Nadie confiaba en ella. No le encargaban ninguna misión.
-Aún eres pequeña- le decía su hada tutora- Te queda mucho que aprender-.

Ni siquiera le habían puesto un nombre. Claro cada hada tenia el nombre de su cometido y ella no había hecho nada.

Aquel día de otoño el hada tutora la llamó para su primera misión.

-Hoy será tu primer día en la tierra, pero no puedo enviarte sola. Puedes elegir con quien quieres ir-.

El hada sin nombre lo pensó un poco.

-Quiero ir con el hada de las Flores-.

El hada de las Flores le dejó uno de sus trajes hecho con pétalos de rosa y le dijo que su trabajo consistiría en aplacar el viento del Norte que marchitaba a las flores.

Bajaron a un hermoso parque donde muchos niños jugaban y revolotearon a su alrededor sin que ellos se dieran cuenta de su presencia.

El hada de las Flores extendió sus alas y paró al viento del Norte que soplaba con fuerza en esos momentos .

-Vete a soplar al desierto- le dijo-. Aquí no te necesitan-. El viento obediente se marchó.

Pero una ráfaga de viento se había escapado entre las alas y arrastró a una niña hacia las aguas del estanque. El hada novata se sentó en el borde del estanque y sujetó con fuerza a la niña evitando que cayera al agua.

Desde entonces en el borde de todos los estanques hay un rosal en honor al hada novata que en su primera misión salvó a una niña de ahogarse.

¿Qué nombre le pusieron al hada novata? Eso no lo sé pero la próxima ves que hable con ellas se lo preguntaré.
Y... colorín colorado este cuento se ha acabado y el próximo no ha empezado.