muy gentiles y muy hospitalarios. Me había creado un concepto muy distinto a mi llegada. Tenían o tienen razón si me hubiesen fulminado, fui un tonto, pero a decir verdad, no entiendo nada de lo que esta pasando.

La princesa Kilamauna, me hizo un delicado ademán con su manita. No es necesario que te martirices con eso, ya paso….fué… y me dedicó una radiante sonrisa de Diosa. Luego agregó: entonces no se diga más te esperamos en palacio. Se despidió con un ademán de su mano, dio media vuelta y agregó: ni padre te guiará.

Seguidamente el General, dijo: - te conduciré a tus habitaciones. Seguidme por favor . atravesamos la plaza y nos internamos en el laberíntico jardín a través de una angosta calzada.

Fui conducido hasta un fastuoso palacio. - Este es el palacio de KAMAKARO, me informó el general. La comandante LORENA te mostrará las habitaciones, regresaré más tarde.

Efectivamente, fui conducido por esta linda y atlética jovencita llamada Lorena, a una ancha y fastuosa habitación, que contaba con todas las excentricidades de que podía disfrutar un archimillonario en mi planeta.

Luego de mostrarme la habitación y explicarme todos los detalles, la comandante Lorena dijo: -Qué disfrutes la estadía en nuestro imperio; puedes descansar tranquilo, aquí se se dan las cosas sin tantos sobresaltos. Se despidió con un ademán muy militar y acto seguido salió de la estancia cerrando la puerta tras de sí. Dejándome sumido en un sin número de pensamientos. Una y otra vez abría y cerraba los ojos, tratando de despertar de aquel dulce, pero inquietante sueño.

Descansé, me aseé y me arregle´conforme a las instrucciones recibidas, y a la molesta para mí, ayuda de unos robots con figura de mujer.

Al cabo de algún tiempo, que no se por qué motivo, causa o razón no podía calcular fui informado, que la comandante Lorena me esperaba al otro lado de la puerta de mi habitación. Procedí a salir encontrándome con una pequeña comitiva, al frente de la cual se encontraba , efectivamente la comandante Lorena. ¡ Era bellísima! Cabeza rapada al igual que todos los seres de aquel fantástico planeta.

Seguidme por favor. Atravesamos nuevamente el jardín y nos dirigimos hacia otro lado de aquel fastuoso palacio. Allí en uno de los pasillos me esperaba el general, Praxíteles. Me recibió con un saludo militar y agregó: seguidme por favor, nos esperan.

Penetramos en un suntuoso salón, el cual se encontraba agolpado de seres, fina y vistosamente trajeados. Allí estaban ellas, como dos gotas de agua; como dos Diosas del Olimpo. La Reina Korina yla princesa Kilamauna, me saludaron casi que al unísono . –-Buenas noches Jotacé, llega puntual.

Lancé una fugaz mirada a mi alrededor, cuánta gente, o cuántos seres,? ¿Cuánto lujo? Todo era extraordinario prácticamente inexplicable.

La reina Korina se dirigio al centro del salón.
Su voz era deliciosamente acariciadora cuando dijo: Amadísimo pueblo Tantarayo, tengo el grato placer de presentaros a nuestro visitante e invitado especial, el amigo Jotacé, miembro de la raza humana, quien ha venido desde el planeta tierra a traernos un mensaje de paz y de confraternidad. Desde ya quiero manifestaros, que es un ser diferente a todos nosotros y a cuantos hemos visto hasta ahora. Es un ser consciente, pues sólo un ser consciente puede ser pacífico y en esto consiste la lucha por la existencia.- sea este el momento más propicio para enviar a los demás seres del universo intergaláctico y en especial a todos los seres humanos superiores, un saludo fraternal lleno de amor y de paz.

Culminó con una leve inclinación de cabeza y al unísono estalló en el salón una atronador clap, clap, de aplausos y vítores a la reina.

Avancé dos o tres pasos, me situé junto a la reina y tomando sus angelicales manos entre las mías, estampé un ardoroso beso en sus mejillas, en señal de agradecimiento.

Contagiado por el desbordante alborozo reinante, grité: ¡Viva el Gran imperio Tantarayo!
¡Viva la amistad entre los pueblos! ¡Viva la reina Korina!.

Atronadores aplausos y vítores de toda índole, seguidos de un lindo y sincronizado coro que decia: humanos, los queremos, humanos, los amamos.
Al cabo de algún tiempo de ensordecedor bullicio, la areina levantó su bien cuidada manecita y al instante las voces y el ruido cesaron.
-Nuestro invitado desea hablaros.-agregó.

