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El hechizo contra los padres tacaños

Izan veía a su padres trabajar todo el día, incluso los fines de semanas, sin apenas descanso. Izan pensaba que sus padres, al trabajar tanto, ganaban mucho dinero. Por eso se enfadaba mucho cuando les pedía algo y ellos le decían que no podía ser, que no tenían dinero para sus caprichos.

-¡Sois unos tacaños y unos egoístas! -les dijo un día Izan a sus padres-. Ganáis un montón de dinero y lo queréis solo para vosotros. 

-Eso no es verdad -respondió su mamá-. Trabajamos mucho, eso sí es cierto, pero eso no significa que nos sobre el dinero.

-Los papás de Andrés trabajan menos que vosotros y él tiene de todo: bicicleta con cambios, dos videoconsolas, tablet, móvil, ordenador, ropa de marca, un coche teledirigido enorme y un dron superchulo. ¡Y yo llevo la ropa usada de mis primos y no tengo nada de eso! 

Y sin más, Izan se fue a su cuarto.

-Esto lo arreglo yo en un periquete -dijo Izan, ya encerrado en su habitación.

Izan sacó un libro de hechizos que había encontrado en la biblioteca del colegio, oculto al fondo de la última estantería, tras un montón de libros. Sus amigos se habían reído de él por tomarse en serio que aquello fuera un libro de hechizos auténticos, pero a Izan le dio igual.

Tras leer detenidamente el índice, Izan encontró un hechizo que podría funcionar: el hechizo contra los padres tacaños. Según decía el libro, había que invocar al espíritu tacaño de una antigua deidad para que absorbiera la tacañería de los padres que se resistitían a dar a sus hijos todos sus caprichos. Pero antes había que beber un brebaje, una pócima de invocación para que el espíritu acudiera.

Izan preparó la pócima e invocó al espíritu tacaño. Una bruma verde azulada apareció frente a él. Izan recitó el hechizo y la bruma desapareció.

-Hecho -dijo Izan-. Ahora ya podré pedir lo que quiera.

Iba a salir de su habitación cuando la bruma volvió, se materializó en una especie de genio mágico y le dijo:

-Izan, no he podido absorber ningún espíritu tacaño porque tus padres no tienen tacañería ninguna. Ellos trabajan duro para que podáis vivir dignamente.

-Pero trabajan mucho -dijo Izan-, seguro que ganan más.

-Tus padres están ahorrando para tu futuro y para tus estudios -dijo el genio-, para que no tengas que dejar de estudiar para ponerte a trabajar, como les ocurrió a ellos cuando eran jóvenes. 

Ese día Izan dejó de protestar y de pedir cosas y empezó a ayudar a sus papás en todo lo que podía. Se aplicó mucho más en sus estudios y ayudaba en casa para que sus padres pudieran descansar al volver a casa. 

Izan descubrió que lo que más vale no son las cosas caras, sino tener unos padres que se esfuerzan por ofrecerte una vida llena de oportunidades.

Datos del Cuento
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