~He puesto la ropa empapada a secar, colgada del respaldo de la silla y a los pies de la cama, de cara al pequeño calefactor de tubos incandescentes. En calzoncillos y envuelto en una manta, recostado entre la cama y la pared, miro la tele mientras del cielo cae agua a cubos y una estampida de caballos estremece todo el edificio, atragantando las cañerías.
Es el segundo día de diluvio, el segundo día sin buzonear. Imposible trabajar bajo esta lluvia. Llevo tres meses de retraso en el pago del alquiler. La dueña de la pensión no ha dicho nada pero con su expresión me lo dice todo.
Mi tele es una tele portátil, con una antena en forma de “v” de derrota, comprada en una tienda de objetos usados. Están dando la previsión del tiempo. Conozco al tipo con cara de ratón. Parece estreñido con los anticiclones, las altas presiones le irritan las almorranas. Pero ahora, delante de un mapa lleno de rayos y nubes chorreantes, está exultante, henchido de satisfacción, como si hubiera echado el mejor polvo de su vida. Le tengo tomada la medida, sé de qué pie cojea: la lluvia le laxa. A mucha gente le gusta la lluvia. A mi me pone enfermo la lluvia y mucha gente.
Dicen que la lluvia es buena para los campos, los pantanos, los árboles y las flores y los caracoles. Con la voz de fondo del tipo con cara de ratón, veo imágenes de ríos marrones desbordados, gente sacando lodo de sus casas anegadas. Una crecida se ha llevado por delante un coche y ha desaparecido con sus ocupantes. A un viejo le ha partido un rayo. A nadie le mata un día soleado. Sin embargo dicen que la lluvia es buena, necesaria. A veces ir al dentista es necesario, pero a mi también me ponen enfermo los dentistas.
Ahora el hombre del tiempo, el tipo con cara de ratón, habla de metros cúbicos caídos en tal o cual sitio. Nombres de lugares que no conozco, ni sé donde están ni me importa saberlo. Luego muestra fotos mandadas por los telespectadores, fotos de aficionados sin otra cosa qué hacer que mirar charcos y nubes, como si eso fuera algo cojonudo.
Mañana volverá a llover, con menor intensidad quizás, dice el tipo con cara de ratón, y continuará lloviendo al menos hasta el fin de semana. Él podrá cagar sin dificultad los próximos días y yo deberé dos meses de alquiler.