Entre nervioso y alelado comencé mi disertación:

Gallardo y glorioso imperio Tantarayo. Con un caluroso, efusivo, y fraternal saludo; reciban ustedes mis más sinceros agradecimientos por tan fastuoso e inmerecido homenaje de bienvenida que me habeis brindado.- Son ustedes un pueblo refinado, maravilloso, no viven de simples especulaciones abstractas, sino que tienen un modo práctico de pensamiento. Se puede decir sin lugar a dudas, que han alcanzado un alto porcentaje de la verdadera coexistencia; han ido despertando conciencia y con ella la paz.- Nosotros los humanos aún estamos rondando en el plano, simplemente mental. –Le hemos dado poder a la mente y, la mente nos está arrastrando: “ ven aquí, ve allá, sin lograr acabar con esa tontería.

El día que comprendamos que Dios, presencia divina, fuerza suprema que regenta el universo, es el propietario de todas las cosas que nos han sido prestadas, dejaría de haber guerras, y discordias entre hermanos. Habremos alcanzado la paz. Las discordias y la guerra son producto de nuestro estado animal, de la ignorancia.
-¿Como podemos alcanzar la paz, si nó hay amor?
-A continuación y ya para terminar, quiero manifestarles que seré portador de vuestro sabio mensaje de paz y lucharé con ahinco para hacer conocer en mi mundo la sabiduría y grandeza del GRAN IMPERIO TANTARAYO.

Una atronadora salva de aplausos fue la respuesta a mi humilde intervención. Acto seguido en aquel regio salón se dio inicio , al compás de límpidos arpegios, al baile; el cual se prolongó por espacio de algunas horas quizás.

Finalmente, y cuando me encontraba danzando con la subyugante princesa KILAMAUNA, al compás de una cancionsilla cual fino concierto de turpiales, fuí requerido por el general PRAXITELES y la Reina KORINA para que abandonara aquel fastuoso salón, y me condujeron apresuradamente hacia un amplio patio o pista exterior donde se encontraba aparcada una pequeña y extraña nave.

-Díselo tú, padre! . exclamó la reina Korina.

-decirme, que? Repliqué.

-Verá usted, Jotacé dijo el general Praxíteles, con voz grave. -Aunque tu presencia y estada en nuestro imperio nos honra y enaltece, tengo que manifestarte muy a mi pesar que, debes abandonar inmediatamente nuestro mundo y regresar a tu civilización, caso contrario, te desintegrarías y no podrías hacerlo jamás.

-¿por qué?

-No preguntes, fué la tajante respuesta, casi que al unísono, de el General, Praxíteles, la reina Korina y la princesa Kilamauna.

Seguidamente el general agregó: - ven, apresúrate, entra rápido a nuestra nave Keila. La comandante Lorena de conducirá en ella a tu lugar de origen.

Los candorosos y ardientes labios de las dos deidades se posaron sobre mis mejillas, a la vez que me decían: - vuelve pronto Jotacé. Estreché la mano que me ofrecía el general. Fui despedido rápida , pero efusivamente.

El General ordenó a la bella comandante, llamada Lorena, una joven de no más de veintisiete años, si es que en ese extraño y exótico mundo se llevaba una relación igual a la de mi mundo. –¡ Comandante! ¡Diga, señor! Conduce rápidamente a nuestro dilecto amigo Jotacé , hasta su destino.

-descuide general, así lo haré.

El general me hizo entrega de un estuche de terciopelo negro, a la vez que me decía: este estuche contiene un talismán, que le servirá de protección , si es que algún día desea retornar a nuestro mundo. –Ahora, ¡ márchate, por favor! ¡ Hazlo pronto!

-Sí, general!

Me despedí con un leve agitar de manos, no sabía que hacer, estaba confuso. Penetré a la nave, y ya en su interior las puertas se cerraron herméticamente. Percibí por unos instantes, el suave ronroneo de la nave y acto seguido: sentí como si un remolino me arrastrara, haciéndome perder la noción de las cosas.

Desperté a la realidad, no dando crédito a todo lo acontecido durante mi letargo. Un viento oriental azotó mi rostro, trayéndome el olor a pescado fresco. Restregué mis ojos con fuerza, al percibir que algo se movía en la margen de mi campo visual.

Era una muchacha desgreñada y cubierta con un pequeño traje de baño.
_¡Muchacha! –la interpelé. ¿ Que hace usted, por aquí, y donde estamos?

-No lo sabe?

-Nó, no lo sé, por eso te pregunto.
_Esta es una playa del río Zulia, y me he estado bañando, ¿No lo ve? O es que está borracho.

-borracho, yo? Y agregué: No, señorita, solo me he quedado dormido. Me enderecé bruscamente y pregunté:- ¿Quién eres tú?

Visiblemente nerviosa, sacó una voz cavernosa para replicar. – Yo soy, Francis, y usted?
Yo soy, Jotacé, perdón, Juan Carlos. Te ofrezco mi amistad. Tendí mi mano pero me quedé con ella en el aire pues Francis o quien fuera, había salido corriendo en dirección hacia donde se oía un murmullo de voces, proveniente tal vez de los bañistas.

Seguí caminando, ensimismado en mis pensamientos, entre un bosque de alisos y cañabravas que cubrían una vasta depresión de aquella playa.
-¡De pronto! La chusmita que se encontraba bañando, compuesta por cuatro mocetones y dos jovencitas, una de las cuales era la supuesta Francis, se interpuso en mi camino.

Una vez más, la parca LAQUESIS se deleitaba moviendo esa maraña de hilos invisibles que conforman el destino del hombre.

Casi al unísono, me increparon. - ¿Quién es usted, y que hace en este lugar?
-Ya se lo dije a la señorita, repuse.- Soy Jotacé . Si dudan de mi palabra, aquí están mis documentos. A la vez que les hacía entrega de mi cartera agregué: vine como ustedes de paseo , me introduje en la maleza y debo haberme quedado dormido, y agregué: No teman soy hombre de paz. Yo mismo me reí internamente de mis últimas palabras. No teman. ¿Acaso, el asustado no era yo?

-Esta bién dijo el que llevaba la voz cantante, a la vez que me devolvía la cartera la cual guardé en mi bolsillo. Pero debes comprender, que….. – Sí ya lo sé, y les ruego me disculpen.

Con un ademán de mi mano me despedí de los bañistas y proseguí mi camino.

Ya de regreso a Cúcuta, aún bajo la impresión de aquel hermoso espectáculo, vivido, tal vez, en mi imaginación, me propuse plasmar de mi propio puño y letra, tan fantástica experiencia. ¡De pronto! al acordarme introduje mi mano en el bolsillo del maletín y encontré un pequeño estuche de terciopelo negro, al abrirlo observé alelado: allí se encontraba un anillo de un metal para mi desconocido, y gravado con unos signos indescifrables.

Pudo haber sido real?


Este cuento ha sido escrito por: JUAN CARVAJAL C. Presidente de la Asociación de Pensionados Municipales “ASPENMUC”




















Un buen día en que, me encontraba disfrutando de la belleza del paisaje y pensaba, casi , que, en voz alta, sobre los grandes secretos que encierra nuestra madre naturaleza; me senté sobre la hierva, bajo la sombra de un frondoso árbol.

Luego de cerciorarme que no era observado, y que nadie perturbaría la paz y tranquilidad reinantes en tan exuberante lugar, opté por relajarme y dedicarme a meditar sobre el extraño mundo de las hormigas.

Con el lento transcurrir del inexorable tiempo, fui sintiendo una sensación extraña en todo mi cuerpo Un raro cosquilleo, seguido de un profundo sueño que invadía mi ser, haciéndome perder la noción de las cosas. ¡De pronto! Como por arte de magia, comencé a percibir algo raro, fantástico e inimaginable. Sentí mi cuerpo flotar, aunque algo lerdo en los desplazamientos.

Pude constatar admirado: que a medida que me iba adaptando a la nueva situación, podía trasladarme de un lugar a otro en fracciones de segundo, y penetrar en lo más recóndito, sin esfuerzo alguno.

Alelado observaba mi cuerpo inerte, sentado y recostado contra la carcomida corteza de de un gran árbol de guásimo. No daba crédito a lo que veían mis ojos. Una y otra vez, me formulaba preguntas a granel …. Sin obtener respuesta.

Notaba con con horror inusitado, que mi espíritu o lo que fuera , a la vez que flotaba, iba disminuyendo de tamaño y una poderosa fuerza envolvente me atraía hacia el fondo de un oscuro abismo en forma de caracol, impidiéndome volver.

Había llegado a tan embarazosa situación llevado por una curiosidad insana. No estaba preparado para ello.

Desconocía por completo, la fórmula para poder retornar e ignoraba como afrontar los peligros que pudieran derivarse de tal insensatez.

Era cual pluma al vaivén del viento. Como un niño en medio de las embravecidas aguas del océano. Todo era confuso.

Iba de sorpresa en sorpresa. No salía de una, cuando caía en otra. Había abandonado mi mundo, y con él, mi cuerpo. En fracciones de tiempo, que me negaba a creer que fuera real tal metamorfosis.

Seguía trasponiendo rápidamente el umbral de lo desconocido. Un sinnúmero de espirales seguía juntándose, presentándose a través de mi vertiginoso viaje.
No se cuanto tiempo hube viajado, solo pude dilucidar que, al término del mismo, me posé suavemente sobre la blanda atmósfera, de un extraño y desconocido planeta, muy semejante al nuestro. Aunque…. Alumbrado por un sol rojizo.

Comencé a descender lentamente, en comparación con la velocidad anterior. ¡Inaudito! ¡insólito! Como por encanto sentí que mi cuerpo se dilataba de nuevo hasta tomar su forma habitual. Percibía cada vez más, la proximidad de de aquel insospechado planeta. ¡ De pronto! Me sentí rodeado de un cúmulo de fantasmagóricas naves , que giraban en torno mío, emitiendo indescifrables sonidos.

Al cabo de algún tiempo, del interior de las extrañas naves, se proyectaron unos rayos de color azuloso, y al instante, me ví envuelto por una burbuja transparente , semejante a una gigantesca pompa de jabón.

De esta manera fui conducido hacia lo que parecía una base espacial. Ya en el interior de la supuesta base, la burbuja desapareció como por encanto.

Miraba aterrado hacia todos lados, no lograba comprender nada de todo cuanto a mi alrededor sucedía.

En silencio fui conducido por el fantástico comité de recepción, a un suntuoso salón estéticamente decorado, cuyos pisos relumbrosos emanaban destellos radiantes.

Eran hombres altos, relativamente jóvenes, la tez cobriza, cabeza rapada sobre la que sobresalían dos antenas color plateado. Vestidos con vaporosos trajes, de un color verde oliva, muy adheridos a sus apolíneos cuerpos.

Seguía sin comprender… Los extraños seres se alejaron cerrando tras de sí la puerta. Dejándome sumido en un torrente de pensamientos e ideas inconclusas.

Anonadado, triste, y casi desesperado, fui sorprendido una vez más. Ahora por una voz enérgica, que infundía a la vez que respeto, tranquilidad. ¡Bienvenido, insensato mortal a nuestro mundo. Soy el General, DIOMEDES PRAXITELES; Ministro de defensa del “ Gran Imperio “Tantarayo”

-Tu quien eres? Pregunto:
Lo observé detenidamente, antes de responder.

Era un hombre de unos cincuenta años, si es que ellos tenían el mismo estatus de vida de los humanos. Cabeza rapada, al igual que los demás seres de tan extraño e incomprensible mundo; rostro grave y sereno; piel cobriza; ojos negros saltones, que denotaban una inteligencia superior; bastante alto, en comparación con los demás; delgado, pero de constitución atlética. Todo en él denotaba energía; al contrario de los demás integrantes del comité de recepción, usaba uniforme de color blanco, que hacia juego con su par de relucientes antenas.

Finalmente, respondí: Yo soy, JOTACE; pensador y soñador errante, integrante de la raza humana.

Me observó detenidamente como tratando de escudriñar, en lo más recóndito de mi ser, y pregunto de nuevo.

-Sabes como se castiga a los que osan invadir nuestros dominios? ¿Acaso desconoces nuestras leyes?

Fui a responder nerviosamente a las tajantes preguntas que el oficial me hacía, pero….No pude balbucear palabra alguna.

La voz del general Praxíteles, se dejó oír de nuevo. ¡Humano, se acerca nuestra amadísima reina Korina.

No me moví, no dije nada, solo me limité a ladear la cabeza para mirar .
Mi cerebro trabajaba a gran velocidad .
Cuanto tiempo llevaba en aquel lugar?
Había perdido la noción del tiempo.
Aparté los ojos del cortejo que se aproximaba y los posé en el rostro pétreo del oficial.

-Que quiere?. Preguntó
No expresé nada, absolutamente nada.
Había deseado fervientemente tener alguna experiencia; pero nunca imagine que me ocurriera algo así.

Definitivamente no estaba preparado.
La voz del general Praxíteles interrumpió el hilo de mis pensamientos.
¿Qué le digo a su alteza?
-Ah, perdón, oficial, me distraje un poco. –Dile que…. Dígale que me permita hablar con ella por favor…..
El General se alejó sin pronunciar palabra, y los minutos comenzaron a transcurrir largos, monótonos e interminables.

Me formulaba una infinidad de preguntas, sin obtener respuesta.
Muchas cosas eran iguales que en mi mundo, más la mayoría de ellas de una magnitud y belleza inigualables. Innumerables carreteras tan lisas como una bola de billar; puentes colgante
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